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"El don de curar, yo lo he visto"

A Angelínes Torres, de 50 años, se le sigue notando, incluso tras vivir dos años en Brasil y seis en Panamá, que es de Colmenar Viejo (Madrid). La delatan detalles como haber introducido en Cuipo, región de Costa Abajo, a la Virgen de los Remedios. "Les gusta porque es guapa", razona. Con una sonrisa. Angelines lleva sonriendo así desde que en 1986 se fue al Amazonas brasileño. Era microbióloga en la Clínica de la Concepción. - "Conservo muy buenos recuerdos de aquel trabajo, pero la verdad es que creo que acerté. Cada vez veo más claro que el cooperante debe intentar cambiar la vida".Aunque creyente y preocupada por los avatares de la Iglesia católica -trae a menudo y apropiadamente a colación frases de monseñor Romero o de Casaldáliga-, Angelínes recalca que lo suyo es cosa "de laical'. "En Brasil estuve dos años en Nova Aripuaná, en un hospital de claretianas, á- 36 horas en barco de Manaus. Ahora, con mi base en Cuipo, realizo programas de salud en 105 comunidades, unos 23.000 habitantes, en un área de 1.500 kilómetros cuadrado. El hospital más cercano está en Colón, a 40 kilómetros, 40 de los de allí. Pero la gente, a no ser que se sienta muy muy mal, no acude: tiene que atravesar, quizá con el enfermo en parihuelas, selva accidentada y embarrada, al quilar a precios abusivos un cayuco, navegar en él hasta un autobús.... Una hazaña".

Medicina propia

De ahí que confíen en los curanderos. "Los curanderos", explica Angelines, "te tratan sin menosprecio, te tocan, te cuidan, rezan por ti. Yo he aprendido mucho de ellos, y sus técnicas, que no deberían perderse. El don de curar, yo lo he visto. Y a mí me han impuesto las manos, y dado los pases, y untado los mejunjes, y dicho las palabritas. Es lo suyo, llevan siglos en ello. En México y en Guatemala las universidades estudian habitualmente este tipo de sanación. Tengo visto que los médicos que pasan un tiempo en las comunidades, al acercarse a cosas así, se suavizan como personas y como profesionales. Para mí lo ideal es un sistema sanitario mixto: recibimos medicamentos de Farmacéuticos Mundi, y Podríamos aplicar también no pocas hierbas tradicionales, porque no siempre los fármacos son lo mejor ni lo más asequible. Por eso intentamos que cada comunidad cree y preserve sus huertos medicinales".

La UE va a construir un hospital en la zona. "Me parece clave que ese hospital respete unas condiciones", advierte Angelines. "Hay que consultar, para la gestión, a las comunidades, oír lo que necesitan. Y que se trabaje también con la medicina indígena. Para ello, esta

mos en contacto con la Red Nacional de Salud Alternativa (RENASA)".

Angelines ahora trabaja sola, aunque llegaron a ser cuatro compañeras. En breve volverá una de ellas, española. Además de llevar la digamos oficina, organiza reuniones de grupos de salud o hace en cayuco giras por las islas. Didácticamente, se vale de dibujos del árbol de la enfermedad.- "Se trata de que vean que los frutos de ese árbol son tal o cual dolencia, y que vean de qué ramas proceden esos males, y en qué raíces de injusto reparto, de insolidaridad, de abuso se basa la situación. Otro dibujo muestra el árbol que vence la enfermedad: las medicinas contra los malos frutos, las ramas-proyectos como por ejemplo el agua potable; la esperanza compartida, en suma".

La región, esquilmada por las talas de los ganaderos, se desangra con la emigración de los jóvenes a la zona franca de Colón y a los duros trabajos del Canal. "Las condiciones son duras", dice Angelines. "El campesino sabe hasta dónde puede talar, por ejemplo al construirse un techo con hojas de palma. Pero cada vez se ve más arrinconado por los potreros, los pastos ganaderos, cuyas vacas salen carísimas a la tierra. El ganado es también un problema porque infecta las aguas. Por fortuna, Manos Unidas instaló acueductos por gravedad, y placas solares".

La gente se alimenta poco. "Generalmente, tubérculos, yuca, ñame, plátano cocido (porque para freírlo hace falta aceite), un puñado de arroz... y si se tercia, lo que llaman preza, lo que aquí diríamos sustancia: un poquito de gallina, un trozo de pescado. Sin electricidad, los alimentos no se conservan. La fruta hay que comerla cuanto antes. Es la principal fuente de vitaminas: mangos naranjas, guayaba".

Angelines ha optado por la acción directa. Si hace falta un motor para un cayuco, ella se las apaña para movilizar a sus huestes en Colmenar Viejo, y alguno de sus sobrinos reúne los dólares y se presenta en Cuipo con motor y lo que sea menester. "Y se quedan una temporada, porque les atrapa la forma de ser de la gente".

Pese a las dificultades, Angelines ha encontrado allí una manera de vivir que ahora no cambiaría. "Intentamos una auténtica pastoral de la salud, y ves que esas personas viven en profunda armonía con la naturaleza. No dejas de aprender. Pero, si no me metes a fondo, ya puedes llegar con grandes proyectos: si ellos no lo aceptan, en cuanto te vayas lo olvidarán. Sólo cuaja lo que ellos hacen suyo. Por eso lo primero es la humildad, estar abierta. Así aprendes de los viejos, que todo lo recuerdan para no repetir errores. Y aprendes de esas mujeres que al principio te desesperan porque, por ejemplo, no vienen a una reunión que has convocado a tal hora; al día siguiente las ves con los rulos, tan tranquilas, y te cuentan que se fueron al parto de una, y comprendes lo que era de verdad importante. Y aprendes incluso de las crías, que no tienen muñecas porque tienen un rosario de hermanitos; las ves y te dices: no podrán con ellos, se van a caer. La que te caes eres tú, con todo el equipo; y la casa, a todas horas, se te llena de niños".

Meterse en el ritmo

"El truco está, lo primero, en querer a la gente y que te quieran". Angelines saca, a los seis años de vivir en Cuipo, sus conclusiones: "Yo ahora empiezo a formar parte de esa comunidad. Para eso, te tienes que despojar de lo que traes del mundo rico: tanto ideas como objetos. Y vivir como ellos, sentir verdaderamente que vives allí. No puedes empeñarte en que ellos cambien, porque creas que lo que tú aportas es bueno. Será más fácil que cambies tú, que te adaptes tú. Meterte en su ritmo".

Un ritmo que a Angelínes, como a toda europea, al principio puede inducirle a engaño. "Les ves cuando una visita importante les suelta su rollo, y como están calladitos y quietecitos piensas que tienen la sangre de horchata y te dan ganas de sacudirles y de hacerles ver que les van a tomar el pelo si no reaccionan. Pero luego te lo explican: 'Mire, que nos callemos no es que estemos de acuerdo. Ya nosotros sabemos lo que nos venden. Pero, a la hora del ahora, ya nosotros solos lo hablamos y hacemos lo que tengamos que hacer'. He visto casos en los que han ellos, ya a solas, han decidido arriesgarlo todo, tras sopesar las cosas y ver que arriesgarse era lo único que cabía".

Ese modo de ser ha conquistado a Angelines. "Tanto la Iglesia como los individuos experimentan una auténtica conversión al contacto con esa sencillez. Te despojas, te ves egoísta, pero todo aquello te da una fuerza increíble y, acabas metiéndote en tremendos berenjenales. Aquello es un despertar. Sí, te despiertas, te abres a todo".

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