El final del túnel
GABRIEL CAÑELLAS ha renunciado a la presidencia de Baleares apenas 50 días después de haber, obtenido la mayoría absoluta. Con este desenlace, Aznar ha probado dos cosas: que no está dispuesto a contemporizar con los casos de corrupción que se produzcan en sus filas y que controla el partido con mano de hierro. De nada le ha servido al veterano dirigente balear su intento de parapetarse tras los órganos regionales del PP para dar largas a la orden de dimisión que le cursó Aznar a cuenta de sus responsabilidades políticas en el escándalo del túnel de Sóller. A la postre, los dirigentes del PP balear se han avenido a la exigencia de encontrar rápidamente un sustituto. Para ellos ha tenido que ser un trago amargo desembarazarse del hombre que impulsó su reconstrucción en años difíciles y que lo condujo hasta la mayoría absoluta. Para Cañellas, mucho más.'No lo ocultó en su despedida oficial, cuando dijo que había tenido que renunciar por un problema de imagen de Aznar. Pero acató el inequivoco mensaje de Madrid. Cristóbal Soler, presidente del Parlamento balear, sustituirá a Cañellas al frente del Gobierno. Todo ha sido extraordinariamente rápido, como quería, Aznar, para evitar la sensaclón de un pulso entre órganos nacionales y regionales del partido. Cualquier cosa para impedir que pudiera reproducirse un conflicto al estilo de Hormaechea en Cantabria.Si hubo pulso -Aznar lo niega-, lo ha ganado en toda regla. Sus argumentos a favor de la dimisión de Cañellas,han debido ser tan sólidos que nadie ha sido capaz de oponerle otros de igual o mayor consistencia. El liderazgo de Aznar sale, sin duda, reforzado de este episodio. También se ha dado un paso importante en dirección de la correcta solución en el plano político, de los problemas. derivados de la corrupción en el ejercicio del poder.
Todavía, es pronto para saber si la dimisión de Cañellas tendrá o no en el futuro, efectos no deseables sobre la cohesión del PP a nivel nacional. De, momento, algunas heridas ha tenido que abrir en el PP balear. Cañellas no se mordió la lengua ante el Ejecutivo regional de su partido para decir que no le había gustado nada lo que habían decidido sobre él en la dirección nacional. Y hace unos días fue precisamente Cañellas quien articuló una de las críticas más demoledoras jamás hechas sobre la doctrina aznarista de las responsabilidades políticas. El dirigente balear censuré sin miramientos las consecuencias de esa doctrina en lo referente a su caso. A su juicio, la decisión fue precipitada, desconocedora de la realidad balear, causa de agravios comparativos en relación con otros casos de corrupción e injusta al producirse en el vacío y antes de cualquier pronunciamiento de los tribunales. Es probable que viniendo. de quien ha sido. la primera y más notable víctima de esa doctrina, la crítica sea exagerada. Pero ahí queda.
En todo caso, a partir de ahora, la fórmula Cañellas, como respuesta política al fenómeno de la corrupción, será punto obligado de referencia para todas las fuerzas políticas. El precedente creado por Aznar con la exigencia de responsabilidades políticas por casos de corrupción es ciertamente riguroso y nada fácil de llevar a la práctica, pero nadie está más obligado que él a tenerlo en cuenta en el futuro. Si no lo hace, no faltará quien se lo eche en cara. Sus compañeros de partido en Baleares en primer lugar.
Incluso si no obtuviera unos beneficios políticos. tan tangibles e inmediatos como los asociados a la dimisión de Cañellas, Aznar,está comprometido desde ahora a obrar con igual firmeza en todo supuesto de corrupción. Sería injusto suponer que ha actuado de la forma en que lo ha hecho con Cañellas por razones de mera oprtunidad política y no en virtud de una apuesta seria y a largo plazo a favor de la tan necesitada limpieza de la vida pública en este país. Aznar ha actuado en este caso con solidez, autoridad y coherencia. No es poco. Y no era fácil.
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