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Nueve parlamentarios de diferentes países acuden Mururoa para protestar contra los ensayos

Enric González

Un temporal puso ayer en graves aprietos a las 15 naves de la flotilla para la paz. El Manutea acababa de acoger a nueve parlamentarios ecologistas venidos de diferentes países para unirse a la protesta antinuclear cuándo se desató un viento que superaba los 60 nudos (poco más de 100 kilómetros por hora) y dejaba en poca cosa la tormenta del día anterior. Durante casi toda la tarde se temió que pudiera producirse algún naufragio.

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Los parlamentarios llegaron a los alrededores de Mururoa, antes de las seis de la mañana, a bordo del velero Macchiacs. Era una nave de 20 metros, cuyo interior había sido reconvertido en una sola estancia atestada de literas para albergar a una veintena de pasajeros. Se trataba de una sentina más bien siniestra, cuyo hedor -sudor, humanidad y vómitos- devastaba la más insensible pituitaria. Habían tenido una agitada travesía de cinco días desde Papeete, pero los nueve honorables mostraban buen ánimo y espíritu combativo.Lino de Benetti y Sauro Turroni, diputados verdes encuadrados en el gran grupo de izquierda del Parlamento italiano, traían una corona de flores secas y laurel para realizar una ceremonia frente a Mururoa. "La arrojaremos al mar como símbolo de muerte nuclear, pero también de resurrección", dijo De Benetti, para quien "el Gobierno francés es un Gobierno amigo, igual que el pueblo francés, y por eso la protesta debe ser especialmente enérgica".

Los demás parlamentarios eran lan Cohen y Tom Wheelwright (Australia), Sefichi Kameta, Kou Tanaka y Moboru Usami (Japón), Jup Weber (eurodiputado por Luxemburgo) y Eva Goës (Suecia).

La flotilla para la paz dedicó a sus ilustres huéspedes una de las carreras hacia el limite de las 12 millas que tanto irritan a la Marina francesa. Pese al mal tiempo, cada barco hizo lo que pudo por mantener la velocidad y la formación. Y hasta el bando contrario pareció participar en el acto aportando, por primera vez, un poco de humor en los contactos por radio.

"Están ustedes acercándose al límite de las 12 millas, cambien inmediatamente el rumbo", se oyó en la radio, en el acostumbrado inglés silbante, modalidad inspector Clouseau. Una patrullera francesa se acercaba peligrosamente al Manutea y el patrón, el impasible Bratt Ives, se lo hizo notar a su interlocutor. El diálogo fue como sigue: Bratt: "¿Cuáles son sus intenciones? ¿Volverán a acosamos con sus helicópteros y a cerramos el paso con la quilla?". Francés: "En realidad, usamos los helicópteros para tomar fotografías de sus barcos, porque al almirante le gustan mucho. No les molesta, ¿no?". Bratt: "A nosotros nos gustan los atolones. No les importará que nos acerquemos a Mururoa para tomar unas fotos, ¿verdad?". Francés: "Mmm... francamente, no creo que sea posible".

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La llegada de los parlamentarios, varios activistas de Greenpeace y un par de periodistas había convertido al Manutea en una versión zarrapastrosa del célebre camarote de los hermanos Marx. Llovía, por lo que todo el mundo, con su impedimenta, su comida y sus papeles, se apretujaba en el puente. De improviso, el camarote marxista pasó a ser una coctelera. La nave daba espantosos tumbos en todas direcciones. La lancha neumática cayó al mar y amenazaba con perderse, y hubo que improvisar una maniobra de salvamento en la que participaron un par de parlamentarios y algún periodista. Charlie, el segundo de a bordo, resultó herido levemente en una mano. Pero la lancha se salvó. Un par de naves de la flotilla sufrieron daños, pero ninguna quedó incapacitada para el combate que piensan seguir librando.

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