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Miedo al futuro en los diarios de los Estados Unidos

Los propietarios de periódicos han escuchado en sus reuniones que debían imitar a los fabricantes de coches del país. Les han dicho que, igual que Detroit ha ofrecido a los compradores los coches que querían, los editores deberían proporcionar a los lectores los periódicos que quieren: el equivalente a un producto que se conduce más rápido.Al eliminar adornos, reducir el espacio dedicado a las noticias y cerrar ediciones a un ritmo frenético en los últimos meses, los periódicos han iniciado una nueva fase de expectativas reducidas en una ciudad tras otra.

Rich Aregood, ganador del Premio Pulitzer, que abandonó The Philadelphia Daily News en medio de una batalla sobre recortes de gastos, dijo en una convención de editores celebrada recientemente que muchos peri6dicos han llegado al punto de que "hemos hecho la liposucción; ahora también vamos a extraer la tibia".

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Muchas ciudades padecen el síndrome. La plantilla de los dos periódicos que compiten en Indianápolis se está fundiendo en una sola. Los periódicos de mañana y tarde orgullosamente diferentes de Milwaukee se han convertido en una sola publicación que no tiene la personalidad de ninguno de los dos. En Providence se han fusionado dos periódicos. La familia propietaria de The San Francisco Chronicle libra una batalla que sólo puede terminar convirtiendo una ciudad que debería tener dos periódicos, en una ciudad con uno solo.

De los cereales a la prensa

The Houston Post ha desaparecido.Y encima, la empresa Times Mirror Company, en plena criba por malos rendimientos, ha contratado a un nuevo jefe ejecutivo que proviene del sector de los cereales y las mezclas para bizcochos. Nadie está siendo vigilado más de cerca que Mark H. Willes, el ex vicepresidente del gigante de la alimentación General Mills.

Justo antes de su incorporación, Times Mirror anunció el cierre de The Baltimore Evening Sun, el periódico de H. L. Mencken. Después ha corrido el rumor de que la empresa estaba empezando a tomar medidas para reducir lo más prestigioso de sus periódicos: las corresponsalías.

En la empresa también se libra entre bastidores una encendida batalla sobre si abandonar o no los esfuerzos de 10 años por crear una nueva clase de publicación sensacionalista en Nueva York, The New York Newsday.

Y todo esto ocurre en tiempos relativamente buenos. La publicidad ha vuelto. Los beneficios no están mal. Imaginen lo que pasaría si hubiese dificultades económicas.

Algunos analistas de Bolsa han hecho una especie de análisis psicológico de lo que pasa: ansiedad. Está claro que hay realidades de mercado: los precios del papel, la presión por los beneficios trimestrales y la bajada en la difusión. Pero también hay amenazas menos inminentes: esa sensación que le invade a uno por las mañanas de que hay por ahí un niño en algún garaje -o en Microsoft- que va a inventar el tipo de "noticias" que la gente quiere de verdad y alguna nueva forma de presentarlas.

Lanny Baker, analista de prensa en Salomon Brothers, opina que "por la competencia, y por todo ese asunto del 'no se sabe, lo que pasa con los medios electrónicos', lo que los editores y los propietarios de cadenas hacen es mirar sus establecimientos para asegurarse de que no hay ningún derrochador".

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