Dreyer y Nieves Conde reviven el clasicismo
Finalizó anoche el concurso con otras dos películas irrelevantes: la norteamericana Vivir rodando, una historia simpática y ocurrente pero pésimamente dirigida; y la británica Besos de mariposa, que es de las que pretenden mucho y no consiguen nada. Mientras, el homenaje al gran director español José Antonio Nieves Conde y las últimas proyecciones de la obra completa del genialcineasta danés Carl Theodor Dreyer, cumbre indiscutible del cine, convirtieron a esta Seminci en un impagable esfuerzo de recuperación del cine clásico, cada día más necesario dentro del desorientado cine actual.
La edición de la Seminci que hoy finaliza quedará en la memoria por pocas pero buenas razones. La primera es que en ella se estrenó Nelly, una nueva gran obra del maestro francés Claude Sautet. La segunda es el descubrimiento en España del singular y magnífico director serbio Goran Paskalievic, que con la humildísima producción La otra América da nueva sangre a viejos esquemas anquilosados. La tercera es la revelación de la actriz española Icíar Bollaín como una magnífica escritora y directora de películas, pues ofrece síntomas de una insólita madurez y hondura en Hola, ¿estás sola?
Y la cuarta es una constante dominante en toda la programación paralela, consistente en hacernos evidente que en cine clásico podemos encontrar rasgos de modernidad mucho más profundos que los dominantes en la inmensa mayoría de la producción actual. Por ejemplo, en la última de las cuatro historias que componen Más allá de las nubes, Antonioni da una lección de apasionante modernidad precisamente porque recupera en ella el tono y el estilo clásico que caracterizó a sus grandes obras, realizadas a caballo entre los años cincuenta y sesenta.
Con parecido rasero hay que medir la importancia de la proyección de la obra completa del genial danés Carl Theodor Dreyer, uno de los cineastas supremos de la historia del cine, que desde Valladolid ha impartido estos días apabullantes lecciones de talento, de belleza y de modernidad a los "modernos" de turno, que se han limitado a dar sus habituales lecciones de impotencia en el concurso, que ayer finalizó con la película americana Vivir rodando, un bonito guión realizado por un director analfabeto llamado Tom Dicillo; y Besos de mariposa, pretenciosa película británica que fracasó merecidamente hace seis meses en el último festival de Berlín.
Buen oficio
Lecciones de talento, rigor profesional y buen oficio dan también las grandes películas dirigidas por el segoviano José Antonio Nieves Conde, director de Balarrasa, El inquilino y Los peces rojos, entre docenas de conocidísimas películas. El gran cineasta español, apartado de su oficio desde hace 19 años, recibió aquí anoche un cálido homenaje de colegas y discípulos, que intervinieron en una mesa redonda previa a la proyección de su más célebre película, Surcos, un título con resonancias legendarias e indispensable para entender la llegada de la más fértil etapa de la historia del cine español, la de los años cincuenta. La Seminci completó este homenaje con la edición de un magnífico Ebro de Francisco Llinás titulado Nieves Conde, el oficio de cineasta.
La carrera de Nieves Conde comenzó en 1946 con Senda ignorada. En. 1950 realizó Balarrasa, que le convirtió de la noche a la mañana en el más popular director español; y al año siguiente, con Surcos, esta popularidad se afianzó, pero al mismo tiempo se vio amenazada por la hostilidad de la censura franquista, a la que no pasó desapercibida la dureza crítica y la gravedad de la visión de la situación de España que contenía esta excepcional película e hizo todo lo posible por convertir su dinamita en pólvora mojada. Pero Surcos hizo escuela y la obra de Nieves Conde se convirtió desde entonces en una referencia indispensable para el vuelco que experimentó el cine español en los años inmediatamente posteriores a la filmación de esa película.
Nieves Conde siguió realizando películas de manera ininterrumpida hasta 1976, año en que dirigió Volvoreta y Más allá del deseo, los dos últimos títulos de tina obra completa compuesta por 26 largornetrajes, casi uno por cada año que el cineasta estuvo en activo.
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