Días de medusas y de obispos
Se me fue el santo al cielo ayer con el evento de la venida de la infanta Elena a Sevilla para recoger el título de hija adoptiva e inaugurar el monumento a Cristóbal y -de puras ganas que tengo de que llegue- puse 9 de septiembre en vez de la vera fecha, es decir, 9 de octubre.Pero éstas son cosas que le ocurren a gente como yo, obligada a ir por la vida sola y sin amparo. Another gallo me habría cantado de haberme, por ejemplo, casado. Siento una envidia irrelevante, pero envidia al fin, por el suculento rédito que le ha sacado Marta Chávarri a uno de los Cortina, seguramente el suyo: un pisazo con garaje, puede que, incluso, el edificio, en un barrio pera de Madrid, más un millón y medio al mes para gazpachos, amén de otras minucias. Si no fuera porque ideológica y ecológicamente estoy en contra de comerme a los inmaduros -incluidos los chanquetes y los Cortina-, y de que, en plan objetivo, me erotizan más las Koplovitz, yo rne habría casado hace mucho tiempo y ahora mismo me encontraría comiendo ostras con perlas en una isla griega, o viceversa. Y eso que la Chávarri no tuvo la suerte de engendrar dos o tres cortinillas, en el estilo Preysler, que se asegura siempre la pensión mediante perpetuación puntual de la especie.
-Yo, que soy darwinista, he venido creyendo hasta ahora que venimos de una ameba confusa, pero desde hace 24 horas prefiero pensar que descendemos de Medusas Fibrosín, de quienes nunca sospeché -debe de ser porque no me educaron en ello, sino en las agustinas de la Concepción-que tuvieran inteligencia ni que seleccionaran a sus víctimas con el tino del tiburón de Spielberg: la realidad, una vez más, ha venido a desmentirme, y héte aquí que una medusa que acababa de entrevistar al vampiro, pero le había sabido a poco, se lanzó, suicida, contra el tierno cuellecito de Dadín, hijo de Ana Obregón. Cuentan los cronistas que la madre de la medusa, muy asustada, la tomó entre sus brazos y corrió en busca del médico. Ni el matrimonio, ni siquiera la posibilidad de que a una escuezan de un mordisco, lograrán que deje de celebrar el hecho de que Sevilla haya sido nombrada sede del Campeonato Europeo de natación, que se celebrará en el verano del 97 en esta ciudad, internacionalmente famosa por los nadadores que se arrojan desde el trianero puente de la Cucaña por Santa Ana, cuya fama puede aumentar en el futuro, si cabe, cuando empiecen a arrojarse los socialistas sin que medie festividad. Es más, Manuel Chaves ya está ensayando, leyendo -o mirándolo, que con él, nunca se sabe- El columpio, la extraordinaria última novela de Cristina Fernández Cubas.
Otra cosa que me tiene fuera de mis mutancias darwinianas es lo de los obispos. Nunca creí llegar a los albores del siglo XXI con un afán de obispos como el que nos ocupa, pero, ya que estamos en ello, no digo yo que deban elegirlos democráticamente -uno no elige tener la sarna ni otras plagas indeseables-, pero bien podrían celebrar un festival, o dos, para ver cuál es el que más mola para la diócesis correspondiente. Se me cae la baba pensando en ese Lepe lleno de prelados que contaran chistes de feligreses -"Y vino Patxi, pues"- y en ese San Remo pleno de cantautores seráficos dándole a Maitetxu askatuta. La prelación, para el que se la trabaja. Todo ello no es, sin embargo, más que harina de otro costal, comparado con lo que les asestó Antonio Garrigues a sus huéspedes -mogollón de lumbreras y popes económicos reunió en su fiesta anual en Sotogrande- hace un par de noches. No contento con pedirles que llegaran cenados, montó tremendo escenario en el jardín y, presa del síndrome de Susan Sontag en Sarajevo, les obsequió con una obra de teatro con vestuario de Agata Ruiz de la Prada. Los supervivientes -"¡Viven!", que diría un recién llegado de catástrofe aérea del Aconcagua- han decidido no contarlo: están bloqueados.
Lo dicho: el matrimonio, o irme con Greeenpace a Tahití.
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