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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Diada popular.

EL PARTIDO Popular (PP) tuvo un destacado protagonismo en la Diada Nacional de Catalunya, celebrada ayer. Porque acaba de estrenar una nueva política hacia el hecho catalán y por la agresión que sufrieron sus representantes a manos de una pandilla de gamberros que decían defender a Cataluña. El PP acaba de realizar un llamado giro catalanista, mediante la presentación de un manifiesto que adopta los conceptos básicos del catalanismo político y sé integra plenamente en el universo simbólico del que participan todos los demás partidos de esa comunidad. "El catalanismo siempre ha tenido como directriz la defensa y la promoción de la identidad catalana, de su lengua, de sus tradiciones y de sus instituciones singulares, y el PP de Cataluña hace suya esta causa irrenunciable", asegura este manifiesto, cuya redacción ha sido supervisada por José María Aznar.

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La reivindicación de las ideas do Francesc Cambó sobre la intervención de los catalanes en la política española, en clara competencia con Jordi Pujol, y la incorporación del ex dirigente y diputado convergente Josep Maria Trias de Bes a la dirección del PP en Cataluña rubrican este giro guiado por la voluntad de disputara CiU un sector de su electorado conservador. El nuevo rumbo de los populares ha suscitado algunos escépticos sarcasmos en las filas de casi todos los partidos catalanismos, que consieran meramente teórico, ese cambio de imagen.

Es cierto que los populares deberán someterse a la prueba de los hechos para convencer al los ciudadanos de la sinceridad de su catalanismo. Pero es fácil identificar en el origen de las críticas el temor a un incremento sustancial del eco del PP en sectores de la burguesía local. Los esfuerzos de ese partido poricentrary moderar su mensaje merecen en principio la comprensión de las demás fuerzas democráticas, por más que signifiquen acentuar la competencia política.

Pero, por lo mismo, no debe extrañar que un puñado de ultranacionalistas -de los que el dirigente de Esquerra Ángel Colom dijo que era difícil distinguirlos de los grupos fascistas- haya querido impedir que los populares realizaran su ofrenda floral ante el monumento al conseller en cap de 1714, Rafael Casanova. Los insultos, amenazas de muerte y lanzamiento de objetos contundentes por parte de un grupito de jóvenes, próximos en su indumentaria y comportamientos a los skins neonazis, re fuerzan todavía más el protagonísino de los populares en la Diada, y en el fondo subrayan la posibilidad de una perfecta integración del PP en el mapa del catalanismo.

Estos mismos jóvenes, que simpatizan con el ya liquidado terrorismo independentista, son los que descalifican a los socialistas y a los convergentes, e incluso a los independentistas de Esquerra Republicana, por haber yugulado de raíz los intentos de seguir e1ejemplo de ETA y de Herri Batasuna en Cataluña. Aunque no está de más matizar que si a estos partidos les dedican: epítetos y panfletos, reservan en cambio para los populares la munición más violenta, en alguna medida jaleados por sectores nacionalistas propensos a perder la cabeza ante el ascenso del PP. La experiencia del País Vasco demuestra que cualquier tentación de debilidad o de comprensión paternalista estimula en esos-sectores una sensación de impunidad, que aumenta su osadía y puede acabar, provocando situaciones como la de este fin de semana en Zarautz y otras localidades.

Todos los partidos condenaron con energía esas agresiones, que desvirtúan el carácter cívico y democrático de la Diada. No estaría de más que el Gobierno catalán -que cuenta con suficientes y eficaces fuerzas de orden públicó- se esmerara un poco más a la hora de impedir que los violentos sigan chupando cámara todos los años y estropean do los actos conmemorativos del 11 de septiembre.

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