Los últimos días del clan de Sadam
Udai, primogénito del líder iraqui, emerge como el heredero de una dictadura familiar en descomposición
La incertidumbre que desde hace dos semanas pesa sobre Irak no ha conseguido eliminar el humor negro en los cafés de Bagdad. La fuga de las dos hijas de Sadam Husein y sus respectivos maridos a Jordania ,las deserciones de diplomáticos y la descomposición del sistema familiar que rige en el país desde hace casi 25 años genera, entre otros, el siguiente chiste: Leyendo un periódico poblado de tan malas noticias, un opositor le dice a su amigo: "Menos mal que no cayó Sadam. Demos gracias a Dios. De haber caído Sadam hoy podríamos haber quedado en manos de Udai".En no pocos lugares de Bagdad se brinda a la desafortunada fortuna de Irak. Las cosas podrían ser indudablemente peor. Udai Husein es el primogénito del presidente de Irak, la república del miedo y una potencial mina para los guionistas de culebrones. En el país de las mil y una noches, donde los Toyota y los Mercedes han condenado a los camellos a las postales baratas, reinan las intrigas palaciegas más descabelladas, todas ellas con Udai como tenebrosa figura central.
Lo que ha empujado a Sadam Husein a la peor crisis desde su estrepitosa derrota en la guerra del Golfo en 1991 tiene poco que ver con la rebelión contra una dictadura que ha enviado a casi todos sus críticos a los cementerios. De las crípticas conversaciones con varios residentes de Bagdad se desprende que la espectacular fuga del general Husein Kainel Hasan y otros 30 prominentes iraquíes este mes fue provocada por el miedo hacia los irascibles hijos de Sadam, Udai y Qusai.
Sadam los llama "mis cachorros", un mote apto para los que, en caso de la muerte de Sadam, heredarían las riendas del país gobernado por el inexpugnable clan de los Tikrlti, la comunidad del pueblo natal de Sadam, al norte de Bagdad. En círculos de la oposición se les llama simplemente "los chacales", pero, en realidad, el que mas mérito hace a ese título es Udai, posiblemente el hombre más odiado de Irak después de su padre. Udai, dicen fuentes bien informadas, precipitó la deserción del general Husein Karnel, su hermano y las dos hijas de Sadam, Ragad y Rana, tras una virulenta discusión familiar. A Udai esta vez se le había ido la mano. No es un secreto que Udai es un hombre desenfrenadamente violento, pero a principios de agosto colmó la paciencia de sus cuñados cuando se volvió a manchar las manos de sangre asesinando a uno de sus primos, Ahmed al Tikriti.
El crimen no tuvo móviles políticos. Udai, que posee una colección de más de 150 automóviles de lujo, le había puesto los ojos al Lamborghini Diablo de su primo, y cuando Ahmed se negó a entregarle las llaves, Udai sacó su revólver, le plantó dos tiros en el corazón y se hizo con el coche.
Como todos los excesos de Udai, la muerte no mereció castigo alguno. Pero el episodio envió un inconfundible mensaje a todos los miembros de la familia: el hombre que hace y deshace en Irak goza de una espeluznante impunidad.. Para los yernos de Sadam, el asunto del Lamborghini vino a confirmar lo que ya sospechaban: Udai prácticamente se ha apoderado del mando y no es un hombre capaz de razonar.
Esa fue una premisa ciertamente valedera para Kamel Husein, el numero dos de la dictadura y arquitecto del arsenal de Bagdad, cuyo nombre jamás figuró entre los favoritos de Udai, y no sólo porque en los últimos meses surgieran disputas en torno a las ganancias de las importaciones ilícitas de la más variada gama de productos extranjeros que se filtran en Irak burlando el embargo de las Naciones Unidas. En una ocasión reciente, Udai amenazó con despojar al general de todos sus privilegios. "Me encargaré de ello", le dijo. "Estás acabado".
Caer en desgracia en Irak es casi siempre preámbulo de una muerte violenta. Kamel Husein está entre los que conocen los implacables métodos del sistema mejor que nadie, porque los ha utilizado. Al general, que ahora está tratando de construir un gobierno en el exilio con la bendición de Jordania y el apoyo de EE UU, se le acusa de ser el responsable de la matanza de millares de iraquíes shiíes tras la abortada rebelión en el sur del país tras la guerra del Golfo.
El hermano del general Kamel, Sadam, también vio el peligro y comprendió que, a pesar del poder que le otorgaba el puesto de encargado de la seguridad presidencial, en el Irak de hoy no hay nadie que pueda con Udai. Los yernos ordenaron a sus esposas, que empacaran, reclutaron a un grupo de oficiales del Ejército y se largaron de Bagdad al amparo de la noche del 8 de agosto.
Como distinguidos huéspedes del rey Hussein de Jordania, los desertores y sus hijas han comenzado a trinar como canarios ofreciendo a sus interrogadores lo que se considera como la más vasta colección de información, que abarca desde los planes estratégicos de Sadam hasta los más reveladores pormenores de la vida diaria bajo la sombra del dictador. Fuentes dignas de confianza aseguran que los militares han ayudado a elaborar un perfil pavoroso de Udai. El playboy de 34 años, insaciable de poder y riquezas, tiene aparentemente ambiciones políticas mucho más grandes de lo que se pensaba al principio.
Neutralizar a Udai no será una tarea fácil. Todo el mundo sabe de las consecuencias de sus arrebatos, como aquel que terminó con la vida de uno de los secretarios privados de Sadam a mediados de la década de los ochenta. Acabó con un disparo en la nuca cuando Udai descubrió que actuaba como correo entre su padre y una de sus amantes. Para "salvar el honor" de su madre, Udai no titubeó en apretar el gatillo durante una fiesta, en la que costó disimular la conmoción de un episodio del que, entre otras personalidades, fue testigo la primera dama de Egipto, Suzarie Mubarak.
Detrás del parapeto que le brinda la inagotable impunidad de su padre, Udai ya está ejecutando purgas en Bagdad. Ante este desenfrenado producto de la dictadura tiemblan hasta los más curtidos generales y coroneles, porque en las últimas semanas ha conseguido fortalecer su milicia particular, una fuerza de 20.000 fanáticos conocida como los "fedayín de Sadam". "En realidad son los fedayín de Udai", apuntaba el otro día un diplomático árabe. "Milicianos codiciosos que han jurado más lealtad a Udai que a Sadam a cambio de promesas de riqueza instántanea y privilegios que superan las ofertas que podría hacer su padre". ¿Ascenderá Udai al poder por razones fortuitas o sucumbirá a la tentación de arrebatarle el poder a su padre? Son posibilidades que flotan sobre Bagdad, porque el día que caiga Sadam comenzará inevitablemente un ajuste de cuentas sangrientas y muy atrasadas. "Si se aplicara la ley del ojo por ojo, Irak se convertiría en un país de ciegos", vaticinaba un opositor en el exilio que conoce de los laberintos de las políticas tribales en la única nación del planeta donde aún existe el descuartizamiento como pena capital.
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