Capitalismo, egoísmo

Seguramente hablar de sistema económico o capitalismo es hablar de algo extenso y difícil de analizar que resultaría imposible acotarlo. No obstante, si nos remontamos a finales del siglo XVIII, cuando todavía nacía la Revolución Industrial, Adam Smith descubrió su famoso teorema que resume el capitalismo: la mano invisible. O lo que es lo mismo, cada acción individual realizada por cada individuo pensando únicamente y exclusivamente en sus intereses nos lleva a una solución global, una vez sumados todos los individuos, óptima. O sea, que es como una mano invisible, como algo suprahumano, que hagamos lo que hagamos, si pensamos en, nosotros mismos, llevaremos al conjunto de la humanidad por buen camino. Parece algo garrafal, sin lugar a dudas, pero esto es el capitalismo. Cada persona piensa en si misma, trabaja y quiere ganar más, quiere tener el mejor coche, el mejor televisor y el mejor portátil... Y eso produce consumo de los productos fabricados por las empresas, y, por tanto, beneficios para éstas, y así sucesivamente. Todos contentos. Hasta el día que llegan unos científicos y descubren la capa de ozono, o descubren que no hay peces en el agua, o que no existe selva tropical, o que hay unos, caníbales que se dedican a tirar bombas atómicas dentro de un volcán durante el aniversario del escalofriante caso Hiroshima-Nagasaki. Y aquí los grandes economistas del pasado, que habían basado el sistema en un mundo egoísta, ven cómo se derrumba. Pero deberemos ser nosotros los que dejemos los coches y pensemos más en nuestros bosques, en nuestros árboles, en las organizaciones altruistas antirracistas o ecologistas. En nuestros amigos pobres de otros países y en nuestra selva tropical. Porque si, no lo hacemos, acabaremos teniendo el mejor coche con el mejor aire acondicionado, pero en un mundo sin oxigeno y lleno de quemaduras de sol sin ozono.-