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Los cuartetos de cuerda viven días de gloria

El Kronos Quartet, de San Francisco, ha revolucionado el repertorio

Diego A. Manrique

Los cuartetos de cuerda, antaño considerados como la expresión musical de la burguesía ilustrada, viven momentos de esplendor. Su repertorio ha sido revolucionado por el Kronos Quartet, modélica agrupación de San Francisco que publica estos días un muestrario de sus 10 últimos años de actividad. El formato todavía puede dar sorpresa, como demuestra el éxito del Soweto String Quartet, cuatro músicos surafricanos que tocan piezas pop y aires de su tierra con instrumentos del siglo XVIII, y que se han convertido en uno de los símbolos de la nueva Suráfrica.

Sandile Khemese y su hermano Reuben descubrieron el violín a mediados de los sesenta, cuando un periódico de Johanesburgo patrocinó una donación de instrumentos a los jóvenes con talento musical de Soweto. No debió ser fácil dedicarse a la música en aquellas calles violentas, pero los hermanos Khemese destacaron lo suficiente para, a finales de los setenta, conseguir sendas becas en el Reino Unido para perfeccionar sus estudios.Cuando volvieron a su país, encontraron un clima político que desaprobaba la música europea y enfatizaba las tradiciones autóctonas. Fue una segunda educación que determinó el establecimiento del Soweto String Quartet como grupo en la encrucijada, tanto estética como social: alistaron a su hermano Thami, pero la viola quedó a cargo de Makhosini Mnguni, de origen zulú.

El Cuarteto de Cuerda Soweto llamó la atención de Grahame Beggs, uno de los principales productores surafricanos: había algo seductor en la fusión de instrumentos y técnicas europeas con repertorio africano. Desde entonces se han convertido en uno de los símbolos de la nueva Suráfrica, presentes en actos multitudinarios.

Zebra crossing, el primer disco del Soweto String Quartet, se publica ahora en España (BMG) y tiene visos de repetir el éxito de su país natal: su exuberancia rítmica, sus inflexiones africanas resultan genuinamente irresistibles. Cierto que Zebra crossing es un descarado producto crossover destinado a un público masivo: temas de Paul Simon, Sting y Dave Grusin conviven con nanas, canciones festivas o de lucha y hasta el himno Dios bendiga Africa.

El Kronos Quartet también ha utilizado voces o instrumentos ajenos en sus grabaciones, pero siempre por exigencias de las partituras. El cuarteto californiano lleva más de 15 años ampliando las fronteras en la literatura cuartetística, incorporando firmas como James Brown, Jimi Hendrix, Thelonius Monk, Bill Evans o Astor Piazzolla: "Cuando han caído barreras más absurdas, como el muro de Berlín o el apartheid, no entendemos que se pretenda mantener la segregación entre música culta y música popular".

Aunque el repertorio del Kronos se base en autores establecidos de la vanguardia estadounidense, de Charles Ive a Philip Glass, han hecho un serio esfuerzo por evitar ser acusados de etnocentrismo, encargando piezas a compositores africanos o de la antigua Unión Soviética: "Hemos perdido la cuenta de los estrenos que tenemos en nuestro haber. En un mundo donde la comunicación nos acerca a todos, la insistencia en tocar el repertorio canónico, del siglo XIX o del XX, sólo se puede explicar por pereza o por motivaciones comerciales".

El Kronos Quartet se escapa del limbo comercial donde funcionan los cuartetos de cuerda al usar la mercadotecnia de cualquier grupo pop: cuidan las portadas, usan ropas de diseño en vez de uniformes, editan compact-disc singles, seleccionan temas para la promoción en radio. Y van al encuentro de un público nuevo, tocando en discotecas, iglesias o al aire libre.

Una sólida estrategia

Una estrategia que ha dado resultados: llevan más de un millón de copias vendidas de los 17 discos que han editado en él sello Nonesuch, una cantidad insólita tratándose esencialmente de música contemporánea.Sin embargo, el impacto del Kronos no se puede medir por el número de ejemplares despachados. Sin su ejemplo, tal vez el Brodsky Quartet seguiría con su repertorio ruso, sin atreverse a grabar con Elvis Costello The Juliet letters ni a fotografiarse con una Harley Davidson en la portada de Brodsky unlimited. Lo mismo con el Balanescu String Quartet, que ha trabajado con los Pet Shop Boys y Kate Bush, aparte de registrar composiciones de Kratfwerk, David Byrne o John Lurie. Muchos de ellos van a estar presentes el próximo año en Copenhague en una cumbre de cuartetos, que pretende confirmar que la música de cámara ha dejado su hábitat reservado para iniciar la aventura de llegar a oídos sin prejuicios.

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