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Tribuna:DEBATES
Tribuna
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Una ventana de esperanza

Barcelona está llamada a formar parte de las ciudades que se recordarán en el futuro, uniéndose así a otras capitales europeas (Roma, 1957; Hensinki, 1975; Madrid, 1991) que simbolizan la paz y se identifican en el sentir colectivo con momentos trascendentales de la historia diplomática de nuestro continente.Se da la circunstancia de que entre esas citas históricas, las de Madrid en 1091 y la actual de Barcelona tienen en común su vocación de dar un gran impulso político a la causa de la paz en el espacio mediterráneo. Si no se hubiera celebrado la Conferencia de Paz de Madrid, difícilmente hubiera podido concebirse el inicio del proceso global mediterráneo en la Conferencia de Barcelona. Al mismo tiempo sería utópico pensar que el proceso de paz pudiera por sí solo consolidarse definitivamente. Las dos iniciativas, sin dejar de ser autónomas, se conjugan en una positiva interacción beneficiosa para la estabilidad del conjunto de la región.

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Escepticismo en el Sur

La ambición de la Conferencia Euromediterránea es el resultado de un largo proceso de toma de conciencia de sus distintos protagonistas, en el que han madurado sus objetivos. Durante esta andadura, la iniciativa se ha ido despojando de muchos planteamientos herederos de la visión tradicional, adaptándose a los grandes desafíos que se anuncian en el siglo entrante.

La Unión pretende fijar una estrategia revolucionaria con sus socios mediterráneos, superando la visión casi exclusivamente comercial de los esquemas del pasado, pero también de la política mediterránea renovada nacida en 1990. Se trata de crear una política global e interactiva que responda a los múltiples retos -políticos, económicos, sociales, culturales- existentes hoy en el Mediterráneo.

En este proceso, la diplomacia española ha hecho un esfuerzo extraordinario de concienciación, tanto doméstico como externo, para explicar la necesidad de hacer frente, a esos desafíos con imaginación y con la valentía de asumir los costes de la solidaridad.

Después de Maastricht, la UE ha ido aprobando distintas "acciones comunes" dirigidas a diferentes áreas geográficas (Rusia, Suráfrica, la antigua Yugoslavia, Oriente Próximo...), En todos estos casos la acción europea se ha simultaneado con la presencia e intervenciones de otros países y organizaciones internacionales. El papel de la Unión en la Conferencia de Barcelona ha sido diferente: los Quince han tomado la iniciativia, y ello significa que tienen la, voluntad firme de llevar a término uná política propia en el Mediterráneo. La conferencia es, en este sentido, una expresión genuina de la nueva política exterior y de seguridad común (PESC) de la UE.

Para ello ha sido fundamental la asunción activa y solidaria por parte de los Quince de la nueva fitosofia ("el espíritu de Barcelona") que se ha de implantar en la región mediterránea.

Así pues, puede decirse que en Barcelona se pondrá punto final a una larga etapa constituyente del proyecto euromediterráneo y se situará el punto de partida de su proceso de desarrollo y consolidación.

No será una empresa sencilla. Si la complejidad y la incertidumbre han sido un binomio característico de las relabiones internacionales trasla caída del muro de Berlín, en el Mediterráneo estos dos rasgos encuentran su máxima expresion. Un rápido recorrido por los distintos países del área desvela las interrogantes que convierten en única certeza lo incierto de su devenir político, economico-social y cultural. Imprevisibilidad que en ningún caso debe, identificarse con fatalidad.

Los participantes en la Conferencia de Barcelona adopiarán solemnemente dos importantes documentos: la declaración, y el programa de trabajo de Barcelona. Estos textos tratarán de reflejar adecuadamente su compropuso político de crear una zona de paz, seguridad y estabilidad.

