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EL 'CASO GAL'

Las torpezas de Amedo pueden originar graves problemas a sus jefes

Los errores cometidos por el ex subcomisario José Amedo cuando manejaba la infraestructura de los GAL han puesto a sus jefes contra las cuerdas en un proceso que puede costarles muchos años de cárcel. La prepotencia o el creerse impune -¿quién iba a pensar que un policía español que viajaba de incógnito iba a ser investigado en Portugal?- le llevó a descuidarse en detalles que en 1991 supusieron su condena, y ahora, cuando otro de sus compañeros, Miguel Planchuelo, se desmorona, repercuten en todos los demás.

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El caso por los atentados contra los bares Batxoki y La Consolation, en el sur de Francia, en el que se produjeron seis heridos graves, fue la clave para condenar a los entonces policías José Amedo y Michel Domínguez a 108 años de cárcel a cada uno. Amedo tuvo en esos atentados una participación activa: buscó los mercenarios en Portugal, los trajo a España, les indicó los objetivos en Francia y a alguno de ellos hasta le pagó los servicios prestados, mientras que a otros que fueron detenidos poco después de los atentados y que únicamente sabían de él que le llamaban Thomas, ni siquiera eso.Amedo cometió varios errores que acabaron por llevar al ánimo de los jueces que era culpable. Primero, pagó con su tarjeta Visa los gastos de alojamiento y manutención en Lisboa cuando fue a contratar a los mercenarios. Las facturas llegaron a poder del juez y figuraron como prueba en el sumario.

Matar y no pagar

Después, confeccionó un documento de identidad para uno de los sicarios en la Jefatura de Policía de Bilbao. El documento fue intervenido y, dado que Amedo se negó a que le tomasen las huellas dactilares, los jueces sospecharon que la huella que figuraba en el carné pertenecía a uno de los dedos de Amedo.Además, no pagó a varios mercenarios, quienes declararon ante los jueces franceses que el reclutador era un policía español llamado Thomas. Cuando se dispuso de una foto de Amedo, todos ellos lo reconocieron.

Las relaciones con las mujeres tampoco fueron un acierto, ya que las declaraciones de su ex novia Inmaculada Gómez le supusieron la primera acusación por asesinato consumado, el del prófugo Juan Carlos García Goena, del que curiosamente fue absuelto, por estimar que la ex novia había declarado contra él por despecho.

Detalles menores, aunque también importantes, fueron las constantes visitas al casino y a los hoteles de San Sebastián donde ya asociaban sus estancias con atentados de los GAL.

Ahora, el caso Marey está siendo clave en la implicación en la creación y organización de los GAL para los altos cargos del Ministerio del Interior de aquellas fechas, entre 1983 y 1987.

En este caso -tarjeta de presentación de los GAL- estaban todos los que tenían poder de decisión. Es en ese momento cuando la maquinaria de los GAL se pone en marcha, y por eso están todos; luego, para que siga funcionando, no hace falta más que echarle combustible, y ya no están los importantes, según contó en privado uno de los implicados.

En el caso Marey también ha habido errores. El primero, la persona secuestrada. No se trató de un etarra, sino de un vecino que no sabía nada de ETA. Después, el paso de la frontera con el secuestrado. Funcionarios que no pertenecían al grupo se enteraron del secuestro en el momento en el que se producía y aunque entonces guardaron silencio, ahora, antes de verse implicados en una complicidad no deseada, no tienen reparos en declarar contra sus superiores, incluido Vera.

El caso Marey se acumuló al de los atentados a los bares Batxoki y La Consolation y también a las maniobras para evitar que Amedo y Domínguez tirasen de la manta. En esta acumulación, que se ha dado en llamar caso GAL, de nuevo el dinero es el hilo conductor de las pruebas. Por un lado, la financiación a las esposas de Amedo y Domínguez a las que pagaban sueldos entre 450.000 y 600.000 pesetas al mes de los fondos reservados, despues el pago de dos operaciones quirúrgicas a ambas, y finalmente el pago en Suiza de 200 millones a cada una de ellas para que sus maridos guardasen silencio.

Otros sumarios abiertos, aunque la investigación está en fase preliminar, son los de los cuatro asesinatos del Hotel Monbar, de Bayona (Francia), o el del asesinato de García Goena.

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