Empacho

A las nueve de la noche del viernes comenzó en Las Ventas el concierto más denso del año. Cuatro bandas latinas con el denominador común de ser, en tiempos de crisis, grandes vendedores de discos llenaron el coso madrileño a pesar del insoportable frío y a pesar también de la pomposa reunión que llevó la velada hasta altas horas de la madrugada. Por supuesto que el entretenimiento era la única razon de ser de una noche patrocinada por una marca de coches que hizo su agosto vendiendo gorra , camisetas y todo tipo de abalorios publicitarios con el lema JASP, y que acabaron inundando la plaza.Maná, la banda mexicana que abrió la noche con su rock "melódico-romántico-concienciado", se descubrió como una experta formación que supo preparar el fervor de un público tan numeroso como el que se dio cita para tal suceso. Una hora y media consumieron entre dulces canciones mezcladas con consignas ecologistas y alusiones directas al enemigo público Chirac. Acabada su acertada y empalagosa actuación, la esperadísima Rosario surgió tras una nube de humo, agarró el micrófono y, poseída por su música, la elevó a un nivel histriónico desconocido en sus anteriores recitales.

Acompañada por una estupenda banda, con el inseparable Raimundo Amador al toque, repasó una hora y media de canciones consabidas haciendo las delicias de un público dispuesto a admitir cualquier sonido.

Y metidos todos ya en el empacho musical, Revólver no hizo sino acentuarlo con un sonido pésimo y una interpretación barata. Tic tac, ya eran las tres y La Unión no salía. Hacía ya mucho tiempo del silencio de esta banda que sabe perfectamente lo que es la plaza de toros. Rafa y sus compañeros consiguieron mantener el tipo con éxitos de su discografía y la calidad de un planteamiento musical luminoso. Y, sin mucha sorpresa, por fin llegó la rifa del esperado coche, y todos, tiritando, a casa.