Cómo hacerse rico en China
Una furia incontenible por amasar dinero que no conoce ley ni fronteras se ha apoderado del país
ENVIADA ESPECIAL
"Dinero, dinero, dinero", dicen al unísono los curiosos del corrillo que se ha formado en el llamado Valle de Zhejiang, un mercado del sur de la capital donde se han instalado los vendedores de textiles de la sureña provincia de Zhejiang, al preguntarle a uno de los comerciantes sobre las razones que le llevaron a trasladarse a Pekín. "Dinero, mucho dinero". Es el único deseo de los chinos de hoy en día para su futuro inmediato. Dinero, cómo ganar mucho dinero. Ése es el tema de conversación preferido de jóvenes, adultos, ancianos y niños.
Según Yao Zhenming, la mejor fórmula para enriquecerse en China es montar una empresa semiestatal. "Eso supone gozar de los beneficios que tiene el Estado -acceso, facilidades y mercado- y no tener compromisos". Yao lamenta su suerte como simple subdirector general de un ministerio del Gobierno central e indica que para hacer de verdad dinero hay que salir de Pekín. "En provincias todo es más fácil. Nosotros somos de Shandong (en el Este); yo soy el único que vive en Pekín y el mayor de la familia, pero son mis cinco hermanos menores los que han hecho fortuna. Especialmente el más pequeño, que a sus 40 años ya tiene una casa propia de dos pisos de altura, tres coches y dos empresas".
El tráfico de influencias no está tipificado como delito en China y la apertura de la economía ha llevado a los funcionarios y empleados de las grandes empresas estatales más despiertos a abrir empresas a la sombra de las necesidades del cargo público que desempeñaban.
Aviones para clientes rusos
Tal es la furia del dinero que la larga frontera chino-rusa que antes guardaban celosamente más de un millón de soldados no es ni tan siquiera un obstáculo. Una compañía de aviación china alquila sus aviones a comerciantes rusos de confianza a los que trae a Pekín para que realicen sus compras. El avión aterriza en Tianjin (a 70 kilómetros de Pekín), y los rusos sin control de aduanas ni de pasaportes son trasladados al parque de Ritan, en el centro de la capital. Compran principalmente ropa de baja calidad por centenares de unidades que cargan en autobuses o taxis hasta Tianjin, donde de nuevo embarcan en el avión y vuelven a su país con la misma discreción con la que llegaron.Otros chinos, como Chang Jikai, han aprovechado las amplias relaciones que su trabajo les proporciona para desarrollar unas buenas guangxi (conexiones), algo también imprescindible en la China actual. Las guangxi te dan acceso a la hou men (puerta trasera) y, teniendo esta puerta abierta, se tiene el camino casi andado. Chang ha comprado un restaurante con karaoke en un céntrico barrio pequinés. "Cada día le saco limpios varios miles de yuanes (un yuan equivale a 15 pesetas)", comenta con orgullo.
En un país donde el salario medio de las grandes ciudades no alcanza los 1.000 yuanes al mes -en el campo es tres veces menor-, esas ganancias son impensables para la mayoría de la población. A pesar de ello, Chang sigue conservando su puesto de funcionario. "No da dinero, pero da oportunidades". A Chang sólo le duele el no haber querido los 200.000 yuanes que le ofreció en 1985 un japonés conocedor de las buenas guangxi que tenía. "Ahora sería multimillonario", señala.
Con un sistema legal casi inexistente, muchos de los negocios que se hicieron en los primeros años de la transición a la "economía de mercado con características chinas", y que se siguen haciendo, son inconcebibles a los ojos de un occidental que, los consideraría fruto de una corrupción simple y clara. Para Javier Serrado, representante, del Banco de Sabadell en China, precisamente una muestra del "auténtico avance de la apertura. china es que se está sustituyendo la intervención del Estado por la regulación".
Pero la lentitud con que se promulgan las leyes es otra fuente de corrupción. En el antediluviano sistema burocrático chino, la futura ley aparece primero como una circular interna del partido comunista (PCCh) y de los ministerios más directamente afectados para que remitan sus opiniones al respecto. Generalmente, no por ello sufre una gran modificación, pero sirve para hacer saltar la liebre de los más avispados. Así, la circular más polémica de hoy en día es la que dice que las importaciones de maquinaria de las empresas mixtas (chino-extranjeras) y las que se pagaban con créditos especiales dejarán de estar exentas de impuestos -cerca del 50% sobre el valor- a partir del 1 de enero próximo. Cientos de empresas ya se han lanzado a comprar lo que no necesitan para luego revenderlo y otras muchas han visto la luz con la sola intención de morirse en 1996.
En la China ancestral los funcionarios del Imperio gozaban de prebendas que el pueblo aceptaba como ligadas al cargo. El Partido Comunista Chino (PCCh) se encargó de barrer esos favoritismos, especialmente en los años de la igualdad a ultranza de la gran revolución cultural (1966-1976). Muerta ahora la ideología, cada uno trata de llevarse el gato al agua como puede y no se extraña de que los altos dirigentes obtengan ciertos beneficios como los coches que regalan a los hijos de los dirigentes, entre ellos al del primer ministro, Ll Peng, y la búsqueda de la fórmula que permita a éstos quedárselos sin pagar el 120% de impuestos que exige el Gobierno por los coches importados.
"Al fin y al cabo", comenta Li Jingrong, "corrupción hay en todos los países". Li, que se dedica a la venta de copias chinas del sistema Windows y programas de ordenadores, considera su negocio una vía "bastante buena" de enriquecerse. Li, como muchos norteamericanos, califica de "papel mojado" el nuevo acuerdo chino-norteamericano sobre la propiedad intelectual, que ha hecho su negocio un poco más clandestino -"ahora sólo vendo a conocidos"- y afirma que el mismo día que el Gobierno chino destruyó en base a ese acuerdo una fábrica de discos compactos se abría otra. "L campesinos son así y el campo chino es muy vasto", dice dejando la responsabilidad de las copias ilegales en el carácter de 1 700 millones de campesinos.
Lo importante es que no ha escándalo y el enriquecimiento no sea ostentoso, para no atrapa los malos espíritus. Éstos son los que debió atraer el vicealcalde de Pekín, Wang Baosen, al dedicarse a fiestas orgiásticas con actrices de poca monta y refinadas prostitutas. El PCCh abría una investigación: Wang se suicidó. Su jefe, el ex alcalde y secretario del PCCh en Pekín, Chen Xitong, fue expulsado el jueves del poderoso buró político, más de una treintena de funcionarios, familiares y amigos están en arresto domiciliario a la espera de que se abra un proceso.
Los medios de comunicación conocedores de los tejemanejes del grupo, aguardaron al comunicado del PCCh y se limitaron a utilizar los mismos adjetivos "vida disoluta y extravagante abuso de poder para buscar intereses ilegales, aceptar regalos, sacar ventaja de su posición". Según el diario del partido, Renmi ribao, en China hay tanta libertad de prensa como en Occidente, "pero no sólo se dan malas noticias".
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