"La música de Wagner no es dogmática ni intolerante"
Con el fondo de unos figurines antiguos de personajes operísticos de su abuelo, Richard Wagner, y con la concesión a la modernidad de un monitor de televisión en circuito cerrado el despacho donde se realiza esta entrevista, dentro de la Festpielhaus, está cargado de historia. Wolfgang Wagner, de 75 años, se muestra jovial. En unas horas subirá al escenario para asumir la dirección teatral de Parsifal.Pregunta. ¿Es nacionalista la música de Richard Wagner?
Respuesta. La música de mi abuelo no es de carácter nacional, ni siquiera nacionalista. Es más bien una muestra de la música europea, una música que supera las fronteras políticas.
P. Pero, ¿posee alguna intención filosófica o ideológica?
R. En las obras tardías, en los dramas musicales, Richard Wagner ha trabajado temas muy humanos con resultados que casi siempre son utópicos. Su dramaturgia es abierta, mientras que la de un filósofo intenta construir un sistema cerrado. La intolerancia del dogma, sea cristiano, musulmán o lo que sea, generalmente no lleva a enfrentamientos espirituales, sino bélicos. La música de Wagner no es intolerante ni dogmática.
P. ¿Por qué incorporo a un dramaturgo como H. Müller en la dirección de Tristán e Isolda?
R. Müller tiene su propio pensamiento. Hace teatro actual, político. Tuvimos una conversación y me contó que, después de haber cumplido 60 años, tenía mucho interés en enfrentarse, sobre todo a partir de Tristán, con una manera de pensar del romanticismo tardío, y poner esto en relación con el presente.
P. ¿Qué novedades tiene previstas en el futuro?
R. El próximo año quitamos Tannhäuser e introducimos una nueva escenificación de Los maestros cantores.
P. ¿No ha pensado nunca en alargar el Festival?
R. Hay dificultades. Si alargamos el Festival, nos convertimos en un teatro de repertorio.
La tensión en estas difíciles obras sólo se puede mantener durante un tiempo. En 35 días hay 30 funciones y tenemos in tensos ensayos. Esta casa ha sido pensada fundamentalmente para El anillo. Con las exigencias de esta obra no es posible representarla más de tres veces por temporada.
P. ¿Nunca se plantea coproducciones o giras?
R. El coro y la orquesta solamente coinciden juntos en Bayreuth. Hace seis años hubo una excepción cuando hicimos una gira a Japón.
P. ¿Es cierto que va a invitar a Plácido Domingo a cantar Tristán en Bayreuth?
R. Hemos trabajado muy bien juntos. Para Plácido Domingo, Parsifal ha supuesto un gran esfuerzo por la gran cantidad de ensayos. Bayreuth le ha frenado un poco el resto de su carrera. En cuanto a Tristán, ya ha dicho en Viena que no lo va a cantar, más que por las dificultades del personaje, por el tiempo de trabajo que le iba a llevar. Le diré una cosa. Los italianos no saben cantar en alemán, pero los españoles sí. Seguramente por los sonidos particulares de la faringe y de la garganta que el español posee por influencia árabe.
P. Tengo la sensación que el público del Festival -japoneses aparte- es mayoritariamente alemán.
R. Después de la II Guerra Mundial había entre un 55% y un 60% de extranjeros. Ahora, la dificultad mayor es que el marco está muy alto. Si fuera sólo por el interés musical, podría llenarse Bayreuth de extranjeros, pero Alemania es muy cara, aunque las entradas son mucho más bara tas que en otros sitios. En Salzburgo valen el doble.
P. El Festival de Bayreuth goza, creo, de buen equilibrio financiero.
R. Hasta la II Guerra, Bayreuth estaba casi autofinanciado. Después de la guerra, no; ahora hay 64 mecenas privados, desde bancos hasta empresas automovilísticas, y subvenciones públicas. Además, el equilibrio financiero es posible porque los sueldos son relativamente bajos.
P. ¿Cómo son las relaciones del Festival y la televisión?
R. Acabamos de grabar Tristán e Isolda para la pequeña pantalla. A partir de 1978, cuando hicimos la primera grabación, hemos desarrollado una dramaturgia propia, que trata de superar las contradicciones entre televisión y teatro.
P. El Festival de Bayreuth, ¿es una necesidad o una utopia?
R. El hombre no puede vivir sin utopías, ¿no?
Babelia
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