¡Vaya lujo!
Salió al escenario vestido de calle, con su paso vacilante de septuagenario, y contó que precisamente en La Riviera había tocado por última vez en España, tras abandonar Cuba, justo antes de instalarse en Estados Unidos. Era el año 1962. Dicho esto, colocó la mano izquierda sobre el mástil y pulsó con decisión las cuerdas con su diestra. Sonó poderoso el contrabajo. Y se hizo la música. El propio cuerpo de Cachao tiene forma de contrabajo después de compartir más de seis décadas. Y aquellas primeras cuatro notas valieron por cualquier diploma. Ritmo en estado puro. Cuenta Paquito d'Rivera que hace unos años, durante el transcurso de una entrega de premios, subió a recoger el suyo y al dejar caer la mirada al foso de los músicos reconoció a Cachao. "¡Coño!", exclamó el dicharachero saxofonista por el micrófono. "A quien debían rendirle ustedes tributo es a ese hombre que está ahí abajo y no a mí".
Cachao
Israel López, Cachao (director y contrabajo), Alfredo Valdés Jr. (piano), Nelson González (tres), Orestes Vilató (timbales), John Santos (congas), Nenge Hemández (bongós), Alfredo Chocolate Armenteros (trompeta), Geraldo Peña (saxofón), Jimmy Bosch (trombón), John Calloway (flauta), Felo Barrios (güiro) y Daniel Palacio (voz). La Riviera. Madrid, 18 de julio.
Algunas veces, ésta es una de ellas, el destino parece responder a un principio de justicia. El gran Cachao se ganaba el jornal en bodas y bautizos y hasta en bar nitzvahs, olvidado de casi todos, cuando el hijo de un viejo amigo de la infancia le acercó una cámara. No es que Andy García rodara un documental de valor artístico, pero sí que supo reflejar con el cariño y la admiración más sincera la envergadura humana y musical de este hombre único. Aquellas imágenes de un cubano bonachón y genial le han permitido a Cachao volver a tocar y hacerlo ante públicos de París, Amsterdam o Nueva York que le reciben con los brazos abiertos.
Dieciocho meses después de la fiesta que celebró Canal + para presentar Como su ritmo no hay dos, Israel López se trajo una orquesta a la capital. Y ¡qué pedazo de orquesta!: Orestes Vilató, de Camagüey, a los timbales; Jimmy Bosch, al trombón, o Chocolate Armenteros dándole a la trompeta. Incluso contó con la presencia del joven saxofonista puertorriqueño David Sánchez, que se pasó por allí antes de ir a cumplir con su propio compronuso en otra sala de la ciudad.Ha escrito Cabrera Infante que lo curioso de la música cubana es que toda es bailable, incluso el bolero. Su amigo Cachao dio en la universidad de verano de La Riviera un curso definitivo al respecto: danzones, congas, güiros, descargas... El 18 de julio de 1995 se dejó caer por Madrid un pedazo de historia: un maestro de la música y de la vida.
Su mayor deseo es que los cubanos continúen la tradición y que los jóvenes no olviden su música. Vive en Miami pero nació en La Habana, en la misma casa que José Martí, un día de 1918. Es Israel López, al que llaman Cachao. ¡Vaya lujo!
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