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Los últimos en partir

Las armas y las amenazas integristas siguen diezmando a los extranjeros

La misionera católica de origen francés Odette Hellene Prevaut, de la congregación Hermanitas del Sagrado Corazón ha sido la última europea en partir de Argelia. Abandonó el país el viernes, tras ser tiroteada por un comando integrista que la esperaba apostado cerca de la mezquita de Wafa, en el barrio de Kuba, en Argel. El cuerpo de la hermana fue enterrado ayer en el cementerio católico de El Harrach, muy cerca de las tumbas del hermano marista Henri Verges y de la monja asuncionista Paul Hellene Saint Raymond, asesinados el 8 de mayo de 1994, en una escuela biblioteca de la alcazaba.La hermana Prevaut, la undécima religiosa católica asesinada en Argelia, partió con la misma discreción con la que había estado viviendo durante los últimos meses, intentado pasar inadvertida, eludiendo los peligros de la violencia integrista, evitando desplazamientos inútiles y alojándose en el lugar de trabajo, el Centro de Estudios Diocesanos. En perfecta armonía con esta discreción, la hermana fue enterrada ayer, en presencia de algunos miembros de la comunidad católica y francesa, mientras llovía y Zerual celebraba su último mitin electoral.

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Pero ella no es la última. Permanecen en Argelia cerca de un millar de ciudadanos franceses, según datos oficiosos imposibles de contrastar en la embajada, que se niega a facilitar ninguna información. Junto con esta diezmada colonia francesa permanecen en el país magrebí unos 250 españoles, la mayoría de ellos empleados de las empresas del sector energético que trabajan en el este y el sur del país. Constituyen una población flotante, que ha reemplazado a los españoles de toda la vida, la gran mayoría de los cuales, por razones de seguridad ha preferido volver a España.

ldelfonso fue el penúltimo europeo en abandonar Argelia. Lo hizo la semana pasada. Había nacido y crecido en Blida, donde se instaló su padre, un anarquista del Levante español, al acabar la guerra civil. Allí Idelfonso se había casado con una argelina, había tenido dos hijos y fundado un hogar en torno a un taller de reparación de radios y televisiones. Todo este pequeño mundo empezó a tambalearse el día que desde el púlpito de una mezquita alguien le amenazó de muerte. Durante cerca de dos años ha estado preparando el regreso, malvendiéndolo todo antes de regresar a casa, a una España, que a duras penas le reconoce.

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