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Los efectos de la sequía

Los agricultores españoles van a perder este año unos 500.000 millones de pesetas de sus ingresos

Por segundo año consecutivo, la sequía y la falta de agua embalsada para los regadíos han vuelto a tener un impacto gravemente negativo para el sector agrario, tanto por la caída en las producciones agrícolas como por los mayores costes para la alimentación animal ante la falta de cosechas nacionales.De acuerdo con los datos que se barajan sobre previsiones de producción, este año los agricultores verán reducidos sus ingresos en unos 500.000 millones de pesetas, mientras los ganaderos deberán pagar más caras en los próximos meses la mayor parte de las materias primas. A gran des rasgos, se puede decir que la sequía está poniendo en peligro el futuro y la supervivencia de unas 600.000 hectáreas de cultivos leñosos, especialmente los frutales en Andalucía y la vertiente mediterránea. La falta de agua ha provocado ya cambios de cultivos en la mitad sur de la Península y mayores abandonos de tierras de los previstos, y ha dado lugar a una grave caída en las producciones agrícolas como vino, cereales, girasol oliva, arroz, algodón o remolacha.

Por la sequía hay precios mas altos en origen, van a incrementarse las importaciones y existe en muchos casos un grave riesgo de perder los tradicionales mercados de la exportación. Los agricultores, aunque con precios más altos de los previstos por la escasez de oferta, tendrán menos ingresos por sus operaciones en el mercado y, en una serie de producciones con sus organizaciones comunes de mercado (OCM) no reformadas, recibirán también menos subvenciones comunitarias, cuya cuantía se cifra en unos 100.000 millones de pesetas. Los ganaderos aumentarán sus costes de producción con riesgo de hundimiento si hay importaciones baratas y, si no hay compras en el exterior, la posibilidad de que los productos ganaderos tengan una importante subida en los precios al consumo.

Riesgo para cultivos leñosos

En España existe una superficie de cultivos leñosos total de unos 4,7 millones de hectáreas, de las que se han visto afectados más de 3,5 millones, lo que supone cerca del 80%. Hay cultivos más resistentes, como el olivar, donde las aguas de los últimos meses han contribuido al sostenimiento de la planta, aunque no sirvieran nada para la producción. Pero, en otros casos, especialmente los frutales, subsiste el riesgo para más de 600.000 hectáreas sobre un total de 800.000, de que por falta de agua se pierda una planta que tardaría varios años en reponerse. Está en peligro el futuro una buena parte de una agricultura frutícola destinada a la exportación.

Cambio de cultivos

Es imposible cambiar los cultivos leñosos de una campaña para otra. El resto de las producciones agrícolas, sí. La falta de agua en los últimos meses ha dado lugar a un cambio de cultivos, especialmente en la mitad sur de la Península. Hay producciones, como el algodón o el arroz, en las que la situación se repite ya durante las últimas campañas. Las superficies de algodón en Sevilla, donde las siembras podían situarse en condiciones normales cerca de las 100.000 hectáreas, se ha quedado en unas 30.000 hectáreas. En su lugar, han ganado terreno otros cultivos, como la colza. Igualmente, se ha producido un serio recorte en las siembras de arroz, donde la caída más grave ha estado también en las provincias andaluzas.

En esta campaña, al igual que en las precedentes, también se ha producido un recorte en las siembras de maíz, donde existen unos altos gastos de producción.

Más tierras abandonadas

Ante la falta de agua, en un primer momento era opinión generalizada en el sector y en la propia Administración que el girasol debería ser el cultivo-salida por sus bajas necesidades de agua. El riesgo en el girasol era superar la superficie máxima garantizada de poco más de un millón de hectáreas e incurrir en penalizaciones. España no logró una mayor flexibilidad en este punto de Bruselas dado que los topes en girasol están marcados por los acuerdos con Estados Unidos.

A primeros de mayo, a pesar de todo, eran muchos miles los, agricultores que esperaban sembrar girasol aunque no hubiera agua, pero con el fin de recoger las subvenciones comunitarias por hectáreas. La Administración, al final, tuvo miedo de que se disparasen las falsas siembras de giragol y dio la posibilidad de un abandono mayor de tierras subvencionado cuando las mismas se pensaban haber cultivado de girasol.

Caída de producciones

La sequía ha provocado ya una grave caída en las producciones, hasta colocar las mismas, en muchos casos, en las cifras más bajas de los últimos 25 años.

En cereales de invierno (no incluyen el maíz), sobre una superficie de siembra de 6,2 millones de hectáreas, las tierras afectadas por la falta de agua superaron los tres millones de hectáreas para superar el 50% de las siembras. Los problemas, a medida que avanzó la campaña, fueron subiendo de sur a norte hasta afectar prácticamente a 13 comunidades autónomas. Los últimas datos oficiales no llegan a los seis millones de toneladas de cebada y 3,2 millones de toneladas de trigo. En maíz no se espera lograr los dos millones de toneladas. La cosecha total se situará en unos siete millones de toneladas por debajo de la media.

Una situación similar es la que se espera en olivar y girasol. En olivar, la cosecha prevista es probable que no llegue a las 250.000 toneladas, lo que supone 300.000 toneladas menos de una cosecha normal, mientras en girasol solamente se esperan 500.000 toneladas de pipa. Caerán igualmente las producciones de arroz, algodón y remolacha en las provincias del sur, y en vino, donde apenas si se superarán los 20 millones de hectolitros.

Subidas de precios

La consecuencia lógica de estos bajos resultados, a pesar de la apertura total de fronteras en el marco comunitario o con la aplicación de los acuerdos GATT, se ha traducido en una fuerte subída de los precios. En algunos casos, ese incremento no se ha producido simplemente porque ya lo hizo hace un año y, en lugar de bajar a su situación normal, se mantiene en las mismas condiciones. Éstos son los casos, por ejemplo, del aceite de oliva o el vino. En los cereales, los precios institucionales, en aplicación de la reforma de la Política Agrícola Común, deberían haber experimentado por tercer año consecutivo una bajada a la vez que aumentaban las subvenciones por hectáreas.

