El abuelo comparte piso
Estudiantes universitarios viven con ancianos para ahorrarse el alquiler
En tiempos de escasez de alquileres y de precios desorbitados, una ONG afincada en la Universidad Complutense, Solidarios para el Desarrollo, tuvo la idea a finales del curso pasado de poner en contacto la soledad de algunos mayores y el poco dinero de ciertos estudiantes.El resultado de la idea son ya nueve parejas abuelo-universitario que ya viven juntas en Madrid. Una de ellas es la compuesta por Josefa de Frutos, de 85 años, a quien todos llaman Pepita, y su compañera de piso, Gloria Cerceda, de 27 años, estudiante de quinto curso de Biología de la Universidad Complutense. Gloria cuenta que este año, además de los apuntes de la facultad, aprende con gusto otra asignatura más original: cómo es la convivencia con una jubilada a la que no le unía nada en este mundo excepto el mutuo deseo de vivir juntas.
La propuesta de la asociación es simple: el anciano aporta la casa y el joven, su presencia, su ayuda y su compañía. Los gastos de electricidad, agua y teléfono son compartidos. Hay lista de espera. La asociación, que cuenta con la ayuda de la Complutense y del Ayuntamiento de Madrid, ha recibido ya 40 llamadas de jubilados dispuestos a dejar una habitación de su vivienda a cambio de que alguien joven esté a su lado; también hay un centenar de estudiantes que se han puesto en contacto con Solidarios para el Desarrollo.
Pepita y Gloria llevan una semana viviendo juntas. Las dos, por ahora, sólo cuentan bondades del sistema. La señora mayor se siente acompañada y protegida. Sus piernas ya no le sostienen bien.
Gloria se ahorra unas 30.000 pesetas vitales: "Pensé este año estudiar a distancia, porque en mi casa, en Valdepeñas, no nos podíamos permitir el lujo de que yo viniera a Madrid", cuenta. El beneficio añadido de la joven es la cantidad de historias que encierra la inagotable memoria de Pepita, una locuaz narradora de anécdotas, personajes y sucesos del barrio de Ventas, donde nació y donde vive. Gloria escucha con atención todo eso que no cabe en ningún libro. Eso sí, a Pepita no le gusta que su joven compañera de piso llegue tarde. Gloria, no muy trasnochadora, aparece siempre a las diez de la noche, más o menos. "Los jóvenes se tienen que adaptar a nuestras costumbres", explica Pepita, que añade, con un deje de disculpa: "Las costumbres, a mi edad, ya son vicios".
Cuando Gloria regresa de la universidad, Pepita ha preparado la cena. Después llegan las historias de cuando lo que hoy es la M-30 no pasaba de solar pasto de merenderos.
Programa de pisos compartidos entre ancianos y estudiantes. Información en el teléfono 394 69 29.
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