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¿Por qué traducimos tan mal los vocablos ingleses?

Juan Arias

Son cada vez, más los lectores que se dirigen a este departamento para protestar por cierta contaminación de la lengua inglesa en nuestro idioma. Y no se refieren sus quejas a que determinadas palabras de la lengua de Shakespeare acaben integrándose en la nuestra, ya que eso, como acaba de afirmar el nuevo académico de la Lengua, Antonio Muñoz Molina, puede ser enriquecedor. En efecto, la historia de las lenguas y su evolución es en realidad la historia de una contaminación.El problema es otro: se trata de la mala traducción del. inglés, que acaba adulterando y empobreciendo el lenguaje periodístico, ya que los llamados "falsos amigos" se cuelan cada vez más en nuestras páginas.

Antonio Manteca González, de Málaga, se pregunta "por qué los redactores de EL PAÍS se empeñan en copiar automáticamente palabras del inglés, sin buscar el equivalente lógico y razonable en español". Y critica el que nos empecinemos en usar, por ejemplo, "escenario` donde los ingleses usan scenario, cuando en la mayoría de los casos nos referimos a "contexto", "panorama" o "circunstancias". O decimos "vuelos domésticos" (domestic flights), cuando debería traducirse por "vuelos internos", ya que parece, dice el lector con guasa, "que alguien echa a volar desde la cocina al cuarto de baño".

También usamos, dice, "enfatiza" o "remarca", una mala traducción del emphasize o remark, ya que en español, es "recalca, subraya o pone énfasis", mientras que en las páginas de medicina usamos "desórdenes" para referirnos a "alteraciones, afecciones o simplemente enfermedades". Y por último nos reprocha el lector que usemos la palabra "dramático" hasta para las caídas lo subidas de las cotizaciones en Bolsa. Y se pregunta: "¿Por qué no traducir la palabra inglesa dramatic por drástico, espectacular o llamativo?". Y comenta: "Yo no soy un purista, y sí partidario de los préstitos lingüísticos, pero aquí se trata de un mal uso de la lengua debido a la ignorancia o a la desidia, y no a un empleo consciente de la palabra". Y en esto no nos queda más remedio que darle la razón.

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También anteriormente, Amparo Granada nos había recordado que deception, en inglés, no significa "decepción" sino "engaño".. Y Eladio Fernández Galiano escribe que, en inglés, schools of fish no se traduce como "escuelas de peces" sino como "bancos de peces".

El Defensor del Lector ha pedido el parecer sobre estas quejas al redactor jefe de este diario Alex Grijelmo, uno de los redactores de nuestro Libro de estilo y experto del lenguaje, y su respuesta ha sido tajante: "Tienen toda la razón los lectores. El desprecio de muchos periodistas por el lenguaje y la palabra 'el instrumento de la inteligencia',. que decía Pedro Salinas- es cada vez más incomprensible. Los barbarismos citados se cuelan a menudo en las páginas de EL PAÍS, pese a estar prohibidos expresamente por nuestro Libro de estilo" . Y añade: "A veces he preguntado alguien por qué emplea, por ejemplo, la expresión prime time en lugar de 'horario estelar' (los ejemplos, lamentablemente, son centenares). Y la respuesta suele parecerse a esto: 'Es que así lo llama todo el mundo'. Sin embargo, ese 'todo el mundo' es siempre un mundo muy reducido: el de los expertos en la materia, que necesitan emplear ese infralenguaje para aparentar mayor conocimiento que los demás, con el sentido exclusivista que tienen las Jergas. Y un periodista de EL PAÍS no puede caer en la jerga, porque se dirige a un público muy amplio".

Alex Grijelmo concluye: "Los calcos del inglés nos persiguen, y decimos 'confrontación' [confrontar, en castellano, significa cotejar] como sinónimo de 'enfrentamiento', o 'serio inconveniente' en lugar de 'grave', o 'evidencias' en lugar de 'pruebas', o 'encuentro' en lugar de 'reunión', o 'agresivo'. en lugar de 'audaz" 'dinámico', 'emprendedor'... Y podría añadir un ejemplo más y muy actuál: 'servicios de inteligencia'. Es, evidentemente, otra traducción mocosuena del inglés, en lugar de 'servicios de espionaje'. Así, vamos ampliando innecesariamente el significado de muchas palabras y expresiones, con lo cual, paradójicamente, se empobrece el idioma: una palabra sirve para más significados, y las expresiones que antes los acaban van desapareciendo (de la mente y de la inteligencia). Ya no sabemos si dos personas que celebran un encuentro es que están contentas de haber coincidido o es que han quedado para almorzar. Y cualquier día diremos que el 'encuentro' lo celebraron 'en torno a una tabla".

¿Español o castellano?

Más de un lector nos ha reprochado y lo ha hecho también a este Defensor del Lector por usar a veces la expresión "lengua castellana", en vez de "lengua española". Un lector, tras una hora y quince minutos de conversación sobre el tema, acabó colgándome el teléfono.

El problema es muy sencillo: el Libro de estilo de EL PAÍS", una especie de Constitución escrita para los redactores de este diario, permite expresamente que se use indistintamente el adjetivo "castellano" o "español" para designar nuestro idioma. Y en este sentido los lectores no pueden reprochar a un periodista de este periódico que use el término "lengua castellana".

Por otro lado, el Diccionario de la Real Academia Española, de la palabra "castellano", escribe: "Español, lengua española", exactamente igual que bajo la palabra "español".

¿Humanitario o humano?

Nuestro diario está usando con excesiva frecuencia la expresión "humanitaria" con el significa do de "humano". En estos mismos días hemos titulado Crítica situación humanitaria en Sarajevo. Y en otras ocasiones hemos hablado, con motivo de un terremoto, de "catástrofe humanitaria". ¿Es ello correcto? Según Miguel García-Posada, crítico literario de este diario y profundo conocedor del lenguaje, es incorrecto confundir "humanitario" con "humano". El adjetivo "humanitario", dice García-Posada, se refiere al altruismo, a la filantropía, a la beneficencia. En este sentido, explica, "no se puede decir que en Sarajevo la "situación humanitaria" es crítica. Habría que buscar otra fórmula, como que "es grave la situación humana que vive la población". Y concluye: "Hay que estar atentos a expresiones que se ponen de moda, pero que no son correctas, corrompen la lengua y acaban vaciándose de su significado original".

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número (91) 337 78 36.

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