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Juppé amenaza con cambiar el Gobierno para recuperar la iniciativa política

Enric González

Desencanto en el interior, rechazo en el exterior. Difícilmente podía Jacques Chirac prever un arranque de presidencia tan malo. En casa, el primer ministro, Alain Juppé, pierde crédito día a día, tocado por las denuncias sobre las viviendas de privilegio de que disfruta con su familia y atrapado en una telaraña de aparente inactividad: los franceses no ven por ninguna parte el "cambio" que les prometió Chirac. El presidente, a su vez, se enfrenta a una oleada mundial de críticas contra su decisión de reanudar las pruebas nucleares. Los parlamentarios de la derecha empiezan a quejarse y Juppé amenaza a sus ministros con una remodelación del Gobierno para después del verano.

Alain Juppé intentó ayer recomponer las fuerzas gubernamentales, claramente desorientadas. Reunió a todos sus ministros en el palacete Matignon para un seminario" en el que recordó las reformas prioritarias (impuestos, subsidios, vivienda, Constitución y fuerzas armadas) y dio dos órdenes estrictas: conseguir resultados rápidos en la lucha contra el paro y, para dar más sensación de actividad, desplazarse con frecuencia fuera de París.Según el semanario L'Express de esta semana, que cita fuentes gubernamentales, Juppé sólo está satisfecho con el trabajo de una decena de sus 28 ministros y lamenta haber formado un Gabinete con "demasiados novatos". En los últimos días, ha advertido a algunos ministros que les sustituirá, pasadas las vacaciones de verano, si no aumenta la eficacia. En los escaños de la mayoría parlamentaria conservadora afloran ya abiertamente las críticas contra las primeras medidas del dúo Chirac-Juppé.

El centrista Pierre Méhaignerie, que fue ministro de Justicia con Edouard Balladur, criticó el martes el presupuesto, puso en duda la eficacia del plan de empleo y se desmarcó de la decisión de reanudar los ensayos nucleares. El mismo Méhaignerie hizo referencia a la "inquietud" y la "impaciencia" que se extendían entre los diputados gaullistas y liberal-centristas.

En el terreno exterior, dominio reservado del presidente de la República, las cosas no van mejor. Si Chirac exhibió al menos un refrescante dinamismo en la cumbre de los siete principales líderes occidentales en Halifax (Canadá), en la cumbre europea de Cannes no logró más que resultados discretos y en su comparecencia ante el Parlamento Europeo cosechó sonoros abucheos. Nadie esperaba en el palacio del Elíseo que la reanudación e las pruebas nucleares fuera a suscitar tal oleada de protestas. El torpe abordaje del buque de Greenpeace Rainbow Warrior II por la Marina de guerra contribuyó a afear la imagen de Francia.

El Gobierno de Nueva Zelanda anunció ayer que se sentía perjudicado por las explosiones nucleares cerca de sus costas y estudiaba la posibilidad de emprender una acción jurídica contra Francia ante el Tribunal Internacional de La Haya. La ministra de Ciencias japonesa, Makiko Tanaka, adelantó por su parte que iba a escribir a Chirac para rogarle que anulara el programa de ensayos.

El Gobierno austriaco también hizo saber que se quejaría oficialmente ante el francés. Asimismo el presidente del Gobierno español, Felipe González, se mostró ayer contrario a la decisión francesa de reanudar las pruebas nucleares. En Australia y Suecia, los respectivos ministros de Agricultura quieren boicotear los vinos franceses, y la cadena de supermercados danesa Spar se niega a vender productos de Francia. En Alemania, donde las encuestas reflejan que el 95% de los ciudadanos se oponen a las pruebas nucleares, los Verdes sugieren la pertinencia de un "boicoteo selectivo" contra las grandes empresas francesas, como Renault, Elf, Peugeot, Citroën y Air France. La organización ecologista Greenpeace rechaza, por el momento, la posibilidad de reclamar un boicoteo.

Chirae intentará retomar la iniciativa mañana, 14 de julio, fiesta nacional francesa, con una comparecencia ante la prensa tras el desfile militar y la tradicional fiesta en los jardines del Elíseo.

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