"Si quiero escribir sobre la guerra es importante estar en ella"
Hace unos años, William T. Vollmann secuestró a una niña prostituta en Tailandia, que había sido vendida por su padre. La puso en la escuela y le dio una salida. ¿Un héroe americano? Vollmann es posiblemente el escritor más radical del momento, capaz de arriesgar su vida con una temeridad desconcertante. En Bosnia (donde los dos amigos que iban con él cayeron asesinados), en Afganistán, en los burdeles de Tailandia y Camboya -"las prostitutas hacen un servicio inmenso", dice, Vollmann, de 36 años, mezcla literatura y periodismo con una calidad y una pasión que lo han convertido en el autor mimado de la crítica americana. Muchnik Editores publica ahora su primera novela en castellano, Historias del Mariposa.Hace un par de años, el periódico The Washington Post consideraba a Vollmann "el novelista menor de 35 años con mayor talento y de mayor importancia histórica en Norteamérica". Los Angeles Times le define como "único y con una imaginación deslumbradora.
En The New York Times, Madison Smartt Bell dijo que Vollmann muestra tal desprecio por el riesgo personal "que dejaría en mantillas a Hunter S. Thompson, o a Jack London, o a Errol Flynn. Como tampoco se sospecharía de él que tiene la mayor ambición literaria que se haya conocido desde Faulkner".
Hoy está en un hotel madrileño vestido con una camisa de rayas, con su aspecto físico poco atractivo, sus ademanes torpones, las gafas corrientes que esconden una mirada compasiva. Vollmann comienza resumiendo en una frase su aproximación a la escritura: "Si quiero escribir sobre una cosa precisa, como la guerra, es importante para mí estar en ella, porque, si no, no podría hacer un buen trabajo". Esa idea loca lo llevó a Afganistán, donde pasó seis meses con lo! rebeldes, o a Bosnia. Muestra una mínima cicatriz en su mano izquierda y esboza una sonrisa cándida, como diciendo '¡qué suerte tuve!', frente al infortunio de sus dos compañeros.
"Algunas veces me siento muy mal, porque, si puedes entrar y salir de esas situaciones voluntariamente, todo es estúpido, eres siempre un fraude", dice. "Es muy triste penetrar en las vidas miserables de la gente que te encuentras y tratar de resolver algo, y luego ver que no puedes hacer demasiado y volver a tu agradable país, a tu casa, a comer tres veces al día, a dormir sin ser atacado Por los insectos. Y te preguntas: '¿Por qué yo vivo esta gran vida. y los otros no". Y no quieres cambiarte por ellos. Y sientes lo erróneo que es todo".
De joven, Vollmann empezó a crecer literaria y humanamente gracias a las prostitutas. Con ellas aprendió lo fácil que puede ser curada la soledad, al menos en periodos cortos, y por eso piensa que su inmenso servicio debería ser recompensado con medallas. También, solucionó dos problemas: sus personajes femeninos no eran "rnuy convincentes" y él no era guapo. "En ese tiempo tenía un montón de granos", cuenta, "era muy dificil para mí encontrar mujeres, así que tuve relaciones con montones de prostitutas, y así aprendí muchísimo acerca de la vida, de las mujeres, de la distancia entre los seres humanos. Y, sobré todo, del arnor".
Las prostitutas también le ayudaron a sobreponerse en los momentos bajos. "Cuando yo era infeliz e iba al psicólogo, no parecía que éste me fuera a ayudar mucho, así que pensé: '¿Por qué no gastarme este dinero en chocolates y prostitutas?". Y entonces fui mucho más feliz". Vollmann reflexiona sobre el misterioso mundo de la depresión, que flota, de una manera aterradora, sobre Historias del Mariposa. "Creo que algunas depresiones son parcialmente bioquímicas,, aunque no necesariamente sea la causa, y a lo mejor no llegaremos a conocer esa causa nunca. Recuerdo que cuando tenía 21 años sufrí una depresión profunda en mi último año de colegio. No podía entender por qué, y más tarde supe que mi padre había estado deprimido a la misma edad. Luego se me pasó, y ahora soy una persona feliz, y tampoco sé por qué estoy más feliz ahora que antes".
William T. Vollmann parece haberse equilibrado gracias a la escritura. Es un grafómano compulsivo que, después de una época de trabajar 16 horas diarias frente al ordenador, sufrió un síndrome denominado "desorden motor repetitivo" y tuvo que frenarse. Pese a ello, los editores no dan abasto. Publica una media de tres libros por año y trabaja en un septeto, Seven dreams, del que han aparecido tres volúmenes, en el que reconstruye la historia de América en los últimos mil años.
En uno de estos libros, The rifles, recreó la muerte por hambre en el Ártico del explorador del siglo XIX John Franklin y de sus colaboradores. Previamente, Wollmann pasó dos semanas solo en una estación metereológica abandonada en el Polo Norte. El frío, le deshizo los objetos de plástico, se le heló el borde de la capucha, el saco de dormir no le calentaba, no dormía, comenzó a sufrir alucinaciones. Logró sobrevivir, pese a que la avioneta de rescate llegó con retraso.
En Historias del Mariposa, donde se refleja el mundo de la prostitución en Tailandia y Camboya, el médico le comunica a un personaje que es seropositivo. "Fue fácil", explica el escritor. "Fui a una de esas clínicas públicas y les dije: 'Este es mi nombre; he estado con multitud de prostitutas sin condón y tengo este dolor en los testículos, ¿qué puedo hacer?. Y entonces me hicieron toda clase de cosas horribles y yo escribí sobre ello. Desde luego, otra vez hice periodismo".
Con el cuaderno de notas que lleva a todas partes, "salvo en Estados Unidos, donde a casi nadie le importa la grabadora", Wollmann ha sido amarrado y sus brazos quemados con cigarrillos por una pandilla del norte de Manhatian a la que pretendía entrevistar. En la etapa en la que le interesaron literanamente los travestidos, él mismo se vestía de mujer y recorría las calles con sus acompañantes. Fruto de sus experiencias surge una obra que no es fácil, "pero que crea adicción", dice Madison Sinartt Bell, sorprendido por su "maravillosa prosa. lírica y las combinaciones excéntricas y visionarias de imágenes", además de por su franqueza al expresar sus fracasos y debilidades.
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