¿Por qué los canarios cantan boleros?
Los Sabandeños presentan pasado mañana en Madrid su antología de boleros. Hasta ahora, durante 30 años de vida, el grupo canario había revalorizado el folclor insular, para darle identidad y fuerza, y se había constituido también en un verdadero puente musical entre España y América Latina. De las folías a la samba, y ahora viene el bolero. ¿Por qué el bolero, por qué los canarios cantan boleros? Elfidio Alonso, el líder del grupo, que además de periodista, folclorista y noctámbulo, es alcalde de La Laguna, lo explica' como él suele: acudiendo a la historia y describiendo la vieja herencia latinoamericana que llevó a Tenerife a Ernesto Lecuona, que murió precisamente en un hotel de la isla, entre otros tantos cubanos que hicieron boleros para la historia. Explica, además, y ahí está el quid de la cuestión, que el bolero está como las piernas en la constitución del canario: no hay parranda insular -y hay tantas- que no concluya, entre vino clarito, chochos -los peninsulares los llaman altramuces- y manises, con una guitarra que de pronto despierta boleros. Ellos -Los Sabandeños- han estado 30 años aguantándose las ganas de cantarlos en disco, pero ahora han cumplido con la vocación y con la herencia, y lo han hecho de la mano del propio Lecuona, de Benny Moré y hasta de Mario Benedetti, cuya poesía irónica, sentimental y penetrante tantas veces le da la mano, suave y humorística al bolero desesperanzado. Antes Los Sabandeños se habían servido de personajes como Valdano, Charo López o Paco Rabal para apoyar algunas de sus interpretaciones; esta vez traen también artistas invitados: siendo tantos como son en el propio grupo, que se junten con más gente es también un símbolo del carácter canario: no nos gusta estar solos.Ahora han pasado muchos años para todo el mundo, pero para explicarse por qué Los Sabandeños cantan ahora boleros habría que remontarse al propio origen del grupo, cuando en Canarias todavía se cantaba bajito, en tiempos en que las islas no se habían recuperado aún de aquella guerra civil que allí además tuvo su infeliz nacimiento. Nacieron casi jugando en medio de las parrandas que les llevaban hasta los últimos bares de la noche, y de pronto fueron convocados a la universidad y a todas las ¡slas -Los Sabandeños fueron, en la posguerra, el principal factor de unión sentimental en un archipiélago fatalmente desunido- para explicar un mensaje huevo: hay muchas clases de canarios, pero ninguno canta en jaula.
Era el folclor ilustrado, asentado en la tradición de las islas pero estudiado como si fuera una carrera. Ese trabajo, que ha continuado sin desmayo hasta sumar más de 30 discos en 30 años, ha abierto el camino a muchos otros músicos y hoy puede decirse que ese renglón de la cultura insular goza de una salud y de una vitalidad envidiables. Pero aquellas juergas del origen de Los Sabandeños no eran juergas con folías, ni con isas ni con malagueñas, sino con boleros. Era la música inevitable: los que conozcan las islas saben que aquel territorio es también una parte entrañable de América Latina y por allí no sólo pasan los barcos y la gente que va y viene, a veces porque sí y a veces porque no hay más remedio: la emigración de los tiempos más duros fue incesante, y las islas tienen una gratitud indesmayable hacia la hospitalidad del paisano de la otra orilla que le dio la mano y le regaló hasta la voz. Esos barcos y esa gente han dejado en el aire, también, la música, y eso ha hecho que a nosotros, los canarios, nos resulte normal escuchar ese sonido transversal canario-americano en las voces de todos los músicos insulares, desde Yuya a Pedro Guerra, desde Los Goflones a Mestisay. En ese aire que al fin se ha constituido ya como el aire de Canarias el bolero es lo normal: el canario es sentimental y melancólico, y aunque a nadie se le ocurre ya decir que además es aplatanado, sí es cierto que mantiene una actitud como de despedida y desencanto, que son las manos con las que el bolero a veces acaricia los cabellos y cierra los ojos de sus intérpretes.
Tierra aislada por su propia naturaleza, abierta como el mar a tantas influencias, fue el lugar donde Breton halló la hermandad surrealista y donde Humboldt quiso pesar el aire, para compararlo. García Márquez dice que en todas partes ocurren cosas mágicas, y a veces habla de Tenerife -la isla por la que pasó más- para explicar que en el fondo del océano hay una raya que lleva a Cuba, a Colombia y a Venezuela. Por esa raya debió transitar el ritmo, que ahora es un bolero cantado por ese grupo de muchachos que ya tienen 30 años más y que se siguen llamando Los Sabandeños.
Babelia
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