Empaque y señorío de César Rincón
La entrega de Jorge Gutiérrez en su faena al claro segundo y el empaque y señorío con que toreó César Rincón al noble tercero hicieron posible el éxito de la corrida inaugural de la temporada de oro mexicana, pese a que el resto del encierro por su difícil acometividad no fue propicio para el lucimiento de los alternantes.A Mariano Ramos le tocó el lote más descompuesto. El burel que abrió el festejo traía la cabeza alta y calamocheaba, pero el maestro de La Viga lo trasteó con decisión y oficio. Lo pudo dominar por el pitón izquierdo eslabonándole limpios y mandones naturales en tres series, porque el lado derecho era de cuidado. La concurrencia, que esperaba más, fue hostil con el diestro por el hecho de ser de las figuras mexicanas de mayor antigüedad.
Garfias / Ramos, Gutiérrez, Rincón
Toros de Javier Garfias, serios y de juego diferente, 3º bravo, flojos en varas.Mariano Ramos: media perpendicular desprendida (pitos); pinchazo y estocada honda caída (abucheos). Jorge Gutiérrez: estocada tendida delantera (oreja protestada); estocada tendida desprendida (silencio). César Rincón: estocada (dos orejas); pinchazo sin soltar, media delantera y tres descabellos (silencio). Monumental Plaza México, 12 de noviembre. Inauguración de la temporada de oro. Carteles de no hay billetes.
Pese a la mansedumbre del cuarto, que fue pitado en el arrastre, y ante la impaciencia del respetable, Mariano Ramos echó mano de sus recursos y realizó su labor con decoro.
Tras capotear con armonía al segundo del festejo, Jorge Gutiérrez empezó su faena con doblones para sujetar al oponente. Literalmente le sacó los pases al reservón pero franco ejemplar. Sus suertes tuvieron temple y gusto. El cornúpeta fue aplaudido en el arrastre. Con el incierto quinto, pitado en el arrastre, el hidalguense anduvo desangelado.
Hacía varias temporada s que César Rincón no actuaba en la Monumental Plaza México, y con el marco abarrotado, tuvo una triunfal reaparición. Con el tercero de la tarde logró el éxito. Saludó a su fieron adversario caminándole en una serie de lances templados y lentos. Su ortodoxa faena la inició con estatuarios sin moverse de su sitio causando admiración por el clasicismo con que toreó. Su creatividad fue de menos a más, pues siempre le dio Ia distancia idónea al noble animal, que mereció el arrastre lento. Cuando la res se entregó ligó naturales y derechazos en series que emocionaron a los 45.000 espectadores, que blanquearon los tendidos agitando sus pañuelos.
Al resabioso toro que cerró plaza, el diestro colombiano quiso domeñarlo, pero cuando se convenció de su peligrosidad, lo aliñó con brevedad. César Rincón fue despedido con cerrada ovación.
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