Manuel Gómez Pereira presenta con "Boca a Boca" su mejor filme hasta la fecha
Fue la de ayer una jornada pródiga en propuestas estimulantes en esta 28ª edición del festival de Sitges. Una. comedia española, Boca a boca, de Manuel Gómez Pereira, inauguraba la sección Premiére, dedicada a películas no fantásticas, y despertaba múltiples. adhesiones por algo que es consustancial a toda comedia y que, sin embargo, rara vez se ve materializado en la pantalla: un considerable sentido del ritmo, una gran labor actoral, una trama bien urdida, unos diálogos brillantes e inteligentes, más la conformación de un actor excepcional:Javier Bardem.
En la selección a concurso, Eliseo Subiela desbarró abruptamente con su última película, No te mueras sin decirme adónde vas. Pero el argentino se lanza tan a tumba abierta, su película está tan llena de invenciones tiernas v disparatadas que termina despértando una simpatía que en este cronista es casi sin reservas. Por su parte, un sórdido y Muy personal thriller francés, Regarde les hommes tomber, del debutante Jacques Audiard, inauguró el sábado por la noche una Semana de la Crítica que promete para los días venideros platos verdaderamente suculentos. No es cuestión de abrumar aquí al lector con las virtudes del filme de Gómez Peseira, porque se estrena pasado mañana y habrá entonces ocasión de volver sobre sus virtudes, que no son pocas. Esta crónica de urgencia no debe dejar de decir, no obstante, que la película mantiene una estructura absolutamente clásica, con personajes que se encuentran y se desencuentran, varias líneas de guión que terminan por cuadrar al final y un elenco verdaderamente espléndido. Y al frente de éste, Javier Bardem pasa con nota muy alta su reválida en el género, para la cual ha contado con un personaje que es una golosina, un actor en paro que trabaja en un teléfono erótico, y que el guión y el actor construyen con ecos y homenajes a Cary Grant y su galería de guapos un tanto torpes pero decididamente adorables.Aitana Sánchez-Gijón da una nueva muestra de su capacidad para encarnar personajes muy diferentes entre sí, mi entras que María Barranco da la justa réplica en cada momento. Y este apunte al vuelo no debe olvidar anunciar la buena nueva de que el cine español ha descubierto en uno de los grandes actores dramáticos del teatro catalán a un gozoso actor de comedia: Josep Maria Flotats.
La sesión competitiva tuvo ayer como plato fuerte, la presencia del último filme de Eliseo Subiela. Fiel a las constantes de su cine -la construcción de un universo surreal en el que casi todo está permitido-, Subiela se lanza aquí a explicar la historia de un humilde proyeccionista de cine -Darío Grandinetti- e inventor en sus ratos de ocio; quien logra obtener de su ingenio un aparato casi milagroso: un contenedor de sueños, artilugio capaz no sólo de medir la energía cerebral de un durmiente, sino incluso de registrar en vídeo las imágenes de sus sueños.
El aparato es la excusa que sostiene toda la metáfora que encierra el filme, un encendido canto a la libertad de soñar, una preocupada peripecia sobre el temor y el exorcismo de la muerte y una reivindicación del cine como el gran aparato de los sueños que este siglo ha perfeccionado para que podamos vivir un poco mejor.
Pero Subiela, cuya desmesura corre en paralelo con su falta de sentido del ridículo para lanzarse al aire sin red, acumula demasiadas cosas en el filme como para que éste no quede lastrado por tanta frase trascendente como sueltan sus personajes, como para que éstos no destilen a veces tanto almíbar como para empachar al estómago más resistente.
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