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Tribuna:DEBATES
Tribuna
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Demasiado tarde para la vergüenza

¿De qué serviría hablar de vergüenza una. vez más? ¿De qué serviría lamentarse de una Europa que, sencillamente, no ha querido conocer una parte de su territorio, denominado espacio yugoslavo, y que se ha negada a reconocer su propio destino en la supervivencia de una Bosnia-Herzegovina, viva aún ayer? Hoy ya es tarde para la vergüenza y para Europa. O por lo menos, es demasiado tarde para cierta Europa. Y las consecuencias son sombrías: dado que los intérpretes profesionales del concepto cívico, democrático y laico de Europa han perdido por omisión, no nos queda más que esperar otros jefes y otros tutores, bien vengan del pasado europeo o de fuera del Viejo Continente. En lo que a estos últimos se refiere, nadie puede reprocharles la falta de respeto a las reglas del juego o la falta de paciencia con la Unión Europea (UE).Y sin embargo, en Europa se siguen repitiendo, sin cesar conclusiones seudorrealistas y lugares comunes inexactos cuyas olas inundan sistemáticamente sus despachos ministeriales, sus centros estratégicos y los artículos de sus editorialistas autodesgnados expertos. ¿Habría que seguir, insistiendo en demostrar su falta de sentido y en recordar que tal dejadez puede ser fatal incluso para la salud de cada uno de los países europeos? En caso afirmativo, lo primero que habría que hacer es sacar algunas conclusiones de los últimos acontecimientos: :1. La caída de Srebrenica representa el. golpe de gracia a la ONU (en el futuro ésta no podrá, funcionar ni política ni militarmente más que bajo la égida de Estados, Unidos). 2. La toma de dicha ciudad y las circunstancias en las que ha tenido lugar sólo pueden reforzar la tendencia, presente desde. hace mucho tiempo en las mentes de los diplomáticos europeos, y deseable según la óptica de Washington, de que la causa bosnia quede reducida a la cuestión musulmana (es decir, en el mejor de los casos a la identificación de Bosnia-Herzegovina con una Arabia Saudi). 3. Tras la caída de Srebrenica parece difícil pensar cómo se podría impedir el levantamiento del embargo de armas impuesto a Bosnia-Herzegovina en nombre de la ONU y de propuestas políticas europeas nunca articuladas con claridad.

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En tal contexto, la creación de la Fuerza de Reacción Rápida (FRR) así corno las recientes declaraciones del presidente francés, Jacques Chirac, merecen un párrafo especial. Desde hace dos meses se, habla de dicha. FRR sin tener en cuenta las dificultades que, incluso en el plano semántico, provocaría su nacimiento. Una gran parte de la opinión pública europea ha sido, pues, objetivamente manipulada, ya que por el momento no se, trata de una fuerza (sólo consta de unos miles de soldados); tampoco se sabe contra quién debería actuar (¿contra el ejército del general Mladic, interlocutor privilegiado de los europeos en cuanto hay un nuevo secuestro de cascos azules? ¿Contra los señores de la guerra croatas de la Herzegovina occidental?, ¿contra el ejército bosnio, cuyo legítimo objetivo sigue siendo la liberación del país por todos los medios?), y, finalmente, esa fuerza es todo menos rápida, dado lo que está tardando su despliegue en los Balcanes.

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Por su parte, Chirac, a pesar del valor con el que ha corregido la actitud *de la Francia oficial respecto a la crisis yugoslava y de su tono enérgico, lo único que ha demostrado (aunque con audacia) es la profundidad de la incoherencia europea y la fatal ausencia de una estrategia francesa. Implícitamente, la consecuencia Podría fácilmente ser la invitación al Congreso norteamericano a que se lance al control de un problema europeo por definición, a su manera y con sus clichés: resolver la crisis mediante el simple levantamiento del embargo y reducir Bosnia-Herzegovina a unos musulmanes parecidos a los musulmanes de Oriente Próximo. Desde el comienzo de la crisis, y con razón o sin ella, Washington ha definido sus prioridades y sus feudos: la línea de demarcación es Tirana-Skopjie-Ankara. Moscú, por su parte, se ha adueñado, en parte gracias a los norteamericanos y al mito de la solidaridad ortodoxa, del Mediterráneo, de un "mar caliente" (por primera vez en su historia y cuando Rusia es más débil que nunca). Bonn, sin dejar abiertamente de ser solidaria con la UE, ha querido confirmarse como, protagonista político tras la caída del muro de Berlín: los alemanes se han procurado, su zona de influencia directa (Croacia, Eslovenia) e indirecta (el marco es la moneda nacional incluso en Serbia). En todas estas ópticas hay poco espacio no sólo para Francia (cuyo compromiso no tiene proporción con los resultados obtenidos), sino también para el conjunto de los países de la Unión Europea. ¿Es posible ahora paliar los estragos? Sí, evidentemente, a condición de que por primera vez se juegue la carta de la realidad.bosnia y ex yugoslava: en Bosnia-Herzegovina los musulmanes son de lejos la mayor víctima de la actual carnicería, pero se niegan a que se les identifique con los saudíes o con los magrebíes; son europeos de la cabeza a los pies y sólo pueden sobrevivir en los Balcanes como europeos, laicos, en un Estado multiétnico. (Este hecho, a pesar de los bosnios radicales, representa para ellos una especie de axioma). Además, toda solución a la crisis debería ser global, (debería incluir propuestas para Croacia y Serbia), y descansar en el principio de la intangibilidad de las fronteras entre los Estados-herederos de la difunta Yugoslavia; si Europa lo dijera en voz alta, se vería inmediata mente rodeada de muchos aliados allí. También habría que imponer a las autoridades, locales de Croacia y de Serbiá la aplicación de diversas fórmulas de autonomía política para la minoría serbia de Croacia y para la mayoría albanesa de Kosovo, así como diversas garantías para las otras minorías (por ejemplo, la húngara en Voivodina), según los criterios ya existentes en el seno de la Unión. No habría que olvidar nunca que, la clave de la crisis está en Belgrado y que Serbia, en gran medida gracias a la UE, carece de cualquier alternativa política al régimen totalitario de Milosevic. En otros términos, habría que indicar públicamente cuáles serían los interlocutores preferidos de Europa en Serbia y en Croacia,

En lo que a Serbia se refiere, sería. indispensable apoyar la formación de una tercera vía que evitara la actual disyuntiva entre lo malo y lo peor (Milosevic o sus hijos espirituales, unos halcones más duros que él). Para frenar el desastre europeo ¿por que no empezar por un apoyo al Tribunal de La Haya o por el cambio de la terminología en la prensa, sustituyendo la palabra "serbio" por "chetnik", "ejército musulmán" por "ejército bosnio" "nacionalistas croatas de Herzegovina" por "ustachas de Herzegovina", aunque, evidentemente, no sería suficiente. Ante todo, hay, que estar dispuesto a pagar los costes de la resurrección de una Europa política. Y, por desgracia, esos costes no son sólo diplomáticos. Hoy será caro, pero mañana lo será mucho más.

Iván Djuric es historiador de origen serbio y presidente del Movimiento para las Libertades Democráticas.

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