La UE coloca las relaciones con América Latina entre sus prioridades
América Latina se ha instalado esta semana en el en el grupo de cabecera de las prioridades internacionales de la Unión Europea (UE). La Comisión ha aprobado un documento en el que se establece la estrategia europea respecto a esta zona, considerada económicamente emergente hasta el año 2000, basada en estrechar relaciones con cada una de las agrupaciones regionales -políticas, de cooperación y de impulso al libre cambio-, y apoyadas en unas ayudas financieras de 1.343 millones de ecus, unos 215.000 millones de pesetas.
Hasta la caída del muro de Berlín, Europa mantenía dos vínculos privilegiados, Estados Unidos y Japón, aparte de los países ACP (África, Caribe, Pacífico), en su mayoría antiguas colonias de las antiguas metrópolis europeas.Desde entonces, las relaciones internacionales de la UE se han diversificado vertiginosamente. La UE "asume de hecho una responsabilidad particular en la transición de la Europa central y del Este; de la misma manera, Europa ni quiere ni puede alcanzar sus objetivos que se ha fijado sin una política activa respecto de los países del Sur, sea el Mediterráneo, que reviste una importancia particular por razones económicas y de proximidad, los países de Asia o los ACP", indica el documento aprobado a instancias del vicepresidente Manuel Marín. Este mapa se completa ahora con América Latina: "La UE debe estar igualmente presente en las zonas emergentes a nivel mundial, como América Latina".
Este área ha registrado progresos políticos (democratización en la mayoría de países) y económicos (alejándose de la "década perdida" de los ochenta, el subcontinente ha crecido al ritmo dé un 3,2% entre 1991 y 1993 y al 3,7% en 1994), pero necesita aún de políticas macroeconómicas rigurosas y constituye terreno abonado, para un mayor acercamiento a la UE, sostiene la Comisión. Hasta hoy: el balance de estas relaciones es intenso, pero algo desordenado.
Intenso, porque la UE es el principal suministrador de Ayuda Oficial al Desarrollo. Si en 1982 aportaba el 47% del total, en 1993 proveyó el 61,5%, doblando casi el conjunto de EE UU y Japón (ver cuadro). El presupuesto comunitario ha dispensado desde 1974 más de 3.000 millones de ecus (medio billón de pesetas), créditos aparte.
Intenso también por el peso de las inversiones exteriores (entre 1980 y 1989 América Latina recibía el 45,5% de ellas de Europa, y el 43,5% de EE UU) y por el incremento de los intercambios comerciales. Las exportaciones europeas a América Latina han aumentado el 41% entre 1990 y 1993, por lo que esta zona "constituye el continente más dinámico" para el comercio exterior europeo. La UE es el segundo socio comercial del. conjunto, aunque es el primero para ocho de sus países.
Pero la relación es asimétrica, pues los flujos comerciales representan más del 20% del comercio exterior del subcontinente, que sin embargo ocupa "un lugar modesto en el comercio exterior de la UE", alcanzando sólo el 5% de su flujo comercial global. Por eso Europa ha tratado de compensar el desequilibrio con concesiones industriales y agrícolas en el marco del Sistema de Preferencias Generalizadas. Puede además emprender la exoneración de derechos de aduana a determinados productos estratégicos y aumentar los proyectos de promoción comercial.
Políticamente, la relación ha sido múltiple y compleja, a causa del diferente tamaño de los Estados; la diversidad de poblaciones, religiones, culturas y lenguas; la irregularidad demográfica y las desigualdades en el nivel de desarrollo.
Esta heterogeneidad exige que la estrategia no pueda ser ni de país a país ni de bloque a bloque, sino por subbloques regionales (Pacto Andino, América Central, Mercosur, con algunos casos aparte específicos como México, Chile o Cuba, sobre la base del regionalismo abierto", es decir, la cohesión de determinados grupos de países, pero sin levantar nuevas barreras).
Se trata de agrupar y no dispersarse en demasiadas. relaciones bilaterales. Estas obedecerán a tres objetivos definidos: estrechar lazos políticos, fomentar la integración regional sobre la base del libre cambio y la cohesión económico-social y, especialmente, un nuevo tipo de cooperación. En lugar de infinitos proyectos diseminados y escasamente controlados, se establece una estricta lista de "ejes prioritarios": el apoyo a los procesos democráticos, la lucha contra la pobreza y la marginación social y el fomento de la competitividad internacional.
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