Javier Vázquez se rebela
Javier Vázquez se rebeló de la mejor forma que debe hacerlo un coletudo: toreando y triunfando. Era el convidado de piedra junto a sus compañeros Aparicio y Rivera Ordóñez, jóvenes que arrastran muchos seguidores y, sobre todo, seguidoras, fundamentalmente de la jet. Vázquez, pobre en mesa de ricos, hecho un león y con rabia novilleril, se pasó por la entrepierna a sus afamados y, ayer, escamados competidores a base de toreo. Cierto es que Rivera Ordóñez no pudo dar mucho más de jaranoso jaleo a sus admiradoras por culpa en parte de su lote. En cambio, Vázquez se pegó una hartá.El triunfo del madrileño llegó en las dos facetas distintas con las que los coletudos pueden estremecer a los espectadores, aficionados o no: el toreo bueno y auténtico, lo que alboreó ante su primer enemigo; o la vía del poderoso valor para hacerse con los mandos y someter a un enemigo de peligro, como el quinto. Y es que ese segundo, flojo pero encastado, le volteó furibunda y dramáticamente, por fortuna sin consecuencias, al recibirlo con el capote. Vázquez se vengó desempolvando su amplísimo repertorio, que incluye largas afaroladas de pie, serpentinas, orticinas y hasta un remedo de quite de la mariposa. Con la flámula creó una faena de unidad y variedad, con la verdad del temple y la ligazón. Una variedad que incluyó en su brote de inspiración desde la bernadina hasta el cartuchito de pescao. Lástima que tras explicar tanta sinfonía lo engorrinara con un espadazo en los sótanos. Al peligro del quinto lo sometió también a base de quietud, de cruzarse muchísimo y de echarle poderosa técnica; y esta vez, además, lo engalanó con un espadazo hasta los gavilanes.
Pérez / Aparicio, Vázquez, Rivera
Cinco toros de Mercedes Pérez Tabernero, terciados, flojos -1º inválido- de juego desigual y sospechosos de pitones. 6º, sobrero, de Valdemoro (en sustitución del devuelto por inválido), anovillado y manso. Julio Aparicio: silencio, ovación. Javier Vázquez: oreja; dos orejas. Salió a hombros. Rivera Ordóñez: silencio; oreja. Plaza de Segovia. 24 de junio.
Sólo Rivera le hizo sombra en el sobrero, no previsto en el programa y al que no debió dar tiempo a afeitar. Frente a su mansedumbre, Rivera, verderón pero entregado y con la plusvalía de las dos navajas del bicho, se la: jugó sin cuento y caló profundamente en el cotarro. También lo intentó en el tercero, igualmente manso, sin acoplamiento.
Aparicio apuntó relámpagos sueltos con el mansote cuarto, que no quería pelea. Con el que abrió plaza, inválido a tope, lo más torero que hizo en su mandanga general fue pedir que parase la música cuando echó a sonar sin que nadie lo pidiese.
Babelia
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