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Crítica:TEATRO: 'LA CAMISA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una lápida sobre el teatro

La camisa es de 1962: "Estas cosas ya no pasan", se dice. Algo está pasando, sin embargo, y no tiene su cronista, como lo tuvo el pueblo de esos tiempos: Lauro, antes Arniches, y Buero, al mismo tiempo qué Sastre; y más. Lo que ya no pasa es el teatro: ha adelgazado, se ha empequeñecido, como otras maneras de estar y ser en la vida. Ya no existe el barrio de Pozas, que el propio Lauro Olmo defendió hasta el final, ni la emigración. Sería extraordinario decir que no existe la pobreza, paro, subproletariado, mendicidad. Pero no se cuenta con nada de ello en el teatro. ¿Qué público tendría? El público rebelde apenas existe.Dice el director, González Vergel, que Lauro "ha sido objeto de la más sañuda y vergonzosa represión crítica". Esto, simplemente, no es verdad. Ha tenido una represión de los directores empresarios; él mismo no ha intentado esta reposición hasta que la muerte del autor, algunas promesas al pie de la tumba, una necrología exaltadora (la de la crítica) 37 algunos arrepentimientos dan facilidades económicas. Por algún tiempo. Lauro.Olmo ha tenido el abandono de su propio partido socialista, la lejanía de los repartidores de dinero, el desprecio, el abandono de las empresas institucionales y priva das. No era exquisito. Incluso era un hombre enormemente honrado, y eso suele ser desagradable e incluso acusatorio. Y, por qué vamos a ocultarlo, no todas sus obras han tenido esta repercusión ni le han salido iguales. Ni nadie, sin dinero ajeno, pone en escena una obra con 15 personajes que hablan, más las comparsas. Ni los autores saben moverlos: viven a costa de escenas de dos personajes, o de monólogos. ¿Qué hacen los directores con la masa de una obra coral (protagonista, un barrio pobre)? Vergel sí la mueve, sí la si túa, y estos actores, veteranos o infantiles, colocan su palabra cuando y como hace falta para el género abandonado. Ni nadie ofrece a nadie un drama popular, como se confiesa éste. Menos, uno que cuente la verdad de esta crisis profunda de país. Para contar la de ahora hará falta, también, que pasen muchos años y alguna muerte.

La camisa

Drama popular de Lauro Olmo, 1962. Intérpretes: Elvira Traveli, Rafael Aladro, Jesús Molina, Luis Marín, Analía Ivars, Ramón Quesada, Manuel Gallardo, Carmen Latorre, Teófilo Calle, Olivia Zurbano, Queta Claver, Ramón Pons, Dionisio Salamanca, José Antonio Ferrer, Julia Martínez. Escenografía y figurines: Manuel Mampaso. Dirección: Alberto González Vergel. Teatro Bellas Artes 10 de noviembre de 1995.

Por eso, este casi monumento arqueológico que parece enseñar que en 33 años ha cambiado tanto el país (y no es verdad) tiene un valor: el de que no es una lápida sobre una tierra baldía y una época acabada, sino sobre un teatro que ya no se trabaja. Ni en ninguna de sus continuaciones técnicas: cine o televisión.

Alegorías

Otra cosa es la crítica literaria: la blandura folletinesca y tierna de algunas escenas o de algunos personajes, la lágrima melodramática, los personajes esquemáticos. Las alegorías (el globo perdido en los cielos: como la leche derramada en Buero o, en fin, el paso de las aceitunas con que empieza este teatro español de la desgracia popular y su sueño; el de la quiniela, que en Buero fue una la lotería), las gentes de pieza única. Habría que recordar que algunos folletinistas fueron socialistas y que Umberto Eco, hizo una tesis de Folletín y consolación. Y la vena de Arniches, que no era indiferente políticamente. Tampoco lo es, claro, esta vena de Lauro: y quizá por ella, tan directa, haya sufrido más represiones de las que se reconocen.La representación: a la antigua usanza. El casticismo madrileño ha perdido su uso prosódico: queda más vivo en los actores antiguos (Elvira Travési, Queta Claver) y renace en los infantiles (Rafael Aladro). Hay diálogos con la dialéctica de lo amargo: entre estas dos mujeres, o entre Manuel Gallardo y Julia Martínez: no pongo más que algunos ejemplos. Un personaje blando como el de Teófilo Martínez me gusta poco, pero entre el público del estreno -tan reparador de la historia de Lauro Olmo- despertó gran admiración.

Hubo unas flores depositadas en la corbata del escenario: un homenaje al autor desaparecido después del fraude en que tuvo que vivir toda su vida. Vergel no salió a saludar, por decisión propia, aunque el público aprobó su trabajo.

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