Detenidas en Barcelona siete personas de una red que 'pinchaba' teléfonos
La policía detuvo ayer en Barcelona a los propietarios de la agencia de detectives Método 3, a tres detectives privados de la agencia y a dos empleados de Telefónica. Se les acusa de violación de secreto de comunicaciones. Los siete detenidos, bajo la cobertura de la agencia de detectives, integraban una red especializada en pinchar teléfonos por encargo y previo pago de elevados honorarios. Los usuarios de este servicio ilegal son empresarios e industriales y, posiblemente, algún político. En Método 3 colabora el policía en excedencia Joaquín Turrado, que antes trabajó con Juan José Folchi, abogado de Javier de la Rosa.
Los agentes de la brigada de Delincuencia Organizada de la Jefatura de Policía de Barcelona, la sección encargada de combatir a las organizaciones maflosas y la que lleva a cabo los trabajos policiales delicados, irrumpieron ayer por la mañana en las oficinas de Método 3 y detuvieron a la dueña de la agencia, la argentina Marita Fernández-Lado, al esposo de ésta, Francisco Marco Pullelo, al hijo de ambos, Fran cisco-Marco Fernández, y a un hijo de ella llamado Fernando Fernández Lado.Marco Pulluelo está suspendido por el Colegio de Abogados a causa de varios problemas legales derivados del ejercicio de su profesión. Marita Fernández, que había regentado una agencia de modelos, fundó, Método 3 en 1986. La agencia, con 30 empleados y numerosas áreas de trabajo, está especializada en investigaciones de riesgos de seguros.
Joaquín Turrado, policía en excedencia desde hace unos años, comenzó a trabajar en Método 3 después de haber colaborado en la empresa de seguridad ISDS. Esta última sociedad fue fundada por Juan José Folchi y era una de las empresas de seguridad que hacía trabajos para el financiero Javier de la Rosa. Turrado, además, estuvo vinculado a los servicios de espionaje del Seced, antecedente del servicio de inteligencia Cesid. Turrado no ha sido detenido.
La investigación policial que ha llevado a la detención de las siete personas se inició después de que directivos de Telefónica sospecharan que dos de sus empleados "hacían cosas raras".
Comunicadas estas sospechas a la policía, el seguimiento de los dos empleados desleales llevó a los investigadores a Método 3. Ayer, los agentes de Delincuencia Organizada se incautaron de centenares de cintas magnetofónicas e informes, el contenido de los cuáles está comenzando a ser estudiado.
Precios altos
La agencia cobraba elevadas tarifas por sus pinchazos -unos cinco millones de pesetas de media por trabajo- sin importarle quién hacía el encargo y qué utilización iba a darle a las grabaciones. "Eran mercenarios puros y duros. Por el dinero hacían todo lo que se les pidiera", señalan fuentes de la investigación.El método para pinchar un teléfono seguía los siguientes pasos: La agencia recibía el encargo de controlar a determinada persona. Método 3 pasaba el trabajo a dos empleados de Telefónica, quienes se encargaban de averiguar en su empresa el número de telefóno de la víctima para proceder a su control.
Uno de los empleados de Telefónica es un cualificado técnico. Es uno de los encargados de verificar si una línea ha sido intervenida ilegalmente, cuando Telefónica recibe una denuncia en este sentido.
Los investigadores señalan que los métodos y sistemas utilizados por la red de espionaje eran, además de sofisticados, muy buenos y difícilmente detectables. "Hacían trabajos de calidad", añaden.
Los investigadores policiales filmaron a los integrantes de la red cuando éstos procedían a pinchar líneas y a grabar conversaciones. Los dos empleados de Telefónica eran los encargados de identificar el cajetín de la red y de colocar en él un microemisor de corto alcance. En los alrededores del lugar del pinchazo, Francisco Marco Fernández y su hermanastro Fernado Fernández Lado, junto con una tercera persona, aparcaban sus coches -y en algunos casos incluso una moto-, desde los que procedían a grabar en cintas magnetofónicas las conversaciones que les enviaba el emisor del cajetín pinchado.
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