Cataluña pone hoy a prueba las expectativas de Aznar y la capacidad de influencia de Pujol
Los poco más de cinco millones de catalanes con derecho a voto que pueden elegir a los 135 diputados del Parlament tienen hoy en sus manos buena parte del futuro de España. En Cataluña se pone en juego si Jordi Pujol logra su cuarta mayoría absoluta y, con ello, renueva su gran capacidad de influencia en el Gobierno español; si José María Aznar logra una fuerte subida que preludie su eventual victoria en las elecciones de marzo; si los socialistas son capaces de obtener un resultado digno que les infunda ánimos con vistas a las generales; si Iniciativa per Catalunya sube lo suficiente como para que Izquierda Unida aumente sus expectativas; y si Esquerra Republicana logra mantener su tercera plaza, impidiendo así que el PP ocupe ese lugar.
José María Aznar ha concebido las elecciones catalanas como el trampolín que debe impulsarlo a La Moncloa. Tanto él mismo como los miembros de la plana mayor de su partido han martilleado con ese mensaje en sus abundantes visitas a Cataluña. El portavoz del PP en el Congreso, Rodrigo Rato, ha sido el que lo ha expuesto con mayor claridad: "Cada día está más claro que en estas elecciones se decide también el resultado de las próximas generales".Cataluña, sin duda, es un trampolín, pero tan importante como conocer si el PP cumple sus expectativas será ver la capacidad de resistencia de los socialistas. En otras palabras, si la diferencia es 21 puntos a favor del PSC se reduce a 10 u 11 o los populares se quedan aún a 15 o 16 puntos de los socialistas.
Al contrario que los dirigentes del PP, los socialistas no se han volcado en la campaña catalana. La intención de alejarse del PSOE y su deteriorada imagen ha sido evidente con una sola excepción: Felipe González. El presidente del Gobierno sí ha participado en el mitin central del PSC y carteles con su, imagen han inundado las calles de las áreas más populares de la conurbación barcelonesa. Joaquim Nadal, el cabeza de lista socialista, ha planteado sus intervenciones en clave fundamentalmente catalana y rehuyendo en lo posible el enfrentamiento. Tal y como están las cosas, un descenso de sólo dos o tres puntos y la pérdida de no más de cinco diputados sería acogida con alivio por los socialistas.
Jordi Pujol se juega en estas elecciones bastante más que en las de 1992 o las de 1988. Porque ahora ha experimentado las mieles de lo que es cogobernar en Madrid (aunque fuera manteniendo las distancias), y no revalidar por cuarta vez la mayoría absoluta mermaría su capacidad de influencia en España. En la recta final de la campaña ha reclamado al electorado que le vote para que Cataluña pueda "incluso imponer" sus criterios al Gobierno español, sea éste del color que sea. Su objetivo de obtener 68 diputados o más -el listón de la mayoría absoluta- se lo juega en un puñado de votos. En clave de política catalana, quedarse en 66 diputados o mantener los 70 actuales no le va a impedir gobernar con comodidad porque es impensable un frente común de todos contra CiU.
Iniciativa per Catalunya-Els Verds, pese a su vinculación con Izquierda Unida, ha evitado plantear las elecciones de hoy como primarias de las de marzo. Julio Anguita ha pasado de puntillas por Cataluña y el cabeza de lista de IC-EV, Rafael Ribó, ha centrado su campana en golpear a Pujol. Es el que más ha aprovechado el caso De la Rosa para reforzar su mensaje de que el Presidente de la Generalitat ha gobernado "en favor de los poderosos". Iniciativa se juega hoy demostrar si sigue al alza y, sobre todo, si tras su asociación con los verdes cala su nuevo mensaje político, más próximo al radicalismo, democrático que al marxismo del que bebieron la mayor parte de sus dirigentes.
Angel Colom se juega el tercer puesto, que no es poco. Esquerra Republicana de Catalunya fue la gran sorpresa de las elecciones de 1992, y mantenerse inmediatamente detrás de CiU y el PSC sería demostrar que sigue subiendo y que hay parte de verdad en que los jóvenes que hoy votan por primera vez empiezan a conformar la "generación de la independencia". Estancarse y, sobre todo, verse superados por el PP lo vivirían los dirigentes republicanos como un fracaso.
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