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40ª SEMANA INTERNACIONAL DE CINE DE VALLADOLID

'Cyclo' niega con violencia la trivialización de la violencia en las películas

Jugar a la violencia por la violencia, convertir el crimen en un espectáculo gozoso, trivializar el tiro en la nuca y extraer de él una simple fuente de disfrute, es una tendencia sancionada por películas de gran audiencia que encumbraron a David Lynch, Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, entre otros creadores de la oleada de imágenes sanguinarias que quiere ser signo del cine moderno. Esta tendencia ha tenido este año una contundente refutación en películas que exponen la violencia en toda su atrocidad, pero desde un ángulo ética y estéticamente opuesto. Cyclo, que inauguró esta Seiminci, es la última de ellas.

Ha sido un vuelco radical, que indica que en el cine actual todavía quedan fulminantes mecanismos de respuesta a las pautas de consumo de imágenes prefabricadas o estimuladas por los laboratorios de mercadotecnia que gobiernan la gran producción, sobre todo la de Hollywood.Desde hace tres o cuatro años, estos laboratorios vienen extendiendo por todo el planeta una oleada de películas y telefilmes -para entendemos, recordemos Twin Peaks, Corazón salvaje, Pulp Fiction, El Mariachi, Asesinos natos, Desperado, entre docenas- donde los mecanismos de la violencia urbana contemporánea se exponen sin desentrañarse, como un simple juego que se agota en sí mismo, que tiene como supremo objetivo el placer de su simple contemplación.

Este juego fue sancionado durante 1992, 1993 y 1994 por los grandes festivales de cine europeos. Pero, a lo largo de 1995, es cuando estas concentraciones de las más significativas películas del año han dado ese aludido y radical vuelco. En Berlín triunfó La carnaza, de Bertrand Tavernier; en Cannes arrasaron Underground, de Emir Kusturica, y La mirada de Ulises, de Theo Angelopoulus; en San Sebastián, Nadie llorará por nosotras, de Agustín Díaz Yanes, ha revelado y ha hecho triunfar a este gran cineasta español, y finalmente, en Venecia, Cyclo, del joven vietnamita Tran Anh Hung. Y todas estas obras son respuestas contundentes, violentas, a esa ola prefabricada de cine de consumo de violencia.

Cyclo es la última de esta gran serie y, por ahora, la que combate con mayor explicitud, y con sus mismas armas, al llamado "tarantinismo", es decir, la tendencia, encarnada en el cine de Quentin Tarantino, a hacemos jugar con el gozo visual que siempre desprenden los actos violentos, pero sin situar a éstos en sus turbias y turbulentas raíces, que es precisamente lo que distingue a esta extraordinaria y durísima obra.

Leemos en el acta del Premio de la Crítica Internacional, que fue, otorgado por unanimidad a este filme en el último festival de Venecia, que Cyclo "es una película que desvela con energía moral y riesgo estético las raíces de la violencia contemporánea". Es exacto: desvela las raíces de la violencia. De ahí la importancia de su triunfo, en compañía de las otras películas antes citadas, obras que buscan una frontal refutación a la moda impuesta por Lynch, Tarantino, Stone, Rodríguez y muchos otros, más o menos refinados, más o menos solventes en cuanto hombres de cine, estetas del descerebramiento por el descerebramiento.

Este desvelamiento lo logra Tran Anh Hung -como Gianni Amelio en Lamérica o Clint Eastwood en Sin perdón- creando durísimas, bastante más duras que las tarantinistas, imágenes frontales de la violencia, pero también y simultaneamente, la sombra subterránea y sesgada de este horror, que surge de la averiguación por la cámara de este cineasta de sus raíces verídicas, sociales y morales, en las pesadillas de los afinamientos humanos en las selvas urbanas contemporáneas. De ahí la superioridad, tanto cinematográfica como ética, de este gran cineasta principiante sobre aquellos sus antípodas de Hollywood y alrededores: éstos tiran por el camino fácil y cómodo de la busca de la ganancia aunque sea a costa de la verdad; mientras que aquél -como hacen Ferrara, Coppola, Scorsese, Tavernier, Díaz Yanes, Amelio, Kusturica, Angelopoulus e Eastwood-, por el camino difícil, incómodo y lleno de riesgos de la busca de la verdad aunque sea a costa de la ganancia.

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