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Aviñon recupera un alegato de Pasolini contra la cretinización televisiva

Ninetto Davoli, el intérprete predilecto del director, protagoniza la obra

Es un alegato a favor de la juventud, la espontaneidad, frente al mundo falso, viciado egoísta y reductor. Ésa es la reflexión que propone Pier Paolo Pasolini en este festival de Aviñón. Allí se ha puesto en pie un guión suyo, escrito conjuntamente con Sergio Citti y Giulio Paradisi entre 1972 y 1974. Se trata de una adaptación de La historia del soldado, de Ramuz-Stravinski, en la que Pasolini expresa su manera de pensar y de sentir frente a lo que él consideraba la cretinización progresiva de las gentes de su país. Es un pulso entre la ira de Pasolini y el poder de Berlusconi.

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El diablo

Tres directores italianos-Gigi Dall'Aglio (Teatro Stabile di Parma), Giorgio Barberio Corsetti (Compagnia GBC, Roma) y Mario Martone (Teatri Uniti, Nápoles) se han dado cita en Aviñón para materializar el proyecto de Pasolini, nunca filmado y ni siquiera -eso decían en Aviñón- editado.La obra fue estrenada el miércoles por la noche en el teatro municipal de Aviñón, en coproducción con el festival, por actores de las tres compañías italianas -parmesana, romana y napolitana-, bajo la dirección de sus respectivos directores (cada uno se encarga de una de las tres partes de que se compone el espectáculo). El espectáculo tiene como principal protagonista a Ninetto Davoli, el actor predilecto de Pasolini (Uccellacci e uccellini, El Decamerón, Las mil y una noches), el cual interpretó, estrenó en Aviñón, su propio personaje.

Origen autobiográfico

Al parecer, ese guión, ese escenario de Pasolini tiene un origen autobiográfico, tanto por lo que concierne al cineasta como a su amigo e intérprete Davoli. Ninetto, por aquellos años, se había convertido en una estrella de la televisión, y Pasolini detestaba la televisión, un instrumento, decía, que termina por convertir a los individuos, y sobre todo a los jóvenes, en una multitud de pequeños soldados, todos idénticos.Así pues, Pasolini, echando mano de Ramuz y de Stravinski (la música del ruso se ofrece en directo, ínterpretada, y muy bien, por un violín, un clarinete y un piano), convierte a Ninetto en un soldado que cumple su servicio en el norte de Italia (Parma) y obtiene un permiso para el fin de semana, permiso que aprovecha para coger el tren hacia Roma, donde es tentado por el diablo, el cual le propone haceirle rico si Ninetto le enseña a tocar el violín. Ninetto accede y el diablo lo introduce en la televisión, donde el soldado se convierte en una figura, en un presentador estrella; su índice de audiencia se mide por la continencia de los telespectadores, los cuales, mientras Ninetto permanece en pantalla, se resisten a ir a los lavabos.

Cuando concluye la emisión de Ninetto, los italianos se precipitan a sus lavabos, lo cual permitirá a la postre, teniendo en cuenta la cantidad de mierda y de meados acumulados, evaluar correctamente el índice de popularidad cosechado por Ninetto. En la tercera parte el muchacho huye de la televisión y toma el tren hacia Nápoles. En el tren sueña que al llegar a la ciudad se encuentra preso en un mundo de fábula, en el que salva la vida de una princesa y como premio obtiene su mano, no sin antes renunciar a su violín. Un violín que el astuto diablo dejará a la puerta del napolitano reino de cuento de hadas, con lo que fuerza a Ninetto a abandonarlo -una vez fuera ya no podrá volver a entrar- para recuperar el instrumento. Para recuperar su libertad.

Mundo barrido

Al final, aquel mundo de fábula napolitano es barrido, destruido para dejar paso a una ciudad de rascacielos, de impúdicos nichos para la mano de obra barata.Es, en definitiva, un espectáculo que hoy se ve con más simpatía que con mala leche, la mala leche que debió de inspirarle a Pasolini. Y es que el poeta -poeta ante todo, siempre- no llegó a conocer, como nosotros, de qué era capaz la televisión de Berlusconi.

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