Un soldado-político para la guerra y la paz
Isaac Rabin, asesinado ayer por un estudiante judío de 27 años, tenía 73 años y medio en el momento de su muerte. Nacido en Jerusalén, siguió la trayectoria de muchos jóvenes sionistas desde el inicio de los años treinta. Ingresó en la escuela agrícola Kaduri, en Galilea, pues el ideal de entonces estaba en convertirse en pionero de una comuna agrícola, kibubtz. Se relacionó con Igal Allon, que también fue luego primer ministro, y que vivía entonces en un kibutz vecino, al borde del lago Tiberiades. Fue por Igal Allon, futuro comandante del Palmach, cuerpo de élite de la Haganá -ejército de resistencia creado clandestinamente durante el mandato británico- por quien Rabin entró a nutrir las filas del Palmach. Rabin subió rápidamente en el escalafón y, cuando estalla la guerra de la independencia, en mayo de 1948, es ya comandante del batallón. Unos meses después, dirigió el regimiento Harel, que combatía en los montes de Jerusalén.Al terminar la guerra, en 1949, Rabin no siguió el ejemplo de su amigo Allon, que dejó el ejército por la política. El se convirtió en militar de carrera en el joven Tsahal y participó en las guerras de 1956 y 1967. Convertido en jefe, de Estado Mayor en 1964, es considerado por sus compañeros de armas como el arquitecto de la victoria de junio de 1967, porque había dirigido la transformación del Tsahal, de un ejército de partisanos en un ejército de élite, donde oficiales y soldados aprendieron a dar pruebas de disciplina sin perder el espíritu de iniciativa. Fue a Moshe Dayan, el venerado ministro de Defensa, a quien se atribuyó la gloria de la victoria, pero fue Rabin quien realmente la hizo posible.
Embajador en Washington
Rabin dejó la carrera de las armas tras la guerra de 1967 y fue nombrado embajador de Israel en Washington. Golda Meir, entonces primera ministra, mostró más confianza en su embajador que en su ministro de Asuntos Exteriores, Abba Eban. Los cuatro años de Rabin en Washington, ejercieron, según su propia confesión, una fuerte influencia sobre el futuro primer ministro de Israel. "He aprendido a mirar a mi país, Israel, desde la perspectiva de Estados Unidos, superpotencia cuyos intereses alcanzan al mundo entero", declaró Rabin.
Tras la guerra de octubre de 1973, el Gobierno de Golda Meir fue forzado a dimitir, y en 1974 Rabin se convirtió en primer ministro. Su Gobierno no duró más de dos años. A consecuencia de un escándalo provocado por la compra ilícita de dólares que hizo su esposa, Lea, en Washington, Rabin dimitió.
Las elecciones de 1977 dieron el poder a la coalición conservadora Likud, que dirigía Menájem Beguin, tras 29 años de reinado laborista ininterrumpido. Tras la derrota, comenzó una larga travesía del desierto (15 años), en el curso de la cual el Partido Laborista se desgarró por la lucha que enfrentó a Rabin y a Simón Peres. Unas veces, Peres estuvo arriba. Otras, Rabin. A la vista de las elecciones de 1992, el partido se unificó bajo la dirección de Rabin. Contra todo pronóstico, Peres aceptó su liderazgo y se comprometió públicamente a apoyarle en la realización de su programa: hacer la paz con los vecinos árabes de Israel.
Los laboristas ganaron las elecciones de 1992 y el tándem Rabin-Peres se comprometió en el camino de la paz. Al principio, Rabin, marcado por 27 años de vida militar, aceptó mal la negociación secreta en Oslo con la Organización para la Liberación de Palestina, pero este hombre pragmático y visionario a vez, supo remontar sus aversiones por Yasir Arafat, considerado todavía un jefe terrorista. El 13 de septiembre de 1993, los acuerdos de Oslo fueron firmados en Washington, y Rabin estrechó la mano de Arafat en el jardín de la Casa Blanca. Fue la ruptura con todo un pasado. Por ello recibió junto a Peres y Arafat el premio Nobel de la Paz.
Rabin no retrocedió jamás del camino que había emprendido. A pesar de los ataques de la derecha nacionalista y religiosa, a pesar de los atentados sangrientos de los extremistas islámicos, Rabin dijo y repitió que Arafat es el compañero de Israel en el proceso de paz. En medio de esta difícil negociación, Rabin firma la paz con el rey Hussein de Jordania. Tenía la satisfacción de ver a Israel cada vez más aceptado en Oriente Próximo y en el mundo.
Poco antes de caer bajo las balas de un asesino, Rabin había hablado en una gigantesca manifestación convocada en Tel Aviv bajo el lema Por la Paz, contra la violencia. "He hecho la guerra contra los árabes durante 27 años, porque no tenía otra elección. Hoy hay una gran oportunidad de conseguir la paz. Por ello me he comprometido en la vía de la paz y sé que esta política tiene el apoyo de la mayoría del pueblo. Continuaremos por ese camino". Más de 100.000 personas le ovacionaron, reunidos en la plaza de los Reyes en Tel aviv. Fueron sus últimas palabras. Su testamento.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.