_
_
_
_
Reportaje:

Naturaleza muerta

Resulta asfixiante la pila de informes inquisitoriales, comunicados candentes y réplicas inflamadas que se redactan todos los años al calor de los incendios forestales: el Icona culpa a los agricultores y ganaderos; los agricultores y ganaderos, al Gobierno; los silvicultores y papeleros cantan aquello de "pío, pío, que yo no he sido", y Greenpeace, como es natural, pone verdes a tirios y troyanos. En lo único en lo que están de acuerdo las partes es en usar toneladas de papel reciclado para publicar sus conclusiones, de modo que no sería descabellado sospechar de los fabricantes de este subproducto como presuntos atizadores del fuego... Es broma.El pasado mes de julio, las llamas aniquilaron más de 1.200 hectáreas de tierra viva en los montes de Somosierra. Acusar a un particular o a un colectivo del bosquicidio no ha lugar, pues parece probado que fue un rayo el que prendió la mecha. Reparar a estas alturas en que la repoblación de vastas superficies con pinos, si no se alterna con la de otras especies (y no digamos ya si no se desbroza el terreno), garantiza un vistoso espectáculo en caso de incendio es como acordarse de santa Bárbara cuando truena. Rendir doliente visita a la Somosierra es acaso la única opcion cabal que les queda a los amantes de la naturaleza, aunque sea muerta.

Más información
En lo más alto

Además de en altura, gana este lugar a muchos otros en historia, que fue fundado por árabes, y también en privilegios, como los que les fueron concedidos en 1343 a cuantos vinieron a "poblar e morar" en este puerto estratégico entre las dos Castillas, librándolos de todos los pechos que debían apoquinar.

Lo que no supieron ganar los somoserranos fue la clemencia de sus jueces, capaces éstos de condenar en 1585 a María García "por adúltera y quebrantadora de la lealtad matrimonia1% sentenciando que fuera sacada de la prisión "caballera en un asno de albarda con voz de pregonero que manifieste su delito", y luego conducida "con una cadena a la garganta y prisiones en los pies y en tablado alto en la plaza pública de la villa' sea pues ta y entregada a el dicho marido a quien ofendió para que la de güelle y mate públicamente, ...". Como tampoco pudieron ganar la batalla contra Napoleón, librada en este paso el día de niebla y de san Andrés de 1808.

La iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, barroca aunque asaz restaurada, es cuanto queda aquí de tan luengo pasado. (En ella reside el apostolado de la Carretera y a fe que no se hallará sitio más a propósito que éste para apostolar a los camioneros, detenidos por la cellisca en los días más ingratos de la sierra). Aunque queda sólo el templo, afuera quedan también los viejos caminos: como aquel que siguió el Arcipreste de Hita, Cebollera arriba, cuando vino a probar las aguas, las tierras y las mozas de Lozoya.

Quienes quieran reiterar la andadura de Juan Ruiz habrán de tomar el ancho camino de tierra que surge hacia levante en el mismo puerto, a unos pasos de la gasolinera. En media hora escasa ganarán la linde del pinar -macilento aquí, cadavérico allá, como si el otoño hubiese doblegado por fin a las perennes coníferas-, y al cumplirse los tres cuartos desembocarán tras empinado zigzag en la pista horizontal que recorre todo el macizo a media ladera. Siguiéndola hacia la izquierda, darán en otra hora con una fuente de piedra, y remontando el arroyo que la nutre se plantarán en la divisoria. Doscientos metros más arriba, a 2.129, se halla la cima de la Cebollera Vieja o pico de las Tres Provincias, donde una tosca cruz de madera corona estos montes que un rayo vistió de negro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_