Mis relaciones con el viejo PCE
En el segundo pliego sobre la transición española que nos está ofreciendo EL PAÍS aparece una entrevista de Victoria Prego con Santiago Carrillo en que éste hace una referencia expresa a mi, que quisiera matizar por no estar plenamente ajustada a la realidad. A la pregunta de Victoria Prego: "Entran hasta los católicos", Carrillo contesta: "Y los curas vienen al partido, pero esto es a finales de los años sesenta, cuando tenemos contactos muy frecuentes con gentes como González Ruiz, el canónigo de Málaga. Yo me acuerdo que en París discutíamos con frecuencia él y yo, y una de las veces le digo: 'Bueno, ¿hay alguna razón ideológica que te impidiera ser miembro del comité central del partido'. Y me dice: 'Ninguna".En primer lugar, yo no recuerdo una conversación mía con Carrillo en estos términos. Mis contactos con el PCE fueron casi siempre a través de Manuel Azcárate, con quien recorrí una buena parte de Europa occidental y oriental en aquellos famosos diálogos entre cristianos y marxistas. Pero, a más de no acordarme de ello, confieso que era imposible que yo respondiera así. Para esa fecha ya hacía unos años que yo había publicado mi libro Marxismo y cristianismo frente al hombre nuevo, que fue traducido a varios idiomas y del que se hicieron varias ediciones. Pues bien, en él defendía yo como tesis principal que la antropología marxista y la cristiana eran totalmente contrarias. Para los marxistas, "el hombre nuevo" era el hombre genérico, la especie. Para los cristianos, se trata del individuo que espera trascender su propia muerte en busca de una "resurrección", en la que cree, aunque no sabe ni pretende describirla.
Mi objeción a los marxistas era que me parecía cruel luchar para que una o varias generaciones se sacrificaran para que una generación futura viviera paradisiacamente. Mi única respuesta a la presencia del mal y de la injusticia ha sido siempre la esperanza cristiana de un más allá resurreccional. Sin embargo, en mis diálogos con los marxistas siempre acudí al planteamiento propuesto por Juan XXIII, o sea, que organizaciones, de diversas y aun contrapuestas ideologías puedan trabajar juntas en la praxis de la liberación humana. Ahora bien, ingresar en el partido comunista implicaba asumir su ideología de una antropología "genérica" y no "individual".-
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