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"Este siglo ha sido uno de los más espantosos de la historia", afirma Ernst Jünger

El escritor centenario, doctor 'honoris causa' por la Universidad Complutense

José Andrés Rojo

Ernst Jünger cumplió 100 años el pasado 29 de marzo. "Este siglo ha sido uno de los más espantosos de la historia", declaró ayer el escritor en El Escorial a un reducido grupo de periodistas. El polémico pensador había llegado unas horas antes al aeropuerto de Madrid, en compañía de su esposa, procedente de Stuttgart. Hoy será investido doctor honoris causa por la Universidad Complutense en el monasterio de El Escorial. En el mismo acto se inauguran los Cursos de Verano con el que se dedica a su obra, La conciencia de un siglo, coordinado por Andrés Sánchez Pascual."Cuando el pasado siglo estaba a punto de terminar, recuerdo que desde el Kaiser hasta el último trabajador recibieron con optimismo la llegada del nuevo. En 1914, aquel optimismo empezó a desaparecer. Y es que este siglo ha sido uno de los más espantosos de la historia", dijo ayer el escritor alemán Ernst Jünger en el curso de una cena con un reducido grupo de periodistas, durante la cual comentó algunos aspectos de su polémica obra y respondió a distintas preguntas a propósito de las sombras que rodean nuestro presente más inmediato.

"Las heridas de Alemania me han lastimado más que las experiencias dolorosas de mi vida", observó en un momento dado. Y fue entonces una de las pocas veces en que la mirada se le perdió, invadida acaso por la memoria de un pasado en el que le tocó padecer la perdida de sus hijos. Durante la. conversación, que se prolongó a lo largo de más de hora y media, Ernst Jünger sorprendió por la agilidad de sus respuestas, por la lucidez de alguna de sus observaciones y por su sentido del humor. El escritor había llegado a Madrid unas horas antes.

Testigo de una época

La conciencia de un siglo, el curso que la Universidad Complutense va a dedicarle los próximos días, señala desde el mismo título la obsesión de Júnger por establecer una distancia frente a lo que ocurre. Coordinado por Andrés Sánchez Pascual, cuyas traducciones han permitido al lector español familiarizarse con la obra del alemán y que inaugura hoy las jornadas dedicadas al escritor centenario, este curso aborda desde múltiples puntos de vista una obra polémica y una trayectoria vital llena de recovecos.

Ricardo Bada, Rolf Hochhut, Michael Klett, Rafael Conte, Peter Koslowski, Franco Volpi, Marcello Staglieno, Frédéric de Towarnicki, José Luis Molinuevo y Domingo García-Sabell hablarán durante esta semana, entre otras cosas, del Jünger filósofo y del narrador, de su iconología y de su trato con los países que habitó, de su relación con la muerte y de la vinculación de su pensamiento con la modernidad. Dos mesas redondas -en las que participarán Teresa Oñate, José Luis Pardo, Carmen Riera o Robert Saladrigas, entre otros- se acercarán de una manera más distendida a los distintos aspectos que componen ese complejo acertijo llamado Jünger.

Era inevitable que en el encuentro con el narrador y pensador alemán la conversación discurriera, sobre todo, alrededor de sus reflexiones políticas. Nacido en Heidelberg en 1895, Ernst Jünger se escapó de la escuela. para alistarse en la Legión Extranjera y se presentó voluntario en 1914 para pelear en una guerra que le dejó el cuerpo cosido a balazos y la perchera con varias condecoraciones por su labor al mando de tropas de asalto. Por algunas de sus ideas contenidas en su ensayo El Trabajador, de los años treinta, y que coquetearon con una cierta concepción totalitaria de la sociedad, muchos encontraron que los nazis encarnaban lo que Jünger proyectaba. El escritor, sin embatgo, no reconoció sus reflexiones en las acciones de Hitler.

Jünger se refirió al siglo XXI como la época en que regresan los titanes y afirmó que es un mal momento para los poetas. Insistió en que caminamos hacia un estado mundial y que episodios como la guerra de la antigua Yugoslavia no son más que el ajuste de cuentas de algunas viejas deudas pendientes. Explicó que la amenaza del islamno es relevante frente a la suprema cia tecnológica occidental y observo que la xenofobia en su país no es tan alarmante como algunos la pintan: "Ocurre como con algunos hinchas de fútbol, son sólo algunos grupúsculos los que provocan el ruido"."Stalin y Hitler fueron la expresión de una decadencia general. No tiene mucho sentido darles una importancia mayor. Aparecieron porque había unas masas que los reclamaban. Más que en su papel, habría que pensar en ese 'Hitler que llevamos dentro', del que hablaba en un libro un escritor suizo", comentó Jünger.Las intuiciones, de Nietzsche o su relación con Heidegger o Spengler fueron otros episodios de la conversación. Y, de tanto en tanto, referencias a El Trabajador. No hubo mucho más tiempo y no se pudo profundizar en la vertiente literaria de su obra. Que avanza abracando los ámbitos más diversos y que de pronto sorprende con un fogonazo. Como éste, de sus diarios: "La medida verdadera del valor que poseemos es ésta: el crecimiento que los demás, experimentan merced a la fuerza de nuestro amor".

Del jardin a la mesa de trabajo

El pelo totalmente blanco y la mirada incrustada en un rostro de rasgos afilados. Los ojos de Emst Jünger saltaban de tanto en tanto para disparar un fulgor travieso, que subrayaba su risa, y otras veces parecían perdidos en la neblina de los años. Hubo quien contó los vasos de sangría que bebía el escritor alemán si guiendo el curso caprichoso de la conversación y la cena. Y hubo quien buscó a un fotógrafo cuando encendió un cigarrillo."Cuando se llega a esta edad" comentó Jünger, "sólo se puede ir de la mesa de trabajo al jardín y del jardín a la mesa trabajo". Sin embargo, confesó, no podía rechazar la invitación a viajar a España, país con el guarda unos estrechos lazos personales e históricos. "Entre mis primeras lecturas está el Quijote", dijo. "No se trata. simplemente de una novela, es la novela".

Los cien años de vida intensa, que carga Ernst Jünger a la espalda no parecen afectarle demasiado. Aceptó de buena gana cualquier pregunta. Alguien quiso saber qué tenía todavía en común con aquel que escribió Tempestades de acero, uno de sus primeros libros. "Fue la obra de un hombre joven a quien le daría en este momento unas palmaditas en la espalda", dijo. Reconoció que el título de aquel ensayo ya no le gustaba y recordó una visita que recibió de Borges, quien le había comentado que más que una tempestad de acero el libro le había parecido una erupción volcánica.

"Hay que evitar ir por el mundo mendigando un poco de ayuda por el dolor que uno padece", comentó. "Es mejor soportarlo en solitario. Muchos de esos dolores, además, constituyen el anuncio de una época fecunda". En este sentido, Ernst Jünger recordó las críticas que había recibido por asistir a una ejecución. "Me parece más importante que alguien describa el horror de una situación de esas características, a que permanezca lamentándose por la tristeza que desencadena". Ese, al fin y al cabo, ha sido uno de los desafíos de su obra, y quizá de ahí proceda en parte. la frialdad de su estilo. Cronista implacable de un siglo lleno de horrores, Jünger continúa escribiendo. Atrapando los últimos destellos de un presente devorado por los interrogantes.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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