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De la política a la verdad pasando por las armas químicas

"Todo el mundo sabe que en los Parlamentos, antes que la verdad, se busca la eficacia en el ataque al adversario político". Lo dijo Leopoldo Calvo Sotelo el 9 de febrero de 1988 en el juicio de los aceiteros, en el que compareció, como los abogados de las víctimas quieren que comparezca en el de los ex cargos de la Administración y los ex concejales, como presidente del Gobierno que era al desencadenarse, en 1981, la tragedia de la colza."Se hizo lo mejor que se supo hacer en cada momento", declaró entonces en una intervención de 90 minutos aderezada con buenas dosis de ironía. Por ejemplo, cuando se le preguntó por la solicitud de reprobación de cinco ministros planteada por el PSOE, la oposición a su UCD, explicó que en el debate de septiembre de aquel año en el Congreso subrayó la presunta responsabilidad municipal porque la mayor parte de los ayuntamientos estaban en manos socialistas y, por tanto, era normal que en la dialéctica política expresara: "Quítense primero la viga municipal y verán luego mejor la paja gubernamental".

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Calvo Sotelo, que afirmó que el Ejecutivo no tuvo culpa de lo ocurrido y que fue riguroso en sus informaciones, negó que hubiese ordenado que se indagara sobre hipótesis alternativas a las del aceite como causa de la enfermedad. Algunos acusadores pretendían que el envenenamiento se había derivado de un accidente en una investigación sobre armas químicas que se realizaba en la base militar estadounidense de Torrejón, la localidad madrileña en la que se produjo la primera muerte.

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