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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pura felicidad

Mulgrew Miller (piano solo), Paul Motian's Broadway Music, John Scofield Quartet, Antonio Hart Quintet

Jam Session 5º aniversario de Cuadernos de jazz. Salón de Plenos y terraza del Ayuntamiento. Plaza de la Trinidad. San Sebastián, 24 de julio.

El público, tenía que pellizcarse para creer lo que estaba viendo y escuchando: juntos, en el mismo día, dos de los guitarristas más influyentes de los últimos 15 años, hasta cinco saxofonistas superlativos y dos grandes maestros de la percusión en pleno ejercicio de sus modos distantes pero complementarlos de entender el swing.

Abrió la inolvidable jornada el pianismo contundente de Mulgrew Miller. Inició su notable recital de romántico subido (Everytime we say goodbye) y lo acabó sumergido de pleno en la faceta exótica del universo sonoro de Dulce Ellington (Caravan).

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Cualquier mundo finito parece quedársele pequeño a Paul Motian. Su hábitat natural es la inmensidad del cosmos, sobre todo ahora que amasa una estética de creatividad radical a partir de polvo de estrellas (Stardust) y otros títulos, emblemáticos de los musicales de Broadway. Lee Konitz (saxo alto) y Joe Lovano (saxo tenor) se atrajeron y se repelieron en cantos y contracantos de jubilosa opulencia expresiva. El primero firmó un Body and soul antológico y el segundo culminó una version ejemplar de All the things you are.

Detrás de ellos, la guitarra fría y calculadora de Bill. Frisell pintó una atmósfera inquietante.

La tercera oferta de la jornada presentó al cuarteto de John Scofield, otro jefe de tribu de la guitarra moderna.

Todavía restaba la torrencial actuación de Antonio Hart, uno de los jóvenes saxofonistas altos más prometedores, y el tiempo relajante de la jam sessión. La rueda de saxos compuesta por Phil Woods, Gary Bartz, Konitz y Lovano, una delantera de ensueño, giró con alegría contagiosa sobre la solidísima base dispuesta por Kenny Barron, Reggie Johnson y Ben Riley. Habían pasado más de siete horas de música mayúscula y el cansancio llegó de improviso por pura felicidad.

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