Subieron las subvenciones por hectárea, pero no han bajado los precios, lo que repercute positivamente sobre los cerealistas. Es probable que siga la subida del girasol o el arroz con impacto en el IPC, mientras en el resto de las producciones agrícolas, simplemente se mantendrían en los actuales niveles altos. En el caso de los productos ganaderos, especialmente en carnes, los españoles están produciendo más caro por la sequía. Si hay importaciones baratas, ello puede suponer su ruina. Si la importación se iguala a los costes de producción nacionales, sabirían los precios.

Más importaciones

Tanto los ganaderos como la industria alimentaria van a necesitar mayores importaciones para cubrir sus necesidades. En el caso ganadero, frente a un con sumo en tomo a los veinte millones de toneladas de materias primas, es necesaria la compra en el exterior de unos siete millones de toneladas. Parte de esas materias primas son cereales. Debido a sus altos precios, en los últimos años ya se han impuesto otros productos más baratos, como la mandioca, gluten, soja, guisantes, etcétera.

En los últimos meses, los ganaderos españoles ya han dispuesto de un millón de toneladas de cereal procedente de los organismos de intervención comunitarios a un precio de compra en el país de origen que ronda las 21 pesetas. Eso ha contribuido solamente a que no subieran más los precios.

En los próximos meses van a ser necesarias altísimas importaciones de girasol para atender la demanda interior, lo que ya ha provocado subidas en los mercados exteriores. Es necesaria la compra como mínimo de 500.000 toneladas de pipa. En aceite de oliva ya se están realizando importaciones y se seguirán haciendo en los próximos meses, aunque las compras finales van a estar en función de cómo evolucione el consumo, donde los precios altos han provocado una caída en la demanda y casos de fraude con mezclas de oliva con girasol por parte de empresas pirata. Es necesaria la importación de arroz y también la compra de vino en el exterior.

Riesgo para exportaciones

La sequía tiene igualmente un impacto gravemente negativo sobre el comercio exterior. Muchas empresas españolas, especialmente en los casos de aceites y grasas, arroz o vino, deberán comprar materia prima en otros, países para poder tener un abastecimiento suficiente que les permita cubrir sus compromisos de exportación. El problema es que, al ser una recompra, generalmente van a tener el producto a precios más caros, y existe el riesgo de que esos mercados sean copados por la competencia.

Problemas para la ganadería

La falta de producciones ha supuesto un grave perjuicio para la agricultura, donde las bajas cosechas se han compensado en parte con unos precios más altos. En el caso ganadero, los problemas no tienen ningún alivio.

Sobre una superficie de unos catorce millones de hectáreas de pastos, han estado, afectadas por la sequía más de ocho millones de hectáreas, con un censo total ganadero de 18,5 millones de ovejas, 2,4 millones de cabras y 1,5 millones de cabezas de vacuno. La falta de pastos ha provocado ya el uso de cereales, pienso u otras materias primas caras e incluso que la paja se haya cotizado en el sur a casi 20 pesetas / kilo. Todo ello supone un encarecimiento de la producción muy por encima de los niveles de otros países comunitarios.

Tensiones para el IPC

La falta de materias primas sufícientes para el consumo interior ha provocado ya tensiones en los precios en el mercado nacional con impacto negativo en el IPC. Hay ya unos niveles muy altos de precios en productos como el aceite de oliva, vino, arroz, etcétera. En los próximos meses, la tendencia será a nuevas, subidas, aunque no tan elevadas como las registradas en el último año.

Menos subvenciones

La sequía va a suponer para las arcas comunitarias menores gastos por subvenciones y también por almacenamientos, intervenciones en el mercado o eliminación de excedentes por un montante total no inferior a los 100.000 millones de pesetas.

Caída de empleo

La falta de agua y la consiguiente reducción de las producciones se está traduciendo en una caída en los niveles de empleo en el campo y en determinadas industrias agro alimentarias ligadas sector.

Los agricultores se han visto forzados a meter cultivos que aportan también menos empleo eventual o fijo en tareas de siembra o recolección. Han caído las superficies de maíz, algodón, arroz, etcétera, y se van a reducir también a la mitad los trabajos de recolección en cultivos tan importantes como el viñedo o el olivar, con millones de jornales perdidos, así como en los frutales.

Este recorte en el empleo se reflejará también en una serie de industrias que operan ligadas a las campañas y generalmente con empleo eventual. Son los casos de plantas azucareras en el sur y sobre todo almazaras en el aceite de oliva o extractoras de pipa de girasol.

En definitiva, la falta de agua en el sector agrario está poniendo en peligro el futuro de un sector estratégico como las producciones de frutas en Andalucía y Levante. Las subvenciones comunitarias, que el año pasado rondaron los 800.000 millones de pesetas, consecuencia de la caída en algunas producciones, este año van a ser inferiores, aunque, en cualquier caso, suponen un balón de oxígeno para los agricultores y ganaderos que sin la Política Agrícola Común se habrían encontrado en la auténtica miseria. Hoy, un cerealista que no haya podido cosechar recibe una subvención media por hectárea de unas 23.000 pesetas, a las que sumaría entre 15.000 y 20.000 pesetas si ha suscrito el seguro integral.

A pesar de ello, la sequía es pérdida de rentas para el campo y precios más altos para el consumidor, a pesar de la mayor liberalización de las importaciones donde los operadores, al final, acaban adaptando los precios al mercado interior aumentando los márgenes comerciales.

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