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Crítica:POP
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Al cielo le falta un sol

Kiko inició su andadura en directo, a remolque de su último disco, Está muy bien eso del amor, ante un millar de rendidos admiradores de su hacer musical y dispuestos a cantar hasta la última coma de unos textos artísticos, ricos en capacidad expresiva e incapaces de dejar indiferente a quien se para a escucharlos. Mucho se había hablado de la mano plástica de Mariscal en esta puesta en escena, y lo cierto es que redondeó ese puntito naif del sevillano de pelo de plata.Lástima que el sonido no acompañase demasiado y el Dylan de nuestro sur apenas lograra hacerse comprender, pero es que hasta los genios tienen sus momentos de aquella manera. Kiko cantó y contó en ese estilo capaz de enamorar hasta a un lapón que viniera de turista. Sus historias, fiel reflejo de lo que se vive de cerca en una Sevilla intemporal, volvieron a desplegarse ante los ojos del público como un rosario de viñetas que empiezan y acaban cada día con la misma naturalidad que el sol sale y se esconde. Sin engolamientos ni pretenciosidad. Así, pudimos casi probar de ese veneno que Kiko toma si lo toma su pareja, mojarnos un día que Estaba lloviendo, decir a -apócope de ámame-, compartir ese Lo que importa eres tú y viajar por el túnel del espacio-tiempo, hasta quedarnos atrapados otra vez por ese blues de Memphis. ¿Momentos en blanco? Ninguno. Todo tiene color en el arte de Kiko.

Kiko Veneno

Kiko Veneno (guitarra y voz), Juan Ramón Caramés (bajo), Cheryl Waters (trombón), Lulo Pérez (trompeta) y Cándido Mijares (saxo). La Riviera. 2.500 pesetas. Madrid, 3 de julio.

Afinando mucho nos dio la impresión de que Kiko y Raimundo Amador son algo así como El Gordo y El Flaco o Pili y Mili. El uno, la mitad del otro. Infinitamente mejor juntos que separados. El más apropiado cantante para el que mejor acompaña. Aunque el sol de KIko brilla siempre con luz propia, tal vez nuestros ojos percibieron que al cielo le faltaba uno de sus dos soles.

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