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Sarah

Sami Naïr

El autor defiende en este artículo a Sarah Balabagan, la criada filipina condenada a muerte e indultada, en los Emiratos Árabes Unidos, por matar a su patrón tras haber sufrido un intento de violaciónEn la vida real tiene 16 años. En su pasaporte, 27. Cosas que pasan cuando se es un inmigrado. Su madre ha tenido 12 hijos, el más pequeño tiene cuatro años. Ha perdido tres. ¿Va a perder el cuarto? ¿Va a perder a Sarah? Según la versión oficial, Sarah Balabagan es un pequeño monstruo que asesinó a traición a su patrón, jubilado y buen padre de familia, "como si tal cosa", como dice el asombroso comunicado de la Embajada de los Emiratos Árabes Unidos en París publicado por Le Figaro el pasado 7 de octubre. Hay que leerlo: "Sarah mató a su patrón Mohamed Al Balouchi de más de 70 años, jubilado desde hace 12 años. Era vigilante nocturno y conocido por su fragilidad física. Sarah le dió 34 puñaladas con un cuchillo que ocultaba entre sus ropas. Los hechos ocurrieron 48 horas después de la presunta tentativa de violación. Sarah podría haber puesto una denuncia en la Comisaría de Policía o informar a su Embajada, puesto que ella misma ha reconocido que tenía la posibilidad de hacerlo y la libertad de circular por la calle. Pero Sarah eligió otra vía, la del asesinato, entrando en la habitación de la víctima, matándola y cerrando la puerta tras sí como si tal cosa". Había que citar entero este texto antológico. ¿Es la tesis del fiscal? ¿Es la tesis oficial de los Emiratos Árabes Unidos? ¿Es la de la familia del jubilado"? Da igual: no es la versión que el Tribunal hizo suya en el primer juicio, celebrado el 26 de junio, cuando condenó a Sarah, a siete años de prisión y a una multa de cinco millones de pesetas, de las que restó 3.375.000 pesetas en concepto de indemnización por la violación. Por lo tanto, reconoció la violación. Y juzgó a Sarah considerando que había actuado en legítima defensa. El Tribunal fue duro. Pero no podía plantearse la inocencia de Sarah. Se trata de un país que ha adoptado la charia islámica (Islam, cuánta sangre ha corrido en tu nombre), y el jefe de Estado exigió un nuevo proceso por considerar el veredicto demasiado clemente. El abogado de Sarah, su padre y el gobierno filipino también quisieron apelar: encontraron el veredicto demasiado severo. Juzgada de nuevo, Sarah fue condenada a muerte. Ahora se entiende la versión citada más arriba: ya sea una criminal violada o una violada criminal, Sarah pierde siempre. Es una mujer, una adolescente extranjera, inmigrante en un país en el que decenas de millones de pobres desheredadas como ella se ven reducidas a un estado de práctica esclavitud, utilizadas a merced de sus señores. El proceso celebrado el pasado día 9 estaba destinado a confirmar la sentencia de muerte. [El sábado pasado, gracias a un acuerdo familiar, se ha retirado la pena de muerte de la muchacha]. Mientras tanto la historia de Sarah había trascendido a escala mundial. Pero no habrá juicio. De repente, el abogado de la adolescente ha pedido que el juicio se celebre a puerta cerrada. Y el asunto se ha aplazado hasta el 30 de octubre. ¿Por qué a puerta cerrada? ¿No se dice que una justicia que no tiene nada que ocultar tiene que ser pública? ¿0 es que la publicidad de los debates podría poner en evidencia esa auténtica negación de justicia que iba a cometerse? ¿Crimen, asesinato? ¿Acaso se iba a oír una versión diferente de la de la embajada de los Emiratos en París? Por ejemplo ésta: Había una vez una adolescente que llegó a los Emiratos con 15 años, con un pasaporte falsificado por un negrero (que ha volado) en el que ponía que tenía 29 años, se empleó como muchacha en casa del "jubilado". La joven era objeto, de acosos sexuales por parte de dicho señor, incluso llegó a contárselo a una amiga (que también ha volado cuando el asunto ha llegado a revestir tales proporciones). Un día el hombre invita a la "criminal" a pasar a su habitación. Cierra la puerta, se le echa encima amezándola con un puñal. Aplastada bajo su peso, y ya golpeada por el agresor, la joven logra apoderarse del puñal, le da dos golpes (y no 34) en pleno cuerpo, uno en el bajo vientre y otro en el pecho. El hombre la suelta. La niña huye. El la agarra por los pies. Entonces ella saca de su bolsillo una navajita que lleva siempre para sus trabajos domésticos y se defiende pinchándole repetidas veces. El hombre acaba desplomándose. Muerto. No de los pinchazos de la navaja sino de las primeras puñaladas. Los médicos han certificado que el himen de la adolescente estaba roto y que tenía cardenales en el cuello. La edad del hombre varía según las fuentes: 85, 70, 65 años. ¡Es todo tan oscuro en este asunto! Lo que es seguro es que no era un enclenque. Las señales del cuello de Sarah muestran de lo que era capaz, además de violar.¿Por qué los abogados de Sarah han pedido que el proceso se siga a puerta cerrada? "Para protejer la intimidad de la joven", responden oficialmente. Una broma macabra. ¿Puede ser que el abogado, de origen sudanés, tenga un contrato. temporal de trabajo en los Emiratos y tenga miedo de que no le renueven el permiso de residencia? Por ahora no se sabe, pero pronto se sabrá porqué si el tribunal quiere volver a analizar todo el asunto tendrá que hacerlo públicamente y con abogados desprovistos de toda relación con el Emirato.

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Por ahora, queda lo más importante por hacer porque, como dice la abogada Giselle Halimi, Sarah se ha convertido a su pesar en un símbolo. Un símbolo de la impotencia de las convenciones internacionales sobre el respeto de los derechos humanos. ¿No se condenó a muerte a Sarah el mismo día en que el Estado emiratí refrendaba la declaración de Pekín sobre el respeto a la dignidad de la mujer en el hogar, en el trabajo, en la vida sencillamente? Un símbolo de la situación de los inmigrantes del mundo, nuevos parias de la tierra, controlados, perseguidos y abocados a la venganza popular. Un símbolo de un medio cultural, opresivo y oscuro, en el que reina una pretendida ley "divina" según la cual una mujer no es un ser humano, sino un objeto prisionero en las rejas de un código medieval.,

Debemos transformar este símbolo en un desafío. No se trata de pedir medidas de clemencia para Sarah. Y mucho menos de gracia. Pues la única gracia aceptable es no justificar la violación, que es un crimen per se. El único veredicto justo, el único juicio que ennoblecería al Estado emiratí es la libre absolución. Y el fortalecimiento de los derechos de las mujeres y de los extranjeros en esa sociedad. Sarah no está a salvo. Su madre puede llevar un cuarto luto: ahora porque su hija fue violada y se defendió.

Sami Naïr es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de París VIII y miembro del Comité para salvar a Sarah.

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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