Amarga victoria
JORDI PUJOL perdió ayer ampliamente la mayoría absoluta de la que ha venido gozando en el Parlament de Cataluña desde 1984 y que había perseguido con ahínco durante toda la campaña electoral. Aunque, consigue vencer por quinta vez en unos comicios autonómicos, la caída del voto nacionalista es mayor incluso que la experimentada por el voto socialista. La de Pujol es una victoria amarga, que le obligará a un cambio en su forma de gobernar y de gestionar la administración autonómica, en la que deberá contar mucho más con los otros grupos parlamentarios. La cultura de coalición, tan ensalzada desde Cataluña cuando se trataba del Gobierno español, entrará también ahora en la Generalitat.Al contrario de lo que habían previsto todos los sondeos electorales durante la campaña, e incluso los realizados ayer a la salida de las urnas, Pujol ha sido quien ha pagado de forma más clara el apoyo prestado al Gobierno de Felipe González, mientras que los socialistas catalanes sufren en menor grado el desgaste sufrido en la gobernación de España. Su candidato, el alcalde socialista de Girona, Joaquim Nadal, ha conseguido imponer su imagen tranquila y desvinculada del deterioro político y del clima de corrupción.
Los comicios catalanes tienen, en cualquier caso, una primera lectura muy simple, pero no por ello menos evidente. Incrementan, en porcentaje, su voto las tres formaciones que han actuado como oposición al acuerdo político entre Felipe González y Jordi Pujol y sufren el castigo de los electores las dos fuerzas que han garantizado la gobernación del Estado en los dos últimos años, nacionalistas y socialistas.
De las tres fuerzas premiadas en las urnas, el Partido,
Popular es el que experimenta un mayor crecimiento. Duplica con creces su apoyo electoral, halta situarse con holgura como tercer partido en votos y escaños. Son sus mejores resultados en unas autonómicas, aunque quedan lejos de los obtenidos en las últimas legislativas y en las europeas. El carácter de esta elección, especialmente difícil para los populares, y el perfil fuertemente español presentado por el partido de Aznar, les permite albergar la expectativa de un aumento como mínimo similar en las próximas elecciones generales y constituye un excelente augurio para esta formación.
Las elecciones catalanas han tenido también por primera vez el carácter de primarias de las próximas generales, y a ello hay que atribuir buena parte del comrtamiento de los electores. El nivel de participación, que ha significado un importante incremento respecto a las últimas autonómicas, puede deberse en parte a un mayor interés de los ciudadanos por el Gobierno catalán, pero en lo sustancial se explica también por la lectura de estas elecciones en términos de política general españoa. La disminución de la abstención, que en un esquema convencional solía perjudicar a los nacionalistas en beneficio de los socialistas, ha actuado esta vez en favor de los populares y de las otras dos fuerzas menores, ERC e Iniciativa per Catalunya-Els Verds.
Cataluña tendrá un Parlamento más pluralista y, en consecuencia, con mayor capacidad de control sobre el Ejecutivo. Pujol se verá obligado a pactos parlamentarios o de gobienio, ya sin las ventajas de contar con un grupo que gana las votaciones por el mero hecho de sentarse en los escaños. El presidente catalán deberá hacer un esfuerzo importante para recordar cómo se gobierna sin mayoría absoluta, cosa que.lucedió sólo durante su primera legislatura, entre 1980 y 1984. Deberá hacer también sus cálculos para ver si puede gobernar en minoría, sólo con apoyos parlamentarios concretos, o si debe gobernar en coalición con alguna de las otras cuatro fuerzas. Todas las fórmulas requieren pagar unos peajes difíciles de aceptar cuando no se ha contado con todo el poder durante 11 años. En consecuencia, los hábitos políticos de la Administración catalana y de las numerosas instituciones y sociedades públicas que dependen de la mayoría parlamentaria van a experimentar, a partir de ahora una profunda transformación.
Estas han sido las quintas elecciones autonómicas catalanas, celebradas precisamente en la víspera de un aniversario significativo, el de la muerte del general Franco. A 20 años del fin de un régimen que se instaló en la persecución del pluralismo político y del pluralismo cultural y lingüístico, la celebración repetida de este tipo de comicios y el comportamiento de los ciudadanos catalanes son todo un gesto de normalidad y de confianza en la democracia y en el sistema parlamentario, lo que ya constituye una excepción en la historia de España. Independientemente de los resultados, este solo hecho basta para que todos los españoles nos felicitemos.
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