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¿Hay maniobras españolas antieuropeas?

El ex canciller Helmut Schmidt ha escrito un importante artículo sobre "maniobras alemanas antieuropeas", en relación con la implantación de la Unión Monetaria (EL PAÍS, 1 de octubre). También entre nosotros hay maniobras españolas antieuropeas. La diferencia con las descritas por Helmut Schmidt radica en que mientras en Alemania se hacen desde la posición intimidatoria del primero de la clase que se quiere erigir en maestro, en nuestro caso responden a lo que Albert Hirschmann ha definido como la fracasomanía.En efecto, la crítica más usual en nuestro país no se refiere a la bondad en sí de la Unión Monetaria, sino a nuestra pretendida incapacidad casi congénita para aprobar en primera convocatoria, cuando no en segunda... Incluso hay algunos defensores de los valores patrios que pretenden, ¡de nuevo!, ponerse en jarras frente a la desaprensiva Europa. Y ello !in entrar en los temas que dominan nuestra encenagada escena política, que recuerdan a la balsa de piedra ibérica de Saramgo alejándose del continente europeo en una deriva sin fin... El hecho fundamental es que en Maastricht se decidió hacer una Unión Europea que supone, en román paladino, juntar la bolsa y la vida. Y mientras que la ciudadanía de la Unión y la cohesión económica y social tienen una factura muy española, la Unión Económica y Monetaria, y suscondiciones de convergencia responden en esencia a la concepción germánica de la cultura de la estabilidad, con un calendario y una agenda de trabajo muy precisos, con exámenes y reválidas periódicas.

En este punto, conviene recordar las tesis esenciales del artículo del ex canciller. Afirma, en primer lugar, que "la implantación de la Unión Monetarias, ante todo, una tarea de política exterior". Apoya dicho aserto tanto en la historia alemana, con su drama existencial de desequilibrar el centro del continente por ser o demasiado fuertes o demasiado débiles, como en las motivaciones políticas de los padres fundadores de la CECA. De no cumplirse el compromiso de la Unión Monetaria para 1999, Schmidt augura tres repercusiones catastróficas: la UE degeneraría en una simple zona de librecambio; en pocos decenios, el marco y el sector financiero alemán se habrían hecho con el dominio de toda Europa, y, lo peor, que esta hegemonía alemana despertaría temores y envidias y habría que temer el surgimiento de una alianza antialemana.

La disyuntiva sigue siendo, en palabras de otro gran escritor alemán, Thomas Mann, una Europa alemana o una Alemania europea. Sin duda, la actitud alemana es trascendente, por poseer el activo más preciado (el marco), pero también porque el rumbo, tan aplaudido por los conservadores españoles, que ha tornado el impetuoso e imprevisible presidente Chirac en lo político y lo económico suscita graves interrogantes en relación con el calendario.

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¿Puede jugar España un papel destacado en este proceso? Pienso que sí. En primer lugar, porque es responsabilidad de la presidencia española el hacer las propuestas sobre la concreción de la UEM en diciembre y sacarlas adelante al tiempo que logra el mandato para la conferencia intergubernamental de 1996, para mejorar el funcionamiento político e institucional europeo. En segundo lugar, porque, a pesar de los pesares, España no ha sido descabalgada del Sistema Monetario Europeo. Es más, ha recuperado el terreno perdido tras el último reajuste de paridades. Hemos de aprovechar la baza que tenemos y que cualifica a la peseta como moneda que, con el franco francés, puede convertir a la UEM en algo más que una ampliación de la zona marco.

En todo caso, éste es el tema esencial que va a. dominar la escena hasta'1999, es decir, la próxima legislatura. Un breve repaso de la agenda muestra que a partir de las decisiones de la cumbre de Madrid, se emprende una etapa de arduo trabajo hasta 1998, fecha en que se hará la reválida de los resultados económicos, habrá que renegociar los acuerdos sobre perspectivas financieras, integrar la Unió n Europea Occidental en la Unión Europea y, muy probablemente, comenzar a negociar las ampliaciones.

Si en palabras de Schmidt el riesgo en Alemania es la prepotencia y la bravuconada, en España es el derrotismo y la fracasomanía. Es muy diferente prepararse, con, voluntad de aprobar que hacerlo convencido de que se va a suspender.

Enrique Barón Crespo es diputado en el Parlamento Europeo.

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