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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tiempo de apariciones

Es una obra de 1954. En esi época llegaba a España una cierta corriente europea anterior de juegos con el tiempo, de amores desparejados por los siglos de diferencia, de apariciones y de misterios de más allá de lo humano. Temo que está volviendo, pero de una manera más vulgar, más grosera, más de susto y explotación. El juego de entonces era intelectual, venía probablemente de los millones de cadáveres de la guerra mundial ya la guerra anterior había provocado otra oleada de ansiedad por la otra vida-, y llegaba aquí retrasada por la ortodoxia, la censura del nacionalcatolicismo y la propia de los autores: por su presente y por su mas allá.Esta obra de López Rubio no cae en ninguna mojigatería; al contrario, mantiene una cierta duda sobre cómo pueda ser el más allá,- y ni aclara siquiera si existe: los personajes que van desapareciendo, simplemente se van para siempre, aunque no sepamos dónde. En el último caso, suben por una escalera tras una transparencia: puede ser un procedimiento demasiado largo para llegar al cielo.

La otra orilla

De José López Rubio (1954). Intérpretes: Juanjo Menéndez, Rosa Valenty, Paco Cecilio, Francisco Lahoz, Ana Carvajal, Jesús Molina, Antonio Burgos, Jorge Estella, Natalia Jara, José Luis Gago, Félix Granado y Esther Gala. Director: Juanjo Menéndez. Teatro Maravillas.

Su juego no es el de Priestley, que era el. maestro con fuerte vo cación política (socialista, fabia no: de entonces, contra, los ri cos): no recuerdo. si en esa época estaba prohibido en España (yo no vivía aquí y los libros no son explícitos), pero no tardaria en llegar. No deja de evocarlo: lo que descubren los invisibles de esta obra es la podredumbre de la vida que dejan. Quizá la suya propia: han colaborado al desastre moral intensamente. Este rastro de amargura no deja de estar presente en las otras, obras de uno de los autores que antes de la guerra, y sobre todo después de la guerra, siguieron la línea del teatro de la felicidad, o de la evasión. No sabemos dónde ha bría podido llegar si el país hubiese sido normal. El valor teatral: que la intriga de la acción se plantee inmediatamente de levantarse el telón, que los enredos de los personajes y sus adjuntos tenga cada uno su personalidad, que la intriga presida todo el final. Hay cuatro muertos; de pronto se sabe que uno de ellos está aún vivo, pero no cuál. Reacciones, confesiones, etcétera. Y aún queda, corno en el teatro español asustado, de siempre -por las fuerzas de fuera, por los espectadores de siempre: o por el subvencionador, o por los agentes culturales, o por algún crítico que se toma estúpidamente en serio su trabajo (el él y el de ellos)-, "un punto de contrición" para que el final sea feliz. O sea, el amor, del que se acaban de decir durante la obra unos cuantos horrores sea, el más allá.

Lo presenciaron con gusto -estuve con ellos el domingo por la tarde- personas de alguna edad, que casi llenaban el teatro. Parecieron gozar de sus recuerdos: de la obra bien hecha, del famoso diálogo, que fue entonces alabado por todo el mundo y que le valió el Premio Álvarez Quintero para esta obra y el ingreso en la Real Academia Española. Queda en las historias de teatro José López Rubio como un elegante escritor de diálogos, como alguien que de muy poco puede sacar una comedia: "De pura forma artística, hecha con materiales leves, con casi nada" (Torrente Ballester, citado por Ruiz Ramón).

El tiempo del espectador

Probablemente Juanjo Menéndez, vio la obra en su estreno (Conchita Montes en el papel que ahora hace Rosa Valenty) y la dirige con arreglo a su tiempo, que es el del espectador, el suyo, y el que hay que seguir para una obra escrita por uno de los autores más cuidadosos en los detalles, las acotaciones y las marcas: porque eso entraba en la construcción de las comedias. Él mismo hace uno de los papeles: el que más simpatía despierta en el público. Con Rosa, Paco Cecilio y Francisco Lahoz forma el cuarteto principal. Los otros numerosos personajes son episódicos,. pero no están abandonados: ni por el autor ni por el director ni por sus representantes.

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