Un concierto ejemplar

El programa monográfico que la ONE ha dedicado este fin de semana a Leonardo Balada (1933), sirvió, entre otras muchas cosas, para comprobar la solidez constructiva y el impecable oficio que posee el compositor catalán residente en Pittsburgh. Un homenaje a Sarasate, a partir del célebre zapateado, y otro a Casals, con todos los sentidos puestos en el El cant dels ocells, ambos de 1975, hicieron de pórtico a la reciente Sinfonía número 4 Lausana, estrenada en 1992 por López Cobos en la ciudad suiza, y continuación de una serie donde se sitúan la sinfonía en negro, dedicada a Martin Lutero King, la del Acero, inspirada en la ciudad de Pittsburgh, y una tercera donde el compositor se deja llevar por la fascinación del sonido popular y potente da las bandas americanas de viento.La tragifonía María Sabina era, en cualquier caso, el plato fuerte del programa. Se recordaba el escándalo mayúsculo que tuvo lugar en las representaciones de hace 25 años en el Teatro de la Zarzuela, ante un público de abono que la semana anterior había escuchado allí mismo a Freni y Pavaroffl cantando La Bohème, y que no aceptaba un texto de Camilo José Cela suficientemente atenuado por la censura para no herir sensibilidades lingüísticas.

No se ha reproducido el escándalo ahora, sino más bien hubo cortesía en la recepción y, si me apuran, hasta buena acogida. Los tiempos han cambiado y la capacidad de dejarse sorprender en música es cada vez menor. Balada hizo una reducción a 40 minutos de la obra escénica original para versiones de concierto, y así se estrenó en San Francisco en 1971 y ahora en España.

Defendió magistralmente el personaje de María Sabina la actriz Núria Espert. Las palabras llegaban transparentes, llenas de color y matices, con los ecos y la intensidad de la tragedia clásica intemporal. Respondieron con pulcritud la Orquesta y los Coros Nacionales, estos últimos con una indumentaria colorista y chillona, propuesta por el propio Balada para resaltar el carácter popular de su cometido.