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Una filial de Time Warner compra la mítica editorial feminista Virago

El mérito de Virago, fundada en 1973 por la australiana Carmen Callil, fue convertir una editorial feminista en un negocio rentable. Pero los nuevos vientos que soplan en el terreno ideológico y el económico, y las feroces rivalidades internas han dado al traste con una de las más carismáticas editoriales británicas. Virago fue adquirida el jueves por Little Brown, una subsidiaria de la empresa dedicada al entretenimiento Time Warner, que, supuestamente, ha pagado unos 260 millones de pesetas por la firma. La nueva propietaria ha asegurado que no cambiará la orientación.

Dedicada desde su fundación a rescatar del anonimato o del olvido a las mujeres escritoras, Virago alcanzó un notable éxito económico publicando las obras de Edith Wharton y Vera Brittain en los años setenta. La editorial llegó a ser un punto de referencia para los amantes de la lectura y un lugar al que acudir para muchas escritoras noveles, como Pat Barker, que figura ahora, con The gosht road, entre los finalistas del premio literario más importante del país, el Booker. Apoyada por un equipo consultor que incluía prestigiosas figuras del feminismo como Germaine Greer y Angela Carter, la editorial vivió una etapa de euforia coincidente, quizá, con el propio movimiento feminista.

Pero, a las desavenencias surgidas en la dirección del grupo -en parte un reflejo de las tensiones entre el punto de vista pragmático defendido por la fundadora, Carmen Callil, y la línea feminista dura de la directora, Ursula Owen, a quien Callil había cedido el 301/o del negocio- se sumó un declive económico considerable a finales de los años ochenta. A partir de ese momento, Virago se precipitó cuesta abajo por un vertiginoso camino de declive, repleto de episodios de compra y venta.

Golpe de nostalgia

Las tres dueñas de la editorial - Callil, Owen y Harriet Spicer- decidieron venderla a una firma británica, Chatto, Cape y Bodley Head. Más tarde, una casa de más empaque, Ramdon House, se interesó por Virago y cerré un trato nuevamente ventajoso para las tres mujeres. Un golpe de nostalgia las llevó, sin embargo, a recuperar la firma, con la ayuda de un préstamo que se saldaría más tarde con la cesión del 40% de las acciones al magnate del mundo editorial Bob Gavron.Desde entonces, Virago no ha levantado cabeza. El regreso de Callil no hizo sino agravar la situación. Callil se negó a aceptar la fórmula de decisiones colectivas que imperaba en la editorial y se negó a seguir publicando libros sobre lesbianismo. "No entendí debidamente lo que significaba ser políticamente correcta. No tenía una actitud favorable al funcionamiento colectivo. Yo soy una líder natural", declaraba recientemente Carmen Callil, quien, en septiembre pasado, sugirió la venta como la mejor salida posible. El futuro de Virago está ahora en otras manos y, pese a la insistencia de los nuevos propietarios en que no habrá cambios, todo hace suponer que los tiempos de la editorial feminista han terminado.

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