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CRISIS DE GOBIERNO

El hombre de Narcís vuelve a casa

Carlos Yárnoz

Varias veces figuró en las quinielas para sustituir a Narcís Serra en la cartera de Defensa, pero finalmente acabó en Educación y olvidó sus pretensiones, que no sus añoranzas. Cuando menos lo esperaba, le ha llegado la ocasión. Gustavo Suárez Pertierra vuelve a casa. Allí encontrará a sus antiguos colaboradores y amigos, con quienes ha mantenido contacto permanente. Su lealtad a Serra, el hombre que le aupó en la política, ha sido el factor clave al sopesar los aspectos negativos y positivos para nombrarle. Ser un hombre de Serra podía transformarse en una losa contra el aspirante. También una garantía de continuidad. Está claro que ha primado lo segundo. Además, no se ha tenido en cuenta que, cuando el Cesid realizaba las escuchas ilegales, los miembros del servicio de espionaje estaban "adscritos" a su subsecretaría, si bien se trataba de un aspecto administrativo formal.Nacido en El Pitu (Cudillero, Asturias) hace 45 años, Suárez Pertierra había optado profesionalmente por una rama tan alejada de lo militar como la enseñanza del Derecho Canónico. En el primer gobierno. socialista fue director general de Asuntos Religiosos -impulsó el actual sistema de financiación estatal a la Iglesia- y desde ese cargo tuvo los primeros contactos con el mundo de Serra, entonces ministro de Defensa, al redactar la primera legislación sobre la objeción de conciencia. Serra se fijó en aquel técnico que daba pocos pasos decididos, pero ninguno en falso. Eran del mismo estilo, y en 1984 aterrizó en Defensa como subsecretario.

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Uno de sus primeros cometidos consistió en reducir al mínimo el campo de actuación de la Justicia Militar (el resultado fue muy valorado, aunque el paso del tiempo lo pone en entredicho), y fundamentalmente se enfrascó en los aspectos de mayor sensibilidad para los militares: modelo de carrera (la Ley del Personal Militar aún levanta ronchas), sistemas de ascenso (la antigüedad dejó der ser el factor único), adecuación del servicio militar (se redujo a nueve meses) o reforma de la enseñanza militar (aún no concluida).

Las reformas planteadas en esos terrenos convirtieron a Suárez Pertierra, junto con Serra, en el objetivo de los militares reacios a cualquier cambio y modernización en materia de personal. Lo mismo ocurrió con los militares progresistas de los que se rodeó a la hora de elaborar ese nuevo paquete legislativo. En la balanza contraria, la mayoría de los actuales generales, y casi todos los que ocupan la cúspide de la cadena de mando, deben en buena medida su elección a los informes favorables del entonces subsecretario y después secretario de Estado (desde 1990).

Pero cuando ya parecía un político enfrascado en Defensa y en la línea de sucesión de Serra, Felipe González se fijó en él para dirigir el Ministerio de Educación. No pudo empezar peor. A los pocos meses de llegar, las huelgas y manifestaciones estudiantiles no dejaron dormir durante semanas a Suárez Pertierra y a sus colaboradores, algunos de ellos, incluido algún militar, llegados con él desde el Ministerio de Defensa. Alcanzada la pacificación, Suárez Pertierra ha intentado, con desigual fortuna, desarrollar iniciativas imaginativas a falta de un presupuesto consistente, que finalmente sí logró para este curso próximo.

A Suárez Pertierra le es aplicable ese comentario con el que algunos definen al político eficaz pero no brillante: "No es espectacular en nada, pero saca nota media alta en todo". Otros prefieren definirlo como "un hombre gris". Él se considera, sobre todo, "trabajador honesto", pero es obvia su preocupación por la imagen escasamente brillante que transmite.

El probable adelanto electoral hará muy corta su vuelta a Defensa. Pero, por los graves conflictos que encierra esa casa -empezando por poner orden en el Cesid-, González ha optado por alguien que no tiene que empezar de cero al relevar a Julián García Vargas. Gustavo Suárez, por fin, puede hacer honor con todo merecimiento al sobrenombre humorístico con el que es citado en algunos círculos: "Pertierra, mar y aire".

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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