Mística y humanidad en Manuel de Falla y Cristóbal Halffter
La presencia de Cristóbal Halffier al frente de la orquesta y coros del teatro de la Fenice para ofrecer dos medidas espirituales de la música española ha constituido una verdadera cima de interés, asistencia y éxito. No podía faltar el nombre de Manuel de Falla, en destacadas ocasiones triunfador en Venecia y huésped del hotel Mónaco frente al Gran Canal y la iglesia de la Salud, de Palladio.Es cierto que el Falla escuchado ahora sorprendió al público menos impuesto en la gran curva evolutiva del egregio gaditano, pues el festival ha programado La salve en el mar y La nit suprema, síntesis de la última motivación de la cantata completada, tras la muerte del maestro, por su discípulo Ernesto Halffter, tío de Cristóbal. Motivación hondamente religiosa e incluso mística. Sentimiento y actitud que nadie acaso ha descrito como Poulenc en la breve y emocionada evocación de unos días venecianos pasados con don Manuel. Falla penetró en uno de tantos maravillosos templos venecianos, hincó las rodillas y dice el músico francés haber sentido cómo se elevaba, hasta sentir casi su desaparición, quien unos momentos antes era su amical dialogante.
En suma, toda una parte de Atlántida nos descubre un mundo interior de Falla con sencilla y deslumbradora belleza, como si hubiesen retornado a la vida creadora Cristóbal de Morales, Tomás Luis de Vitoria y quienes les precedieron e hicieron posibles. Esa sufrida salve -en cuyo texto interviene el mismo Falla- y esa paz recobrada de la Noche suprema destilan siglos de cultura española.
En no escasa medida sucede otro tanto con el Officium defunctorum, de Cristóbal Halffier, por más que el lenguaje y el pensamiento que lo mueven sea distante; la serena paz de la religiosidad fallesca se torna en Cristóbal no ya dolorido sentir individual, sino sufriente expresión por el penar de la humanidad. Quizá la confesión de parte más ilustrativa la recibimos en el pasaje Muerte histórica de Jesús a través de la breve cita del coral-eje de la Pasión según San Mateo, de Bach.
Esperanza
La religiosidad de Halffier, montada sobre textos litúrgicos seleccionados por el padre Ignacio Ellacuría, muerto violentamente en El Salvador y a quien el oficio está dedicado, se manifiesta con la aureola de lo glorificante, frente a Dios, y con los tonos de la protesta, frente a los hombres.A lo largo de casi una hora, el compositor, como apunta sagazmente Paolo Pinamonti, alía el lenguaje radical y la potencia comunicativa en una sucesión fuertemente vertebrada de emociones que recogerá al final una voz infantil, en tono de esperanza, al cantar las palabras evangélicas de San Juan: "Con la destrucción del pecado, llega la vida. Aleluya".
Partitura muy difícil, de gran complejidad y crecidos efectivos vocales e instrumentales, Cristóbal Halffter supo explicarla con meridiana claridad: escuchamos la música y entendimos el mensaje ideológico que la determina. Los solistas de la capilla ducal, el coro, preparado por Livio Picotti y Giovanni Andreoli, así corno la orquesta de la Fenice, se comportaron con alto magisterio, del mismo modo que habían sabido penetrar en las secretas galerías espirituales de Falla. La jornada se alza entre las más importantes de un festival cargado de valores cualitativos y representativos.
Babelia
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