Este objetivo de carácter general no ha de ser recibido por la opinión pública mediterránea como un mensaje más del ritual diplomático clásico, sino como la voluntad firme de lograr que sus acciones tengan efectos reales en favor de las condiciones de vida del homo mediterraneum. A tal fin los países participantes se dotan de instrumentos adecuados, tanto económicos como -y aquí -radica una novedad importante- políticos y culturales.

En la declaración de Barcelona habrá un catálogo de principios que marcará las futuras pautas de comportamiento de los Estados mediterráneos en materia de estabilidad interna y externa. La promoción del Estado de derecho, la democracia y el ejercicio de los derechos humanos se presentan como elementos esenciales de este nuevo partenariado, junto a otros principios en materia de seguridad regional.

En el terreno económico el objetivo central es el establecimiento de una zona de libre comercio de aquí al año 2010. Este hecho debería interpretarse como una señal inequívoca que infunda confianza a los operadores económicos de la región euromediterránea. La Unión Europea ha completado la apuesta modernizadora de estos países de la ribera, sur, aprobando -en el Consejo Europeo de Cannes- un "paquete financiero" de 4.685 ecus, destinados a facilitar los procesos de ajuste, liberalización y creación de infraestructuras económicas.

Junto a estas acciones, la conferencia abordará el reto cultural. Las acciones que se van a emprender -y éste es otro de los mensajes esenciales de Barcelona- pretenden lograr el mejor conocimiento y aprecio respectivo de las distintas personalidades históricas, religiosas y culturales, así como la recuperación del legado cultural común y de nuestras señas de identidad. La cultura es, en definitiva, acumulación de diversidades y choque conceptual y de valores, pero dentro de la tolerancia y el respeto.

La conferencia se celebra en uno de esos momentos críticos de todo gran proyecto político. Si los participantes en Barcelona no están a la altura de esta cita histórica, si no son capaces de comprometerse plenamente, haciendo suyo el carpe diem latino, se perderá esa oportunidad óptima de abrir una ventana de esperanza en esta región.

No pueden extrañar las expectativas. levantadas en torno a la conferencia ni el estimulante ambiente medierráneo que ha acompañado a la movilización de la sociedad española. Tan sólo en nuestro país se han celebrado más de cien reuniones, seminarios y encuentros este año en torno a la problemática euromediterránea.

Por su relevancia merecen mención especial la cumbre empresarial del Mediterráneo, que tuvo lugar en Valencia organizada por la CEOE, y la Conferencia de Ciudades del Mediterráneo celebrada en Barcelona, sin olvidar otras reuniones sectoriales dé ministros mediterráneos.

Los ministros reunidos en Barcelona quieren enviar un mensaje político claro, pero no desean ni pueden asumir toda la responsabilidad del futuro de la región. Por ello harán un llamamiento a los distintos protagonistas de la sociedad civil para que asuman los objetivos de la asociación mediterránea y sus propias responsabilidades.

Estos últimos deberán recoger la antorcha encendida por los Gobiernos en la conferencia gubernamental. Dando el primer ejemplo, nada más clausurarse la sesión ministerial se inaugurará en Barcelona el Forum Civil Euro-Med. organizado por la Genetalidad de Cataluña. Por su parte, el Ayuntamiento de Barcelona convocará a la Secretaría Permanente de las Ciudades Mediterráneas.

Mediante estos esfuerzos se desea alentar una identidad mediterránea diferente e innovadora. Una identidad que sea respetuosa en lo religioso -al ser heredera de las tres religiones monoteistas-; que sea tolerante y amante de la y comunicación y del contacto; que recupere su memoria para evitar los errores del pasado e inspirarse en los momentos de paz para la construcción de un futuro mejor.

Es indudable que este horizonte ilusionador sólo se divisa en la lejanía. Sin embargo, en la próxima singladura, Madrid y Barcelona pueden ser dos puertos de obligado recuerdo como origen del proceso de paz y cooperación mediterránea.

Miguel Ángel Moratinos es director general de Política Exterior para África y Medio Oriente.

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