San Antón
La mayoría de los madrileños conoce el convento de San Antón, que el otro día ardió parcialmente, por dos razones sobre todo: porque fue hasta 1989 colegio de los Escolásticos, y por la bendición de animales que se celebra en la iglesia de la calle de Hortaleza cada 17 de enero, festividad del santo abad a quien un cuervo llevaba el pan.Como muchas otras personas, yo solía visitar el convento, no para bendecir perros o gatos ni para estudiar latín o matemáticas, sino para mostrar a algún forastero paseante en Corte el soberbio cuadro de Goya La última comunión de San José de Calasanz que se conservaba en su iglesia. El sacristán, me acuerdo, refunfuñaba un poco y se hacía de rogar, pero al fin accedía a encender las luces del altar lateral donde estaba el lienzo.
Por el libro Las iglesias de Madrid de los señores García Gutiérrez y Martínez Carbajo me informo ahora de que el edificio de San Antón fue proyectado en 1735 por Pedro de Ribera, y rehecho por Francisco Rivas a principios del siglo XIX, cuando los Escolapios transformaron en colegio el convento de frailes antonianos. Goya, que había estudiado en las Escuelas Pías de Zaragoza, quiso mostrar su agradecimiento a la institución fundada en el siglo XVI por el aragonés José de Calasanz. Llegó incluso a devolver buena parte de los 16.000 reales que le habían pagado por pintar el cuadro.
Es una obra de un sobrecogedor dramatismo. Pintada en 1819, no en vano es contemporánea de las Pinturas Negras que Goya realizaba para su quinta. El santo, arrodillado, con el rostro lívido de un moribundo, recibe la comunión de manos de un sacerdote de rudo ademán entre el murmullo, que parece escucharse, de los rezos de la gento! que llena la iglesia.
Cuando, hace unos seis años, los Escolapios vendieron el convento, el cuadro fue depositado en el Prado y mostrado al público. Parece ser que ahora se encuentra en el edificio de las Escuelas Pías de la calle Gaztambide. La pregunta está en saber cuándo podremos los madrileños volver a contemplar el prodigioso goya.
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