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PAZ EN LOS BALCANES

21 días encerrados entre la paz y la guerra

El representante español en la conferencia de Dayton cuenta los entresijos de la negociación

Antonio Caño

Llevaba tanto tiempo soñando con este momento que cuando supo, una hora y media antes de que fuera anunciado, que había sido alcanzado un acuerdo, Luis Felipe Fernández de la Peña, el funcionario español que ha participado en nombre de la Unión Europea en las negociaciones de Dayton, se sintió paralizado por la alegría y sólo se le ocurrió pensar en lo difícil que va a ser llevar este compromiso a la práctica."Inmediatamente nos reunimos todos los miembros de la delegación con Carl Bildt [el jefe del grupo] y coincidimos en que no debíamos de creerlo hasta verlo con nuestros propios ojos. Ha habido tantos cambios atomosféricos en estas negociaciones, que necesitábamos estar seguros de que esta vez el acuerdo, era en serio", cuenta Fernández de la Peña.

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Lo primero que hicieron, como tantas otras personas alrededor del mundo, fue conectar la CNN para escuchar las palabras de Bill Clinton. Sólo entonces, con la confirmación oficial del propio presidente norteamericano, aceptaron que los líderes de Serbia, Croacia y Bosnia habían optado por la paz. "Fue un momento de júbilo, de alegría personal. En mi caso particular, llevo muchos años vinculado a los Balcanes [actualmente es embajador en Croacia], y éste es un momento decisivo, histórico".

Ni Fernández de la Peña, de 44 años, ni el otro diplomático español que le asistió en este trabajo, Enrique Mora, de 37, tuvieron tiempo de descorchar el champaña. Rápidamente tuvieron que colgarse al teléfono para informar al ministro Javier Solana, que se encontraban Bruselas, y a otros departamentos del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid. Enseguida se pusieron a ordenar los cientos de carpetas que han manejado en estos 21 días de encierro en la base militar de Wright-Patterson.

"A veces esto me parecía un regimiento de reclusión, pero ha sido una extraordinaria experiencia", recuerda Fernández de la Peña, que ayer mismo pensaba salir de Dayton con rumbo a Zagreb. Después de todo, el embajador español dejaba con nostalgia el pabellón en el que ha dormido y trabajado durante estos días, justo en el piso superior al que ocupaba la delegación norteamericana.

En esos pabellones se ha decidido la suerte de Bosnia en las habitaciones privadas de Slobodan Milosevie y de Alia Izetbegovic, donde, según cuenta Fernández de la Peña, los dos presidentes se han reunido frecuentemente sin necesidad de intermediarios; en la sala de oficiales de la base, donde han compartido algunas comidas formales; en el restaurante Packy's, dentro de las instalaciones militares, donde todos se encontraban a la hora del bufé que los militares les preparaban cada día, a base de ensaladas, pollo, pasta y pasteles; y, esporádicamente, en el restaurante L'Auberge, en el centro de Dayton, donde una noche cenaron juntos los presidentes de Bosnia y de Serbia, y donde el mediador norteamericano, Richard Holbrooke, ha resuelto algunos de los obstáculos más difíciles. Quedaba poco tiempo para el ocio, pero los rivales en la guerra rivalizaron aquí en el tenis, y Milosevic daba todos los días largos paseos por el interior de la base.

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"El clima de negociación fue siempre muy bueno. Los contactos eran muy fluidos. Por eso yo siempre creí en el acuerdo. Por muchas diferencias personales que tuvieran entre ellos, todos parecían entender que ésta era una oportunidad irrepetible, la mejor esperanza de paz que habíamos conocido, y trabajaron juntos de forma muy eficaz".

Con frecuencia surgían roces, según Fernández de la Peña, "porque las delegaciones no eran homogéneas, había distintas sensibilidades, pero es difícil establecer diferencias sobre qué delegación se esforzó más; todas defendían intereses vitales". "Miosevic", reconoce el diplomático, "ha dado siempre muestras de querer un acuerdo que pase por los presupuestos del Grupo de Contacto, pero todos trabajaron por igual".

Las negociaciones tuvieron dos fases. Durante las dos primeras semanas el trabajo consistió en estudiar y discutir los textos que les había presentado Estados Unidos. "En los últimos días", añade Fernández de la Peña, "se produjo una negociación frenética, a todas las bandas imaginables. Se manejaron más de un centenar de mapas y documentos".

El embajador español afirma que el jueves. de la pasada semana casi todo el mundo dio ya el éxito por alcanzado. "De repente resurgieron las diferencias que habían impedido el acuerdo hasta ahora. No era sólo el asunto del corredor de Posavina. Eran asuntos territoriales fundamentalmente, pero éstos estaban mezclados con otros problemas constitucionales. Cada vez que alguien ponía una objeción a algo, había que cambiarlo todo, porque todo el acuerdo está muy interrelacionada. En realidad, todo estaba pendiente de una decisión política".

Sólo ayer por la mañana, Fernández de la Peña llegó a estar pesimista, porque esa decisión no acababa de llegar. Pero, poco antes de que llegase la gran noticia, todavía advertía que "aún hay que esperar porque, cuando se trata de los Balcanes, nunca se sabe qué puede pasar".

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